CAPÍTULO XVIII

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-¿A dónde vamos? –pregunta Óscar, quien está al volante.

Pasamos sobre un bache y todos damos tumbos.

-Vamos al norte de la ciudad –sugiere Luis.

-No, mejor aquí cerca –sugiere Pedro.

-Vamos al sur de la ciudad, donde vivía Óscar –digo.

Aquí la que manda soy yo así que mi escuadrón me tiene que hacer caso en todo lo que diga. O eso es lo que dio a entender Alberto.

En el camino no nos encontramos GC así que pudimos ir lento por las calles abandonadas y frías de la ciudad. Aunque sea medio día, se siente lúgubre andar entre estas calles deshabitadas llenas de edificios y casas a punto de derrumbarse.

Cuando llegamos a la zona donde vivían mis tíos, cruzamos la vía ferroviaria y bajamos la pendiente asfaltada para llegar a la calle justa donde está la casa donde viví unas semanas.

Recuerdo que exactamente hace casi un mes, los GC llegaron y se llevaron a todas esas personas.

Óscar estaciona la camioneta enfrente de su casa. Entonces nos bajamos.

-Hay que entrar –digo.

Óscar abre la reja metálica y entramos en el patio. Nos damos cuenta que la puerta de la casa está abierta así que entramos dentro. Ya adentro, observamos detenidamente todos los detalles de la casa.

-Sigue intacta, como si mis padres siguieran vivos –dice Óscar con la voz cortada.

-Siguen vivos, lo sé –le digo como para apoyarlo, porque la verdad creo que todos aquí presentes pensamos que están muertos.

Óscar se hinca sobre el suelo frío y por lo que veo, está rezando.

-Bueno, aquí no hay vida así que... vamos a otra casa –ordeno.

Salimos y vamos a la casa de enfrente.

Entramos por la ventana porque está cerrada la puerta principal. Caminamos entre los pasillos y cuartos de esta casa. Pero encontramos un cadáver en el baño, lleva días descomponiéndose así que ya no tiene color humano. Ni tan siquiera tiene olor humano.

Lo observamos detenidamente y por lo que creemos, era de tez blanca.

-No puede ser –dice Luis.

Pedro me abraza y me besa en la mejilla, reconfortándome.

Salimos de la casa y ahora nos dirigimos hacia la siguiente casa. En esta no encontramos nada.

Media hora después encontramos cinco cadáveres en una casa.

Recuerdo que Iván me dijo un día que teníamos insomnio, y estábamos en el campo del estadio, que a él y su familia no les había pasado nada cuando los GC atacaron. Y lo creo, porque su familia es de tez blanca, al igual que lo eran estos cadáveres.

Esto me vuelve loca.



La Hermandad (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora