CAPÍTULO IX

29 2 0
                                    

Estoy en el comedor, el cual también está bajo tierra. Junto de mí están Luis y David. Mis primos están por ahí conquistando chicas, la verdad no sé.

Los tres estamos sentados en la décima mesa junto a una pared de concreto, creo que este lugar lo hicieron muy bien. Observo que hay ventanas en los laterales del techo, dejando que entre luz.

De repente llega Karina, y se sienta junto de mí.

-Me ha dicho Alberto que te quiere en su despacho cuando acabe la cena –me dice Karina en un tono muy dulce.

-Está bien, pero ¿dónde está su despacho?

Ella se ríe un poco.

-Al final del comedor, cerca de las escaleras que dan a la salida –me dice.

De repente, de la barra donde se encuentran las bandejas donde se deposita la comida, señoras muy ancianas depositan ahí unas cuantas verduras y legumbres. Entonces todos se paran para agarrar comida.

Cuando me paro y me acerco a la barra, ya no hay comida. Sólo agarro un vaso con agua de una bandeja y me lo bebo mientras camino hacia el despacho de Alberto.

Cuando llego, toco la puerta, pero no contestan. Así que la abro y entro.

Ya adentro, veo a Alberto sentado en un escritorio de madera muy viejo y descascarillado pero todavía sirve. Él lee un libro de pasta roja.

-Oh señorita, tome asiento –me dice cerrando el libro.

Veo una silla de madera enfrente de su escritorio así que me siento en ella. La silla cruje mientras me siento en ella. Es algo muy incómodo.

-¿Qué es exactamente la Hermandad? –pregunto, de modo serio. Viéndolo a los ojos. Sus ojos son verdes.

-Bien, la Hermandad es una asociación que yo mismo creé hace varios años, cuando yo era joven y estaba intentando pensar en crear un propio ejército para así defendernos en caso de una dictadura –dice él, parece que se lo aprendió de memoria.

-Entonces, dices que todo esto que está pasando es por... culpa de Susana, ¿no?

-Sí, bueno, supongo que eso ya habrías supuesto –asiento y el agrega-: Lo que me importa es decirte lo que procede hacer a nosotros.

-¿Qué?

-Toda nuestra ciudad está en estado de alerta. Susana mandó a matar a tu padre para que ella quedara como Alcaldesa, ahora ya hace lo que siempre planeó...

Él no puede seguir hablando porque yo lo interrumpo:

-¿Pero a dónde se lleva a toda esa gente?, ¿qué les hará?

-Hasta el momento no sé, no sé tampoco por qué ella está haciendo todas esas atrocidades. Pero lo que quiero que hagas es que investigues a dónde se ha llevado todas esas personas, y por qué particularmente de tez morena...

-Yo ya tuve un acercamiento con ella, en el Palacio mientras ella estaba en su balcón hace dos días ordenando a los conductores de los camiones qué hacer, pero no ordenó matarme. ¿Por qué? –digo mientras me apoyo la cabeza en mis manos sobre mis rodillas.

-Eso es lo que quiero que averigües –me dice él, cansado de mí por el tono en que lo dijo.

-Lo que tampoco entiendo es de dónde sacó reservas de gasolinas para tantos camiones y camionetas. De dónde sacó armas...

-Eso es lo que quiero que averigües –me repite.

Guardo silencio un momento y después agrego:

-¿No cree que me está poniendo demasiadas obligaciones? Usted creó este tipo de ejército así que ¿por qué no lo hace usted? ¡Por qué! –reclamo y después salgo furiosa por la puerta.

Cuando estoy afuera en el pasillo, veo a un muchacho de tez muy morena. De particularmente ojos muy hermosos.


Es el muchacho que me asaltó aquel día.



La Hermandad (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora