Capítulo 25

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Después de entrar prácticamente a solo despedirse de quienes se encontraban cenando aquella noche, Beltrán y Diana volvieron a casa de este, la mayor parte del trayecto la recorrieron tomados de la mano y conversando sobre cosas absurdas, preguntándose más que nada sobre los gustos del otro, así fue como Beltrán descubrió que el aroma favorito de Diana era el de berries, mientras que diana supo que el preferido de Beltrán era el olor a miel, que el color favorito de ella era el azul, y el de él verde, entre muchas otras cosas que jamás se podrían terminar de escribir, como el tipo de comida que prefería cada uno de ellos, el estilo de música, la bebida, el sabor de helado, los libros, etc.

Sin que la muchacha se fuese dando cuenta, cada vez sabía más sobre ella misma, las respuestas venían a su mente prácticamente por si solas y solo se detuvo a pensar cuando Beltrán le preguntó sobre el amor y si alguna vez lo había experimentado. Entonces recordó parte de su propia historia, pero no fue del mismo modo en que había recordado con anterioridad pasajes de su vida. Ahora, de pronto, todos aquellos recuerdos estaban allí, sin imágenes engorrosas, sin mareos, ni nauseas, ni pérdida de consciencia, como si jamás hubiesen desaparecido.

-Una vez estuve enamorada.- le reconoció al tiempo que apartaba la vista de sus ojos ambarinos para fijarlos en la inmensa oscuridad de los bosques que rodeaban la aldea perteneciente a la manada. Calló porque no quería profundizar aún más en aquel tema que le resultaba doloroso cada vez que lo recordaba, mientras que Beltrán se obligó a sí mismo a callar y no preguntar más al respecto porque la sangre le hervía ante la mera mención de otro en su vida, más al recordar que él mismo había sentido todas las emociones que ese provocó en ella. Aunque en ese momento, su ira fue disipada cuando percibió, como buen omega, el profundo sentimiento de tristeza que emanaba de ella al recordar ese pasaje de su vida, ni siquiera fue capaz de reclamar, solo la abrazó y apretó contra su pecho en un acto guiado por su instinto protector. Para ese entonces ya habían llegado a la puerta de la casa de Beltrán, donde se apresuraron a entrar en silencio, en cuando comenzaron nuevamente a caer copos de nieve sobre sus cabellos.

Una vez dentro, Diana se sacó su abrigo para colgarlo en el perchero que se encontraba junto a la puerta, del mismo modo que lo había hecho Beltrán antes de dirigirse a una puerta trasera que seguramente daba al patio de la casa, para abrirla. Casi inmediatamente un enorme perro entró corriendo a la casa y se abalanzó sobre Diana, quien al estar sentada en uno de los brazos del sofá, cayó de espalda sobre los cojines de este con el peso del gigantesco perro sobre ella, el can no dejaba de darle amistosos lametones en la cara, mientras ella riendo intentaba protegerse cubriendo su rostro con ambas manos. Podía escuchar, tras los intensos jadeos del animal, la risa ahogada de Beltrán mientras observaba la escena.- Muy bien, ya basta Thoth, ven acá.- increíblemente y a pesar de que el perro parecía muy afanado en su labor de lamerle la cara, en cuanto escuchó la orden de su amo se detuvo y camino hasta é, para sentarse junto a sus pies jadeando y meneando la cola enérgicamente. A duras penas e intentado no hacer fuerza con su hombro herido, la muchacha logró incorporarse.- Diana.- llamó su atención el joven, al tiempo que le observaba con una sonrisa radiante.- te presento a Thoth.- poco después y sin tiempo a decir nada añadió.- Thoth, te presento a Diana.- El can avanzó hacia la joven, quien ya se encontraba nuevamente sentada en el brazo del sofá y apoyó una de sus peludas patas sobre una de sus rodillas a modo de saludo.

-Un gusto conocerte Thoth.- dijo ella mientras tomaba la mano del animal.

Beltrán carraspeó ante la escena antes de hablar.- ya te estás pasando amigo, ¿primero te lanzas sobre ella y luego luces tus modales de galán y todo frente su novio? Realmente me impresionas.

Diana comenzó a acariciar las orejas del can mientras reía.- yo no soy tu novia.- aclaró al tiempo que fijaba su mirada en la de él, él enarcó una ceja y la miró con una mezcla de asombro e incredulidad.- No me lo has pedido formalmente.- declaró ella sonriendo aún más ampliamente.

Deber de AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora