Quince

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—Vale... tranquila, chica. —Philip no se mueve. Se queda ahí, helado, en el pasillo, con la mano vacía levantada y el café en la otra. La estira hacia un lado, como si quisiera ofrecerle la taza a ella—. Sea lo que sea, podemos arreglarlo.

—Ah, ¿sí?—Tara Chalmers lo fulmina con una mirada de rabia de sus ojos pintados—. ¿Eso crees?

—Oye... No sé lo que pasa...

—Lo que pasa —dice ella sin rastro de nervios o miedo— es que estamos cambiando el reparto.

—Tara, no sé qué estás pensando...

—Vamos a dejar las cosas claras. —Su voz es firme y crece de emoción—. Quiero que cierres el puto pico y hagas lo que yo te diga o te volaré la cabeza. No creas que no lo haré.

—Esto no es...

—Deja la taza.

Philip le hace caso y deposita la taza sobre la alfombra lentamente.

—Vale, chica. Lo que tú digas.

—Deja de hablarme así.

—Como quieras.

—Ahora vamos a buscar a tu hermano, a tu amigo y a tu hija.

Philip nota que le sube la adrenalina. No cree que Tara tenga valor para hacerle daño y piensa en intentar quitarle el arma, de la que lo separa una distancia de entre dos y tres metros, pero resiste la tentación. Es mejor ceder en este momento e intentar que hable.

—¿Puedo decir algo?

—¡¡Vamos!!

Su grito repentino rompe la calma y es lo bastante fuerte no sólo para despertar a Penny y a Brian, sino también probablemente para que se haya oído en el segundo piso, donde Nick, que suele levantarse pronto, debe de estar despierto. Philip da un paso hacia ella.

—Si me das la oportunidad de...

La Ruger ladra.

El tiro, quizá a propósito o quizá no, abre una brecha en la pared, a cuarenta y cinco centímetros del hombro izquierdo de Philip. El rugido del arma resuena estruendoso en el espacio reducido del pasillo y a Philip le silban los oídos. Se da cuenta de que un trozo de yeso se le ha enganchado en la mejilla.

Apenas distingue a Tara entre el humo azul de la cordita. No sabe si sonríe o hace una mueca, es difícil de distinguir.

—La próxima te la meto en la cara —le dice—. ¿Te vas a portar bien o qué?

Nick Parsons oye el tiro justo después de abrir la Biblia para su lectura matinal.

Sentado en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, pega un salto al oír el ruido y la Biblia se le cae de las manos. Estaba abierta por el Apocalipsis de San Juan, capítulo uno, versículo nueve, el momento en el que Juan le dice a la Iglesia: «Yo soy Juan, vuestro hermano y vuestro compañero en el sufrimiento, en el reino y en la constancia, en Jesús».

Salta de la cama y se dirige al armario donde debería estar su escopeta Marlin, descansando sobre la pared de la esquina, pero no está ahí. La espina dorsal de Nick se estremece a causa del pánico. Se da la vuelta y ve todo lo que falta en su habitación. Su mochila, no está. Sus cajas de balas no están. Sus herramientas, su pico, sus botas, sus mapas... no hay nada.

Por lo menos sus vaqueros siguen ahí, bien doblados sobre el respaldo de una silla. Se los pone y sale corriendo de la habitación. Cruza el estudio. Atraviesa la puerta. Recorre el pasillo. Baja un tramo de escaleras y llega al primer piso. Cree oír el rumor de una voz furiosa, pero no está seguro. Corre hacia el apartamento de los Chalmers. La puerta está abierta y la empuja para entrar.

The Walking Dead: El GobernadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora