Cierro los ojos mientras siento cada vez más cerca de mí el calor de las llamas. De repente, siento unas manos que me agarran de los brazos, y me jalan lejos del comedor. Pero estoy resignada a morir aquí, así que no hago ningún esfuerzo para pararme y salir corriendo y no morir quemada, al contrario, intento poner fuerza para que el individuo no tenga el tiempo suficiente para salvarme. Pero él es mucho más fuerte que yo: Pedro.
Estamos en un pasillo, mientras una ola de humo negro y espeso nos enrolla, él intenta pararme pero no tengo las fuerzas para hacerlo. Entonces él me carga en sus brazos alejándome del comedor.
Entonces es cuando entro en razón, abro los ojos y me intento bajar de él.
-Suéltame –le ordeno y él me baja. Entonces empiezo a correr de nuevo por los pasillos.
El humo avanza al mismo paso que nosotros.
Mientras estamos corriendo en estos pasillos, entrando y saliendo por los diferentes salones del recinto, me pongo a pensar: ¿Por qué tenía pensamientos suicidas?
Entonces ocurre otra explosión cerca de aquí.
Los dos perdemos el equilibrio y esta vez, caen escombros de concreto. Nos mantenemos agachados en el suelo hasta que los escombros dejen de caer.
Los escombros dejan de caer y entonces seguimos corriendo, esta vez con un poco más de precaución para no caernos. Cabe mencionar que estamos agarrados de las manos.
Justo cuando vamos a doblar en una esquina, vemos una avalancha de gente corriendo hacia nosotros, escapando de las llamas. No nos da tiempo de regresarnos para evitar chocar contra ellos, así que todos nos tropezamos y caemos al piso.
Tengo una pierna cerca de mi cabeza, un brazo debajo de mí, un cuerpo encima de mí...
Intento pararme poco a poco, empujando los cuerpos lejos de mí, pero todos nos movemos al mismo tiempo e intentamos escapar de las llamas.
Entonces otra explosión ocurre. Esta vez no pierdo el equilibrio, me pongo firme y corro agarrada de la mano de Pedro mientras esquivamos pedazos de concreto que caen al suelo.
Recuerdo que vi unos 15 GC que llegaron, entonces, ¿van a haber 15 explosiones? No me imagino la cantidad de personas muertas que se encuentran en diferentes puntos del recinto. Incluso allá afuera en los huertos debieron también de haber atacado los GC.
¿Susana organizó todo esto?
-¿En dónde mierdas está la maldita salida? –pregunta Pedro con histeria al aire mientras corremos y empujamos personas.
Recuerdo que en medio de los tres dormitorios, hay unas escaleras de emergencia que llevan al campo del estadio.
-¡Vamos a los dormitorios! –grito para llamar a su atención y parándome de repente, mientras personas chocan contra mí. Aquí huele a calor humano.
Entonces le suelto la mano, y corro desesperadamente hacia los dormitorios, que están cerca de aquí. No volteo hacia atrás para tan siquiera ver si me sigue el paso.
Doblo en un pasillo y tropiezo con unos cuantos escombros, entonces veo unas escaleras al fondo. Corro lo más rápido que puedo hasta llegar a las escaleras y subo, abro la puerta y salgo al campo del estadio.
Estando afuera, respiro aire puro... me lleno los pulmones y exhalo. Se siente bien.
Me seco el sudor de la cara con el dorso de la mano mientras me tiro de rodillas sobre el pasto.
Desde aquí oigo las explosiones que ocurren allá abajo, siento cómo tiembla la tierra debajo de mí. Oigo gritos humanos al morir por culpa de la caída de escombros.
Siento cómo una lágrima cae y se resbala por mi mejilla.
Unas horas después me encuentro en los huertos, parada junto a Alberto viendo los cadáveres que los sobrevivientes están sacando de los escombros.
-Ya no hay "Hermandad" –dice Alberto con una voz ronca, con ganas de llorar.
Yo también lloraría si estuviera en su lugar, todo lo que construyó con sus propias manos (y con la ayuda de algunos otros), ahora está destruido.
-Lo siento mucho, Alberto –le digo.
Tengo suerte de no haber muerto, hubiera muerto si no me hubiera quedado hasta el último para bajar las escaleras de la cabaña y entrar al recinto.
De repente, un señor de piel muy oscura se acerca a Alberto. Veo que su ropa está muy sucia.
-Señor, hemos rescatado a varios que estaban en los escombros, pero necesitan ayuda ya, de lo contrario podrían fallecer.
-¿Qué quieres que haga? No hay ya ninguna enfermería, ni enfermeras disponibles... todo lo que creé está ahora en la mierda –dice Alberto mientras llora.
Es la primera vez que he oído a Alberto decir una grosería.
El señor se aleja de nosotros y vuelve a su trabajo.
Veo decenas de cuerpos al lado de mí, apilados uno sobre otro. Como si fueran piedras. Es increíble todo lo que ha hecho Susana.
-¿Y ahora qué se supone que haremos? –le pregunto mientras me siento sobre la tierra.
-Susana nos atacó, entonces hay que atacar igual. No me importa si tengo que morir, pero debemos eliminarla ya. ¡Si quiere guerra, guerra tendrá! –dice Alberto, como si dijera un discurso de memoria muy emotivo.
No puedo ni imaginarme todo lo que estoy a punto de ver en lo que me resta de vida.
ESTÁS LEYENDO
La Hermandad (1)
ActionEn un México distópico después de la Tercera Guerra Mundial, queda completamente destruido y con fallas en su política que hacen destruir lo establecido: Las divisiones políticas entre provincias, la ideología y creencias aparte de la forma de gober...