CAPÍTULO X

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Después de dos horas, encuentro a Óscar en el salón donde me dieron la bienvenida a la Hermandad. Lo encuentro sentado en el piso, sólo. Ya no entra luz por los tragaluces porque ya se ocultó el sol.

-¿Qué te pasa? –digo mientras me siento junto a él.

-Nada, sólo que... extraño a mis padres –dice con la voz cortada.

-Ellos siguen vivos, lo sé –le digo mientras lo abrazo.

Él aparta mis brazos.

-No quiero abrazos. ¿Cómo sabes que siguen vivos? –me pregunta, desesperado.

-Yo lo sé, Susana no mandó a matar a toda esa gente inocente sólo así porque sí. ¿No crees? Estoy muy segura que ellos siguen vivos, en algún lugar de esta ciudad.

-Ah, entonces ¿cuándo se supone que sepa en dónde están? –me pregunta, viéndome directo a los ojos. Sus ojos son muy oscuros.

No entiendo por qué somos primos, si en realidad no tenemos ningún parecido. Óscar es de tez morena y yo de tez blanca, sus padres son de tez morena igual que mi padre pero ¿por qué tengo tez blanca? Tal vez por mi madre.

-Alberto me encargó eso. Me quería a mí para eso –digo, encogida de hombros.

-¡Pues qué esperas! –me grita y sale del salón.

Ha sido muy grosero conmigo.



Ahora ha llegado el momento de buscar un cuarto dónde dormir. Así que busco a Karina. Pero no sé dónde está. De hecho, no sé donde estoy. Todo este recinto es como un laberinto de túneles y salones enormes. Pero ¿no hay una salida al exterior aparte de esa cabaña?

Después de caminar varios minutos sin encontrar a Karina, pero sí a mucha gente más que me mira muy atentamente, estoy en el comedor.

Así que voy al despacho de Alberto de nuevo, sin tocar la puerta tan siquiera.

-Hola señorita, ¿para qué ha venido? –me dice con su voz muy gruesa.

-He venido porque necesito saber dónde voy a dormir.

-Ah, los dormitorios están en la entrada B, justo por debajo de las escaleras de emergencia –me dice con una sonrisa completamente estúpida. Me dan ganas de golpearlo.

-Bueno, gracias –digo, me doy media vuelta pero después me regreso hacia él y digo-: Mire, yo no estaré para siempre en esta pocilga, necesito salir de aquí. Así que haré todo lo que me diga, arriesgaré mi vida pero sólo lo hago para saber dónde están mis tíos ¿entendido?

-Mira, yo soy el jefe aquí y aquí se dice lo que yo digo. Y estoy de acuerdo si algún día decides irte, pero... ¿crees que estás segura allá afuera? Aquí estás a salvo –me dice, parándose de su silla.

-Sé cuidarme sola, y sí, algún día me iré. No lo tome algo personal pero... Susana pudo matarme y no lo hizo. Asegúrese de que su "Hermandad" tenga garantía porque Susana tiene más poder que usted –digo y después salgo de su despacho hacia los dormitorios. 

La Hermandad (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora