Capítulo 18

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Estuvo a punto de llevar el venenoso zumo a sus labios cuando se dio cuenta de que antes de morir debía hacer una última cosa, revisar el contenido de aquel dichoso CD. Conectó los cables correspondientes, lo puso en el reproductor y esperó el tiempo necesario a que cargase, en cuanto lo hubo hecho, se dio cuenta de que se trataba, eran las grabaciones de una cámara de seguridad, la cual, gracias a la diosa, tenía audio. En ella se veía un hombre alto, que representaba unos 21 años, de cabello oscuro y tez clara, al que reconocería en todas partes, Samuel. Estaba sentado en su despacho y parecía como si estuviese esperando por alguien y antes de que transcurrieran dos minutos de la espera, ese alguien llegó, ese alguien era Amalia. Se saludaron con un apasionado beso en los labios, luego él la apartó.

-¿Tuviste cuidado de que nadie te siguiera?- preguntó él.

-Claro que si.- respondió ella.- Que no se te olvide con quien estás hablando amor.

Él sonrió antes de acercarla nuevamente a su cuerpo, tomándola de la cintura.- jamás lo olvido.- dijo antes de volver a besarla.- ¿Qué era lo tan importante que me tenías que decir?- preguntó después de romper el beso, mientras se sentaba sobre sus piernas y jugueteaba con los botones de su camisa.

-¿Recuerdas cuando me dijiste que debíamos encontrar el modo de vengarnos de mi padre por alejarnos?- preguntó ella con fingida inocencia.

Una mirada cargada de maldad fue intercambiada entre ambos.- Claro que lo recuerdo.

-Pues tengo la ocasión perfecta.-rio ella llena de orgullo.- mi padre solo tiene un punto débil, mi hermana.- Sentenció esta.- y he descubierto el modo perfecto para hacerla añicos.

Samuel pareció dudarlo durante algunos segundos.- Ella era solo una niña en ese entonces, no tuvo culpa de nada.

-Ella apoyó a mi padre en esa decisión y bueno... mi plan no le afecta directamente a ella, solo haremos que lo pase un poco mal.- rio ella al tiempo que hacía un fingido puchero.

-Está bien, te escucho.- sentenció él con desgano. Realmente Diana era incapaz de explicarse como era que aquel vampiro que se suponía odiaba con todo su ser a su manada, se mostraba más empático ante su posible sufrimiento que su propia hermana.

Ella sonrió complacida por la respuesta del vampiro, se levantó y comenzó a masajear sus hombros al tiempo que acercaba sus labios a la oreja de él, a pesar de que su timbre de voz disminuyó bastante su volumen, para los desarrollados sentidos de Diana sus palabras fueron completamente claras.- Al amanecer un grupo de lobos partirán para dar aviso al consejo sobre la enemistad entre tu clan y la manada de mi padre. Entre ellos irá Dante, el Beta, es novio de mi hermana y a mí parecer el blanco perfecto. Mátalo y tu venganza estará completa.

Las palabras seguían brotando de la televisión, pero Diana fue incapaz de procesar alguna otra palabra. Se levantó de su cama, corrió a la habitación de su hermana, abrió la puerta y la encontró, recostada como si nada sobre su cama. En cuanto la vio sus ojos reflejaron auténtico pavor e intentó incorporarse. Decir que Diana estaba furiosa era realmente poco, sin decir ni una sola palabra, la tomó de los cabellos y comenzó a jalarla para sacarla de la habitación, la muchacha comenzó a protestar producto del dolor, para que su hermana mayor la soltase, pero fue inútil, por lo que pronto decidió comenzar a gritar. A pesar de todo Diana seguía su camino, sin que los gritos de la menor le importasen en lo más mínimo, llegó a la parte superior de la escalera y comenzó a bajar los escalones, Amalia tropezaba mientras intentaba zafarse de su agarre, pero era inútil. En cuanto llegaron a los últimos escalones, Diana, sin ningún tipo de miramientos arrojó a la muchacha al piso, esta calló de costado, golpeándose bruscamente todo el lado derecho de su cuerpo. Amalia comenzó a gimotear, sin siquiera intentar ponerse de pie, más que nada por miedo.- Hermana, ¿qué te he hecho yo para merecer este trato?- dijo entre sollozos, pero para Diana sus sollozos y lágrimas no eran más que un intento vano de apelar con cinismo a su compasión.

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora