CAPÍTULO XV

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Dos días después, me encuentro en la enfermería, el cual es un cuarto pequeño que consta de cinco camas con equipamiento de primeros auxilios. En la segunda cama se encuentra Luis con una venda en la pierna.

Sólo vine a verlo para saber cómo estaba, y como al parecer está bien, pues no tardo en salirme de la enfermería.

Por lo que sé, es de día y recuerdo haberme quedado de ver con Pedro en los huertos.

Mientras camino por los pasillos y escaleras de la Hermandad, la gente me ve con cara de admiración aunque en realidad no sé por qué es.

Cuando ya estoy afuera, o sea, en la superficie, respiro muy profundo para llenarme de aire fresco... aunque en realidad el aire que respiro está lleno de gases tóxicos, un pequeño regalo de nuestros ancestros que contaminaron nuestro país.

Camino hacia los huertos y me encuentro con Pedro el cual está sentado sobre la tierra húmeda, veo cómo el sol le pega directo en la cara.

-Hola –saludo, sentándome a su lado.

Cuando toco la tierra con mi trasero, automáticamente él me da un beso en la mejilla. No es un beso cualquiera.

-¿Cómo dormiste hoy? –me pregunta, mientras me ve a los ojos.

Sus ojos hermosos son mi debilidad.

-Pues ya sabes, no es muy cómodo dormir en un salón respirando el mimo aire que otras cien personas más bajo tierra, pero como estaba cansado pues me dormí rápido –recuerdo que él fue quien me asaltó hace unas semanas, creo que es tiempo de ver si es honesto, así que le digo-: Dime, ¿cuántos años tienes?

-Quince, ya casi cumplo dieciséis, ¿tú? –me dice con una mueca.

-Acabo de cumplir quince... ¿y tu familia?

-Se los llevaron.

Guardo silencio, creo que es lo más que puedo hacer.

No, la verdad sí puedo hacer más. Ese es mi trabajo, averiguar a dónde rayos se los han llevado.

-¿Tienes hermanos? –le pregunto, nerviosa.

-Sí, tengo dos hermanas mayores, ¿y tú? –me pregunta, noto que tiene la voz cortada.

¿Le digo que soy hija única?, por lo que recuerdo, él cree que me llamo Melisa.

-No, soy hija única...

-¿Y qué pasó con tu familia? –me pregunta, con un tono desafiante.

-Emmm... pues se los llevaron...

-No soy idiota, sé que eres hija de Carlos Figueroa. Susana mandó a matarlo, ¿creías que tu mentira iba a durar mucho?

Me quedo sin palabras.

-Perdón, es que...

-¿Melisa?, ¿en serio?

-¡Quería confirmar si eras honesto! –exclamo, alejándome de él. Él se acerca.

-¿Cómo podías confirmar eso inventándote un nombre falso? –me pregunta en un tono muy alto.

-Pues porque tú me asaltaste, ¿no recuerdas?

-Sí, sí me acuerdo. Lo hice porque estaba necesitado. Mis padres eran pobres y no podían alimentarnos bien a mí y a mis hermanas. Así que yo tenía que robar, asaltar hogares...en serio ahora me arrepiento.

-Te perdono, sé lo que sientes...

-No, no sabes. Tú como eres hija de un señor que se postuló para la alcaldía, tenías todo lo que querías...

-¡No es cierto!, me faltaban más cosas de las que crees. Ahora ya no tengo nada...

-Bueno, ya no hay que discutir, Melisa –dice Pedro en tono de burla.

Me río un poco.

-No importa si me hayas asaltado, no me importa. Pero he de confesar que desde que te vi, pues... no te he sacado de mi mente.

Dios, eso sonó muy cursi. Noto que se me sube la sangre a la cabeza y me pongo roja.

-Gracias. ¿Sabes?, desde ahora te llamaré Melisa de cariño.



Siento que nuestra relación está yendo cada vez más arriba.

Por afuera estoy muy normal, pero por dentro estoy bailando de emoción.



La Hermandad (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora