Al recuperar la consciencia lo primero que sentí fue que una sensación de calidez me arropaba. Abrí los ojos y alcé la cabeza, encontrándome con el rostro dormido de Amaru frente a mí, a escasa distancia. Parecía que esta no le había sido una mala noche.
Él solía aparentar unos diez años más de los que tenía por su expresión seria característica y su porte firme e imponente. Pero en aquel momento no era así, en ese instante parecía incluso más joven de lo que ya era: tenía los labios entreabiertos y el rostro completamente relajado, con su cabello cobrizo desparramado sobre los cojines. Aparté unos cuantos mechones de su rostro, colocándolos detrás de su oreja con suavidad, dejando una caricia en su mejilla de paso.
Sentía que estaba en el paraíso... Sin la preocupación sobre las consecuencias de que nosotros hayamos compartido el lecho, solo éramos él y yo. Desde hacía tiempo había dejado de intentar analizar mis sentimientos y su porqué, solo me dejaba guiar por ellos y trataba de disfrutar de las sensaciones que me brindaban al lado de Amaru. Respiré profundamente, deseando que aquello nunca acabase.
Amaru empezó a despejarse, abriendo los ojos lentamente, deslumbrándome con sus iris dorados antes de lanzar un bostezo que me contagió, haciéndome reír un poco por ello. Al principio se sobresaltó por encontrarme aquí, pero pareció recordarlo todo y se volvió a relajar entre mis brazos. Lentamente, deshizo el abrazo en el que todavía nos encontrábamos y se tumbó boca arriba, poniendo una mano sobre su frente, pasando sus dedos entre su cabello. Cuando parecía que iba a decir algo, otra voz le interrumpió.
— ¿Jefe? Se está haciendo tarde —se escuchó a un guardia en la entrada hablando en el idioma de la tribu. Amaru se incorporó rápidamente, mirándome con su dedo índice sobre los labios, indicando silencio por mi parte. Por suerte, las cortinas de seda nos ocultaban de la vista del guardia.
— De acuerdo, ahora iré. Puedes irte —habló con voz serena, mirando la figura a contra luz que se veía detrás de la tela.
— Entendido —afirmó el otro con voz potente, yéndose por fin de la tienda. Amaru suspiró y se volvió a mirarme con el ceño ligeramente fruncido.
— No deben saber que estás aquí, por lo que primero saldré yo, y en cuanto veas que nadie está prestando atención, sal de aquí —ordenó a la vez que se levantaba. Había cambiado de idioma al hablarme a mí.
— De acuerdo —afirmé con un suspiro mientras sentía su aroma impregnado en las telas donde antes había estado él. Se fue de la tienda, dejándome a mí solo en ella. Suspiré, pensando en que mi momento paradisíaco acabó.
Me levanté y me asomé entre las cortinas que actuaban como puerta de la tienda, viendo que cada uno estaba ocupado con sus quehaceres mañaneros. Por lo que salí de ahí, yendo a mi tienda directamente. Dentro solo se encontraba le pequeñe Suyan dormide en el mismo lugar donde le había acostado anoche, sacándome una sonrisa aunque me sintiera un poco culpable de haberle dejado sole toda la noche. Le desperté con delicadeza y me dispuse a llevarle con les demás niñes. En el camino a donde se encontraban todes jugando nos cruzamos con Amaru, el cual solo me dirigió una mirada indescifrable. Pero vi que de pasada, este revolvía con cariño el cabello de Suyan, dejándome asombrado. Al parecer, le pequeñe estaba acostumbrade a esos gestos por parte del otro, sonriéndole de vuelta por ello. Llegamos a donde estaban les niñes y le dejé allí para ir a ayudar a los demás.
El día transcurrió con cierta normalidad, excepto por un par de enfermedades que tuve que tratar, gracias a que la difunta curandera me enseñó. También hablé algo más con Ailin, la verdad era que ella era muy agradable y al parecer era una amiga de la infancia del de ojos dorados. Me causaba curiosidad saber que aquella mujer había visto a aquel hombre tan serio e imponente siendo un niño inocente.

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El Extranjero
RomanceEdgar, un nativo de una gran ciudad al sur del gran desierto, condenado a vagar por La Tierra de Fuego por un destierro injusto, se encuentra a una tribu nómada desconocida para él. Amaru, el jefe de la tribu, se ve obligado a lidiar con el extranj...