A partir de aquella charla con Amaru, cada noche iba a su tienda a informarle sobre mis acciones durante el día en su tribu. Este, además, iba enseñándome algunas cosas en su idioma para poder comunicarme y curiosidades sobre su cultura. Podía ver que estaba bastante preocupado con que metiera la pata en aquel aspecto, por si intentaba discriminarles o despreciar sus creencias o forma de vivir como se solía hacer en las ciudades. Pero nada más lejos de la realidad, era una tribu que me había acogido a pesar de ser un extranjero, me habían dado alimento y, aunque no fueran especialmente cercanos conmigo, me ayudaban si me veían teniendo alguna dificultad.
La cultura de aquellas personas era realmente curiosa para mí. Al parecer era verdad que no hacían ningún reparto de tareas en función de si eras un hombre o una mujer, siquiera concebían lo que era uno u otro de la misma forma. Creían en la existencia de dos espíritus, los cuales se encuentran a la vez en las personas cuando nacen, por lo que los niños no "tenían un género" por así decirlo. No era hasta que crecían que anunciaban el espíritu que al final se había establecido en ellos, o incluso algunos seguían toda su vida con ambos. Era... fascinante.
También, con la ayuda de la madre de Amaru, fueron enseñándome más cosas sobre tratar enfermedades y heridas para hacer las veces de curandero ante problemas de gravedad leve.
— Edgar... —me llamó Suyan, ya se había aprendido mi nombre, por lo que se pasaba la mayor parte del tiempo llamándome. Además de estar cada vez que podía a mi lado.
— ¿Qué pasa? —le pregunté en su idioma.
Ella (o más bien "elle", según me había explicado Amaru sobre el género de los infantes) respondió alzando sus pequeñas manitas, dando a entender que quería que le cogiese en brazos. Yo simplemente suspiré con una sonrisa asomando por mis labios y le obedecí. Nada más hacer eso, Suyan me abrazó rápidamente y se acurrucó en el hueco que había entre mi hombro y mi cuello. Abrí los ojos en demasía por la impresión, era la primera vez que hacía eso...
Justo en ese preciso instante, vi que Amaru se aproximaba hacia mí con dos espadas, una en cada mano. Abrumado, miré hacia todas partes, creyendo que me había metido en problemas por ser demasiado cercano a alguien de la tribu, aunque solo fuese une niñe.
— ¿Y ese nerviosismo repentino? —preguntó él ladeando ligeramente la cabeza al llegar donde yo estaba, pareciendo extrañado.
No tenía ni idea de qué decir ante aquello y la expresión eternamente seria de Amaru no ayudaba mucho, por lo que intenté balbucear algo en vano.
— Bueno, yo venía porque hoy vamos a empezar con tu entrenamiento —informó él con su impasibilidad característica —. Ya es hora de que sepas defenderte en caso de que nos ataquen.
Tardé en reaccionar, procesando lo que pretendía ahora el adverso conmigo, pero cuando comprendí la situación dejé con cuidado a Suyan en el suelo, y él le dijo algo para que se fuese. Seguidamente, él me entregó una de las espadas que portaba y se dirigió a un lugar más apartado. Yo le seguí, aún sin saber muy bien de qué iba la situación.
— ¿Sabes algo del manejo de la espada? —me preguntó volviéndose hacia mí, mirándome inquisitivamente con sus orbes dorados que parecían poder abrasarme.
— Pues... no —respondí con sinceridad, esbozando una pequeña sonrisa de disculpa. En la ciudad era un consejero, no un soldado ni un guardia. Él suspiró y adoptó una pose defensiva con gesto cansado.
— Entonces tendré que enseñarte lo más básico -habló mirándome directamente a los ojos —. En guardia.
Me quité el poncho, dejando solo una camiseta de tela fina al descubierto, e imité su pose: adelanté un pie, incliné el cuerpo ligeramente hacia delante y alcé la mano en la que tenía el arma. Amaru, sin siquiera dejarme tiempo para reaccionar, se acercó a mí rápidamente y chocó su espada con la mía. Por suerte, había sido rápido al bloquear el golpe a duras penas, y solo por acto reflejo.
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El Extranjero
RomanceEdgar, un nativo de una gran ciudad al sur del gran desierto, condenado a vagar por La Tierra de Fuego por un destierro injusto, se encuentra a una tribu nómada desconocida para él. Amaru, el jefe de la tribu, se ve obligado a lidiar con el extranj...