Capítulo 19

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En cuanto Diana estuvo ya vestida volvió a dejar su habitación para reunirse con los miembros de la manada que le esperaban en la planta baja, ya estaba por caer la noche, por lo que se vistió con unos jeans ajustados, zapatos militares con caña, polera holgada y una cazadora de cuero, todo su atuendo tono negro, mientras que su largo cabello iba recogido en una coleta alta que hacía ver sus rasgos marcados y fieros.

Todos le esperaban sentados en la sala aguardando sus explicaciones, incluso su padre.- Los he mandado a llamar porque debo darles una información importante. Mañana, durante las primeras horas del día se llevará a cabo el juicio de Amalia Brown, quiero contar con la presencia de cada uno de ustedes en el gran salón de la justicia.

Los hombres se miraban unos a otros como queriendo indagar más sobre el tema, sin embargo ninguno a excepción de Barack se atrevió a hablar.- ¿Cuáles son los cargos?- preguntó.

Diana lo miró directamente a los ojos antes de responder.- Intento de homicidio para con su alfa, dar información de la manada al clan de Samuel y la muerte de Uriel, Efrén, Simón y...-tomó una bocarada de aire antes de continuar, aún mencionar su nombre entre los fallecidos dolía.- Dante.

Los hombres se pusieron de pie en cuanto escucharon los cargos y comenzaron a murmurar, hasta que finalmente los murmullos se convirtieron en palabras y las palabras en un solo grito que se repetía una y otra vez.- ¡Traición! ¡Traición!

La muchacha levantó su brazo enseñando a todos la palma de su mano, la cual de pronto convirtió en un puño, señal ante la cual todos guardaron silencio.- Pagará por su traición hermanos, eso se los juro.- miró el rostro de cada uno de los hombres que se encontraban allí, entre ellos logró ver a Baltasar, Fidel, Gaspar, Lázaro, Oliver, Nicolás y por supuesto, a quienes se habían convertido en dos de los dos hombres más importantes en su vida, Barack y su padre. Las miradas de todos estaban cargadas de ira y con sed de venganza, pero la de Barack era distinta, la de él mostraba autentica tristeza y no por lo que el futuro próximo que le esperaba a Amalia, sino porque se ponía en el lugar de Diana y pensaba en lo difícil que podía ser toda esta situación para ella. En cambio, la mirada de Leónidas mostraba arrepentimiento, decepción y dolor.- Pueden ir a sus casas e informen a todo aquel que no haya estado presente en este momento.

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Durante toda la noche Diana no pudo conseguir dormir ni siquiera un poco, aún estaba demasiado abrumada, las últimas palabras de Dante se repetían una y otra vez en su mente, tal como lo hacían las palabras de Amalia reconociendo toda su culpa. De pronto, la solución a la mayoría de sus problemas apareció, cuando ya faltaba menos de una hora para el amanecer. Corrió a la habitación de la que había sido su hermana, tomo el teléfono celular del cajón del velador y marco un número, el pitillo comenzó a sonar, a la cuarta vez, el llamado fue atendido. Pero en ese momento le fallaron los nervios y respiraba trabajosamente, por lo que se tardó un poco en reaccionar.

-¿Amalia?- preguntó una voz varonil.

Inhaló de manera profunda para tranquilizarse antes de responder.- No Samuel, habla Diana.

El hombre se tardó en responder, pero finalmente lo hizo.- ¿a qué se debe este honor?

Muy bien Diana, es ahora o nunca, se dijo a si misma.- Necesito que te presentes en mis tierras, pasado el amanecer.- respondió con tal firmeza que incluso ella se sorprendió.

-Tus deseos son órdenes, pero supongo que entenderás que quiero saber las razones.

-Aquí te explicaré todo. Pero si lo que te hace preguntar es desconfianza y no curiosidad, déjame darte mi palabra de que no planeo nada en tu contra, solo necesito que vengas.

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora