Capítulo 30

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-¿Princesa?- su visión estaba borrosa, apenas distinguía una que otra mancha difusa e incluso le costaba distinguir el sonido de las voces.- ¿Cómo te sientes?

-Bien.- respondió sin estar del todo segura de a quien le estaba hablando.- ¿Dónde estoy?

-Estas en Draco Bandurria, te trajeron acá lo más rápido que pudieron después de que resultaste herida.

Poco a poco toda la escena se fue aclarando, muy cerca de ella estaban varios pares de ojos observándola atentos, ojos azules, verde esmeralda, celestes, marrones y otro par de ojos azules. Los únicos ojos que deseaba ver esperando a que despertase eran los ojos ámbar de Beltrán, sin embargo no estaban allí.

-Muchas gracias por preocuparse, de verdad significan mucho para mí.

Alguien que se encontraba a los pies de la cama carraspeó.- Deberían dejar que descanse, debe estar agotada.- A pesar de que Diana no lograba ver su rostro, supo de inmediato que se trataba de Adelina, al fin estaba segura y devuelta en su hogar.

-Es lo que he tratado de decir durante todo este tiempo pero nadie parece querer escuchar.- reprochó Beltrán, quien estaba apoyado en la esquina de la habitación, la muchacha no logró entender porque no se acercaba, ella lo quería cerca, pero sin necesidad de preguntar nada lo entendió, en cuanto habló recibió gruñidos por parte de Barack, Noe, Leónidas e incluso de Esperanza, mientras que Froilán solo se limitó a dirigirle una mirada cargada de sentimientos, nada agradables por lo demás, solo Guillermo permanecía de pie a su lado, brindándole su apoyo. Sin duda alguna lo culpaban a él de lo ocurrido, y a pesar de que ella sabía que las cosas no habían pasado de ese modo, estaba dolida, por lo que prefirió no decir ni hacer nada.

-¡Oh, por favor! Necesito que el montón de perros rabiosos se calme y me deje hablar a solas con ella.- dijo Adelina dejando a todos en un completo silencio.- También tu señor vampiro, todos fuera. ¡Ya!- nadie se atrevió a desobedecer a las órdenes de Adelina. Llevaba el pelo largo y canoso, tomado en dos trenzas que caían a ambos lados de su regordeta cara, su estatura bajita le daba un aspecto tierno, aunque sus ojos decían "pobre de ti que te atrevas a abrazarme", aún más cuando estaba molesta. Adelina no era un licántropo, sino que más bien era un vacío, he ahí el por qué sus ojos eran grises.

Cuando todos hubieron salido de la habitación Diana se intentó acomodar un poco mejor en la cama.- Muchas gracias, necesitaba un poco de silencio.

-Lo sospeché mi niña, estuviste a punto de morir.- Pareció dudarlo durante un momento.- en realidad estuvieron a punto de morir, salvaron de milagro.

-¿Quién más resultó herido?- parecía como si todo el cansancio que había tenido hace un momento desapareciera, intentó incluso levantarse.- ¿Beltrán está bien?, ¿le ocurrió algo?

-En realidad todos ellos están bien.- la tomó por los hombros y la volvió a recostar sobre la cama.- Niña mimada, quédate quieta para que podamos hablar, sigues siendo tan atolondrada que cuando eras una niña.

-Lo siento.- masculló Diana.

Adelina tomó una silla y la acomodó junto a la cama de la muchacha.- Mira Diana, desde ahora en adelante tendrás que cuidarte el doble, ya no eres solo tú, ahora hay una pequeña vida creciendo dentro de ti, un pequeño cachorro.

Diana instintivamente llevó ambas manos a su vientre, preguntándose cómo era posible no haber notado el pequeño bulto que comenzaba a formarse.- ¿un bebé?- preguntó sin poder creerlo.- ¿un cachorro, mío y de Beltrán?- tenía los ojos llenos de lágrimas, pero se negaba a llorar en una situación de felicidad tan absoluta.- la verdad no sé cómo se lo va a tomar él.

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora