Capítulo 26

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Los días fueron pasando y a cada momento las cosas parecían ser mejor, ya habían transcurrido ocho días desde su llegada a la aldea, y en ese instante Beltrán se encontraba en casas de sus padres, mientras que Diana, quien había decidido quedarse en casa para ordenar un poco sus pensamientos e intentar recordar más detalles de su vida pasada, pero como Beltrán no pareciese que fuese a volver pronto y precisamente en ese momento ningún nuevo recuerdo quería aparecer. Optó por tenderse sobre el sofá de la sala para leer en compañía de Thoth, quien al parecer se había tomado muy en serio las indicaciones de su amo sobre cuidarla, ya que cuando él no estaba, no la dejaba sola ni a sol ni sombra.

Como no tenía planeado salir de casa, no tomó la precaución ni siquiera de vestirse, tomó una ducha después de que Beltrán se fuese, se puso ropa interior y volvió a vestirse con una de las poleras de Beltrán, en el último tiempo se había dado cuenta que tan cómoda podía llegar a ser la ropa de hombre. Era usual para el joven llegar a la casa y encontrar a Diana paseando libremente por el lugar vestida solo con ropa interior, el primer día su reacción le provocó una gran carcajada, cuando tras verla se volvió, dándole la espalda tras sonrojarse y cubrirse la cara con ambas manos. Ella ante tal reacción se lanzó sobre él sólo por molestarle, al tiempo que prácticamente lo obligaba a mirarle y le decía que no tenía por qué avergonzarse de mirarla en esas fachas, después de todo ella le pertenecía tanto o más de lo que él a ella. Desde ese día, Beltrán se mostraba más relajado, como si aquellas palabras hubiesen respondido a una pregunta que se hallaba desde hace ya bastante tiempo en su subconsciente o quizás en su consciencia, pero que sin embargo jamás se había formulado en voz alta.

Ya cuando se acercaba el anochecer, unos nudillos golpearon la puerta y Diana rio ante la posibilidad de que Beltrán hubiese olvidado sus llaves en casa, fue tanta la emoción que provocó en ella el imaginar que después de algunas horas de ausencia volvería a verle, que se incorporó de un brinco desde el sofá, dejando que el libro cayese a sus pies y corrió hacia la puerta de entrada, pensando solo en que se abalanzaría sobre él en cuanto lo viera para hostigarlo a base de besos y abrazos. Fue por esa razón que no reparó en que el olor que provenía de la persona que se encontraba del otro lado de la puerta, abrió como si nada y sus mejillas se llenaron de rubor al darse cuenta que allí no se encontraba Beltrán, sino una extraña muchacha de cabellos dorados y ojos celestes, que de no haberla estado mirando con ansias asesinas podría haber incluso asegurado que tenían cierta belleza exótica, sobre todo con aquellas largas pestañas postizas que adornaban sus parpados junto a un delineado negro demasiado grueso y extravagante para el gusto de Diana. La mujer pasó junto a la muchacha como si nada y entró en la casa. Pensando en que quizás podía ser algún familiar de Beltrán, no quiso impedirle la entrada, sin embargo el hecho de que ni siquiera le saludara y se sentara en el sofá con sus altos tacones aplastando el libro que ella estaba leyendo por decir lo menos no fue de su agrado, mientras examinaba a la muchacha a cada momento que pasaba se convencía de que a ella y Beltrán los debía ligar algún vínculo sanguíneo, se le hacía imposible imaginar a su mate mezclándose por mero gusto con alguien como ella, a su parecer carecía de sutileza, modales y gracia en cuanto a su comportamiento respectaba.

Cerró la puerta de golpe, la miro y saludó con una sonrisa totalmente falsa.-Buenos días. Sé que quizás no me viste al entrar.- le dijo con cierto aire de ironía.- ya que pasaste demasiado prisa a ponerte cómoda, más si no fuera demasiado pedir, ¿podrías quitar tus pies de mi libro?- su tono al hablar era de simpatía fingida, no de esas cuando se es hipócrita, sino que suenan como una verdadera burla, lo único que le faltaba era hacer morisquetas.

-¡oh!- dijo la recién llegada con tono de inocencia fingida.- lo siento, Beltrán acostumbra dejar sus libros en orden, por lo que no creí que me pudiese encontrar con alguno en el piso.- con aquel simple comentario, dio a entender a Diana que antes de su llegada, ella solía visitar a menudo a Beltrán.

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora