Capítulo 13

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Mary miró de nuevo al policía, quien esperaba con paciencia que Mary completara su respuesta. Sacudió la cabeza y lanzó un suspiro, lista para continuar con la historia.

—Bueno, llegué a casa y cuando lo hice mi gato no salió a saludar, como acostumbraba hacerlo cuando llegaba tarde.

El policía no apartó la mirada de Mary ni un segundo después de su repentina distracción. Parecía que dudaba de ella gracias al suceso anterior, pero eso no evito que Mary continuara con su historia con la mayor firmeza que podía.

—» Y cuando entré, lo encontré en el sofá, acostado, muerto. —Al decir esas palabras, Mary recordó aquella foto que le había mostrado el policía la primera vez que se encontraron. Aun no podía olvidar los ojos sin vida de Lemir, la forma en que le miraban y su cuerpo ensangrentado. Ella lo había causado, aunque ahora tenía que dar otra versión de los hechos.

—Entré en pánico y lo enterré en el patio de Ángel para evitarme problemas—prosiguió, un poco más distraída de lo habitual—. Él me vio, así que supongo que al hacerlo, asumió que yo lo había matado.

Era consciente de que su explicación no había sido la mejor. Su seguridad se había esfumado casi por completo, sin embargo agradeció que por lo menos no hubiera tartamudeado en el proceso.

— ¿Está bien, señorita Morgan?—La expresión del policía después de terminar le afirmo que lo que había dicho no era del todo convincente—. Se ha puesto usted pálida.

¿Pálida? No, no podía estar pálida. Eso denotaba debilidad y ella no debía mostrarse débil.

Se tocó la cara en un acto involuntario y se estremeció por completo. Estaba fría, casi como si estuviera muerta, pero sentía los latidos en su pecho.

¿Qué estaba mal ahora?

—Es-estoy bi-bien—Mary sintió sus ojos cerrarse de manera involuntaria. Se sentía tan cansada, tan débil. No debía mostrarse así en aquellos momentos—Me siento muy bien.

Abrió los ojos de manera rápida y se sintió mareada, cansada y frágil. El policía, en un intento de hacerla reaccionar, puso una mano en su hombro, pero Mary parecía perdida. Observó, antes de recobrar la concentración, como Ángel entraba de nuevo en su vivienda.

¿Él huía, igual que ella lo hacía?

Sintió el calor subir de nuevo a su rostro y las fuerzas volvieron a su cuerpo.

¿Qué había sucedido?

— ¿Señorita Morgan? —El policía sacudió el hombro de Mary por enésima vez y ella le miró con una sonrisa, como si nada hubiera ocurrido.

—Lo siento. —Su disculpa estaba vacía por completo—. Necesito descansar.

—Puede volver a casa. Con la información que me ha dado es suficiente. —Mary se giró para volver a su hogar, pero se detuvo al escuchar las últimas palabras del oficial—: A veces las mentiras son malas para la salud, Mary.

Se giró, pero él ya no estaba en el lugar. Lanzó un largo suspiro y observó por última vez el coche de policía en la calle. Caminó hacia su casa, con paso lento, mientras intentaba analizar las palabras del oficial.

¿Lo sabía? ¿La había descubierto? Tal vez solo estaba más paranoica de lo normal. Lo más probable era que intentaba decirle entre líneas que necesitaba algo más que un descanso para recuperarse.

Llegó a la entrada después de mirar la calle por última vez. Los policías aún no se habían retirado y seguían con el análisis de la escena. Las luces de las casas ya estaban apagadas y lo único que alumbraba el vecindario eran los faroles en cada cuadra.

Su energía parecía algo casi inexistente. Sus brazos estaban cansados y tenía unos cuantos rasguños y una raspadura en su codo gracias al accidente. Parecía que sus ojos se iban a cerrar y que iba caer en el césped en cualquier instante.

Sacó las llaves de su bolsillo y se dispuso a abrir la puerta, pero alguien tocó uno de sus brazos para llamar su atención.

—Mary—dijo una voz a sus espaldas. Se giró y observó a la chica que acompañaba al oficial, quien le dedicaba una sonrisa cálida—. Han dejado esto en la estación de policía para ti.

La chica le extendió un sobre que llevaba entre sus manos, y Mary lo agarró con suavidad. Le agradeció con un asentimiento de cabeza y una sonrisa, y la chica se alejó mientras agitaba la mano en el aire en modo de despedida.

Mary observó el nombre de a quien había sido enviada la carta y, efectivamente, ahí estaba su nombre escrito. Pero lo que más sorpresa le causó fue ver el remitente escrito en mayúsculas.

Lemir le había enviado una nueva carta.



Cuando los gatos van al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora