Después de que ya pasamos las vías del tren, ya no se oyen tantos disparos. Volteo hacia atrás y veo las cinco personas sentadas en los asientos traseros.
-¿Cómo se llaman? –pregunto.
Ellos no contestan.
-César –dice mi primo sentado junto a una mujer de tez muy oscura.
-Ah qué chistoso, ¡ya digan sus nombres! –alzo la voz.
-Ana –dice la mujer junto a César.
-Karina –dice una mujer hasta atrás, igual de tez muy oscura.
-Luis –dice un muchacho de mi edad, algo guapo.
-David –dice un muchacho sentado junto a Luis.
-Aída –dice una muchacha sentada hasta atrás junto a Karina.
La camioneta pasa junto a un edificio abandonado bastante grande junto a las vías ferroviarias y le digo a Óscar que pare aquí para bajarnos.
Ya abajo, empiezan las preguntas.
-¿Por qué estaban en la camioneta? –pregunta Óscar.
-No lo sabemos, los GC que llegaron nos sacaron y metieron en la camioneta –dice Karina.
-¿Son familia ustedes? –pregunto.
-No, nos conocemos porque somos vecinos de tus primos –dice David.
-Bueno, ella es mi mamá –dice Aída señalando a Karina.
-Y lamentamos lo que pasó con tu padre, en serio –dice Ana.
-Gracias, pero eso ahora no importa –digo.
-Lo que importa es a dónde iremos, han atacado nuestras casas –dice César, nervioso.
-Podríamos regresar cuando los GC se vayan –dice David.
-No seas estúpido, ya no podemos regresar a nuestros hogares –dice Aída.
-En teoría, sí podríamos regresar a nuestros hogares en todo caso de que los GC ya no estuvieran –dice Luis.
-Nunca se van a ir los GC de nuestros hogares –digo, seca.
-Bueno y ¿a dónde iremos? –pregunta Óscar.
Guardamos silencio un momento hasta que Aída dice:
-Podemos ir al centro de la ciudad ¿no creen?
-Sí –todos decimos juntos.
Estamos en una avenida central y nos damos cuenta que hay cientos de decenas de camionetas blancas en las calles dirigiéndose al Palacio.
-Dios mío –dice Karina.
Pasamos entre edificios abandonados un poco altos y muy viejos. No hay gente caminando en las calles pero sí veo cómo las camionetas andan por ahí y los GC con sus pistolas en mano. Ahora que recuerdo, tengo una.
-¿A dónde voy? –pregunta Óscar mientras dobla en una esquina a la derecha.
-¡No, por aquí no! –grito.
-Ay, ¿entonces?
-Por aquí la mayoría de las camionetas están, así que creo que lo mejor es que te vayas derecho –digo, segura.
-¿Hacia allá? –pregunta Ana-, allá es muy peligroso.
-No importa, tenemos que alejarnos lo más posible del Palacio –digo.
La camioneta va por la calle y pasa en el cruce con la avenida 1, entonces digo:
-Déjame aquí.
Óscar frena y yo me bajo de la camioneta y me subo a la acera. La camioneta se aleja a donde dije y yo camino hacia el Palacio. En el camino, muchos GC se me quedan viendo al pasar junto a ellos así que escondo la pistola en mi sostén. Y sigo caminando.
Me suelto el cabello para parecer más incógnita y sigo caminando hacia allá. Justo cuando estoy en la esquina de la iglesia principal, veo lo que pasa: Las camionetas sacan a sus rehenes y los dejan en la plaza, justo enfrente del Palacio donde en otros camiones más grandes los meten ahí. ¿Por qué?
Si mis primos y yo no hubiéramos secuestrado la camioneta, ¿aquí estarían Karina, Ana, Luis, David y Aída? , ¿quién ha estado organizando esto?, ¿por qué no ha hecho nada la Alcaldesa?
-Oye –me dice un GC mientras se acerca a mí por detrás.
Salgo corriendo hacia el Palacio. El GC me persigue y cuando llego a la plaza, unos dos GC me disparan pero no me dan. Sigo corriendo.
Corro entre los arboles esquivando los disparos y a los que me persiguen hasta que llego al Palacio donde están los camiones y veo a Susana Cortez en el balcón del segundo piso del Palacio.
¿Qué? ¿Ella está organizando esto? No puede ser posible.
De repente un GC me agarra y me pone el cañón de su pistola en la cabeza y me dejo de mover. Los demás GC lo hacen también. Es como una foto, todos están en silencio y quietos. El corazón me palpita al cien.
-¡Suéltala! –grita Susana desde el balcón.
De repente los GC bajan sus armas. ¿Qué está pasando?, ¿por qué no me disparan?
Entonces me saco el arma del sostén y le disparo al GC que me estaba apuntando en la cabeza, justo en la cabeza y salgo corriendo.
Lo más raro es que no dispararon. ¿Por qué?
Cruzo la avenida principal y llego a la otra esquina, me alejo corriendo lejos del Palacio. Nadie me persigue. Nadie dispara. Nadie se molesta en tan siquiera matarme o algo por el estilo.
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La Hermandad (1)
ActionEn un México distópico después de la Tercera Guerra Mundial, queda completamente destruido y con fallas en su política que hacen destruir lo establecido: Las divisiones políticas entre provincias, la ideología y creencias aparte de la forma de gober...