Capítulo 8

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La puerta no dejaba de sonar, golpe tras golpe y grito tras grito.- ¡Beltrán! ¿Estás bien?- luego otro golpe.- ¡por favor, responde!

-Solo vete y déjame en paz.- respondió este sentado en el borde de su cama.- quiero estar solo.- añadió con desgano.

-¡¿Para esto me llamaste?!- reprochó la muchacha bastante molesta.

-Tienes razón, no debí haberte llamado, deberías estar con Víctor, no aquí, ¡ahora vete!- gritó molesto, le daba igual con quien se fuese a pasar Lía lo que quedaba de noche, pero quería estar solo, pensar en lo que había pasado. Escuchó las pisadas bruscas de la joven mientras bajaba la escalera, luego el portazo que dio esta cuando salió de su casa. Él bajó poco después, ya era tarde para que Thoth estuviese fuera, su Alaskan Malamute color Sable que a pesar de tener solo un año de vida ya había alcanzado su tamaño de adulto, midiendo alrededor de 66cm y pesando (en un término más científico masando) unos 42 kilogramos. Al parecer esa noche ambos dormirían en la habitación de invitados, ya que la habitación de Beltrán, donde ambos solían dormir, había quedado por decir lo mínimo hecha un desastre. En cuanto abrió la puerta que daba al jardín, un perro gigantesco apoyó sus patas delanteras sobre el pecho de Beltrán, de haber sido una persona baja y que no rondase el metro noventa o incluso más como lo hacía el joven, lo más probable es que hubiese terminado en el suelo, aunque se debe reconocer que la musculatura fornida que cubría su cuerpo ayudó bastante. Acarició la cabeza de Thoth, quien de inmediato paso junto a él para subir con paso un tanto torpe (debido a su tamaño), Beltrán cerró la puerta y apagó todas las luces de la casa para subir tras su mascota. Recorrió el corredor del segundo piso hasta llegar a la puerta de su habitación, si bien no podían dormir allí, si debía tomar sus útiles aseo, como su cepillo de dientes, abrió la puerta y Thoth entró con él, su reacción realmente le causo risa al joven, el can se quedó un buen rato pasando su mirada desde la habitación destrozada al rostro de su amo y viceversa.

-Lo siento ¿sí?- se disculpó mirándole al tiempo que entraba en el cuarto de baño y sacaba su cepillo.- Ahora vamos.- dijo mientras lo esperaba en la puerta de la habitación. Thoth metió su cabeza bajo los girones de cobertor que yacían en el suelo y comenzó a mecerla de un lado a otro, hasta que encontró lo que buscaba, su cobija. Cuando era un "pequeño" cachorro o cuando al menos podía tomarse en brazos, era envuelto con ella para que pudiese dormir y se podía decir que era su tesoro más preciado, siempre la llevaba a todas partes para poder conciliar el sueño. Salió con un extremo de esta en su hocico, mientras arrastraba el resto de la misma.- ¿Ya estás listo?- el can solo movió la cola, lo que fue tomado como un si por su amor, quien de inmediato comenzó a caminar a una de las habitaciones de invitados que se encontraban en el mismo corredor, junto a otras cinco habitaciones además de la de él, en las que se alojaba su familia cuando le visitaban, había una habitación para sus padres, para los gemelos Cristóbal y Travis, para su encantadora hermana menor, Susana, y una más por si llegaba alguien de improviso. En total, incluyendo la de él, seis habitaciones en la segunda planta, cada una con su propio baño.

Entró en la habitación para luego dirigirse al baño de esta, donde tomó una ducha antes de lavarse los dientes, para luego acostarse la gran cama, donde al poco tiempo también se acostó Thoth, justo sobre sus pies, como si en la cama no hubiese más espacio, sacó sus piernas con dificultad para luego moverlas, lejos del peso del cuerpo del can. En primera instancia, pensó que sería incapaz de pegar ojo en toda la noche, pero el sueño acudió pronto a él. Una calma impresionante había vuelto a su ser en cuanto golpeo el espejo, pero eso no tenía sentido alguno, a menos que... no, eso era imposible.

Las horas pasaron más rápido de lo que él esperaba y el timbre comenzó a sonar, indicando que alguien venía a interrumpir su renovador sueño, se levantó de mala gana, llevando puestos solo su bóxer y se dirigió a la puerta para abrirla, acompañado por Thoth, quien estaba moviendo energéticamente la cola. El rostro de la mujer entre castaña y cana de unos 46 años, que esperaba del otro lado tenía evidentes rastros de preocupación, los que se hacían notar especialmente en sus ojos tono ambarino, que contrastaba con su cabello.- Hijo, ¿te encuentras bien?

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora