Capítulo 17

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El sudor empezó a recorrer el rostro de Mary desde el inicio de la pesadilla de aquellas noche. Una versión más joven de ella le miraba desde la noche y le sonreía con sorna, mientras en su mano llevaba una bolsa con una punta reluciendo en un bordo: un cuchillo. A su alrededor otro par de chicas observaban con atención una de las casas vecinas, una de fachada gris y descuidada con el techo a punto de caerse.

Se estremeció, como si algo atrapado hubiera salido de ella, y de repente no solo observaba a lo lejos, sino que sentía y veía. Ahora era ella la protagonista.

La bolsa entre sus manos picaba y su corazón palpitaba con rapidez en su pecho. Escuchaba risas de parte de sus compañeras, pero ella no se enteraba de lo que hablaban, de lo que reían.

Empezó a escuchar pasos a su alrededor, pero su cabeza se negaba a mirar a los lados, se mantenía inamovible, con la mirada al frente. Antes de que pudiera hacer nada, se escuchó el lamento de un gato en la vivienda y pasos que corrían hacia otra dirección. Entonces su cabeza pudo moverse. Levanto un poco su barbilla y lo que observó no parecía muy favorecedor. Un niño de expresión triste le observaba desde la terraza, con un gato inerte en las manos. Su mirada lo decía todo: aunque Mary era inocente, aunque la culpable había escapado, el cuchillo entre sus manos la acusaba aunque ella no lo quisiera. Y, además de todo, expresaba sed de venganza.
Y el alma abandonó su cuerpo.
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El sonido del timbre interrumpió la pesadilla aquella mañana. La mañana se mostraba a través de las cortinas y todo le aclaraba que ya había amanecido, que había llegado el día. El último de todos.

Mary se levantó sin esfuerzo; las fuerzas que había perdido el día anterior por fin habían regresado. Se dirigió a la puerta con una cobija en los hombros y la abrió para recibir a la persona al otro lado, sin importar la apariencia que pudiera tener.

—Señorita Morgan...

—Mary—corrigió ella, mientras sostenía la puerta para evitar que se cerrara-. Puede decirme... Mary.

El oficial sonrió con lentitud y dio un paso para poder entrar. Llevaba las manos en los bolsillos y no llevaba su uniforme habitual, algo bastante informal.

—He venido aquí para...—Hizo una pausa de algunos segundos, como si reflexionara sus próximas palabras—. Supongo que te preguntaras para que he venido.

Mary asintió, mientras retiraba la cobija de sus hombros. La puso en uno de sus antebrazos para que no cayera y esperó que el oficial prosiguiera.

—He venido para algo especial-anunció casi con emoción—. Algo que hemos esperado durante estos días y algo por lo que tú has sufrido todo este tiempo.

Mary arrugó la frente y ladeó la cabeza, mientras procesaba la información en su mente. Solo hubo una cosa que le paso en aquel instante, algo que cumplía con todas las características, pero el pensamiento fue interrumpido por la voz del oficial.

—Pero antes ¿Te parece si damos un paseo?

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Mary se sentía claustrofobica en aquel auto. Todas las ventanas estaban cerradas y el aire acondicionado no quiso funcionar cuando más lo necesitaba. El sudor recorría su cara y cabeceaba cada tanto a causa del calor. De no ser por el sonido de la radio y las preguntas del oficial, hubiera dormido un buen rato mientras iban en la carretera principal.

—¿Tienes alguna idea de lo que va a pasar?—preguntó el oficial, evitando por enésima vez que Mary cayera dormida.

—Alguna—respondió, con la idea rondando por su mente—. Pero creo que no es correcta.

Lo último que dijo era más un deseo que cualquier cosa. Esperaba que su teoria no se convirtiera en realidad y que todo saliera bien por esa vez. Pero eran tan solo esperanzas, las pocas que le quedaban.

—Supongo que no la vas a compartir conmigo. —El oficial parecía no esperar respuesta, y no la obtuvo, pues Mary prefirió guardar silencio.

El auto se detuvo y Mary observó el parque central desde la ventana. El sol resplandecía y las personas alegres corrían por el prado; algunos cogidos de la mano y otros en soledad.

—Aquí no es nuestra parada—aclaró el oficial al ver la expresión de alegria que Mary llevaba—. El lugar a donde vamos queda cerca, pero es un poco peligroso andar con un coche de policia por esos lados.

Mary borró la sonrisa de su rostro y un gesto de confusión la reemplazó. Recordó las últimas palabras del oficial antes de dirigirse al auto e hizo la pregunta que tenía en la punta de la lengua.

—¿No ibamos a dar un paseo? —Mary arqueó las cejas y espero una respuesta de parte del oficial.

—Ya lo hemos dado. —El oficial no dijo nada más y abrió la puerta del auto —. Vamos.

Mary obedeció, mientras en su mente intentaba resolver el revoltijo que tenía desde casa y que no había podido resolver en el tiempo que estuvo con él.

¿Para qué la necesitaría el oficial?

Empezaron a caminar por el anden, aun con el sol de la mañana, que empezaba a disminuir gracias a las nubes que comenzaban a taparlo. El cielo anunciaba que después de aquella mañana soleada vendría una tormenta. Una tormenta perfecta para la ocasión.

Las casas de los alrededores se volvieron cada vez más desgastadas, hasta el punto en que en una parte del camino ya no habían más viviendas, solo callejones sin salida, casi sin retorno.

—Te he dicho que era un lugar peligroso, no entiendo tu cara de sorpresa. —Mary dirigió su mirada hacia el policia y cambió su expresión casi de inmediato—. Es aquí el punto donde debo decirte para que te he traído aquí.

Algunas sirenas de policía empezaron a sonar a lo lejos, bastante lejos. El corazón de Mary se detuvo por un segundo y un mal presentimiento paso por su mente y un escalofrío recorrió su espalda.

—Estoy aquí porque fue comprobado que has matado a Lemir.

Entonces el ruido de fondo ya no se escuchaba y la respiración de Mary se volvió lenta y ruidosa. Gotas de lluvia empezaron a mojar su cara y la de él, pero no le importó.

Todo aquello paso a un segundo plano, pero algo interrumpió aquel momento de nervios y escepticismo. De un momento otro, un cuchillo se acercaba a toda velocidad detrás del oficial, directo a su cabeza, y sin que pudiera esquivarla o reaccionar, atravesó su cráneo con un golpe seco.

El cuerpo del oficial terminó en el piso después de unos segundos, con Mary manchada del liquido escarlata, sin moverse. Las sangre salía en abundancia y el oficial lanzaba algunos gemidos con las pocas fuerzas que le quedaban. La cara de horror estaba plasmada en ambos y el miedo recorría a Mary de los pies a la cabeza.

Se agachó y agarró una hoja atrapada entre el mango del cuchillo con las manos temblorosas. La abrió, esperando encontrar una respuesta a sus preguntas, pero solo encontró cuatro palabras que fueron suficiente explicación para ella.

"Aún no es tiempo"

Mary miró de nuevo al policia, y él la miró por última vez con los ojos inyectados en sangre, y tanto su respiración como sus latidos se detuvieron en aquel instante, y no hubo más ruido. Solo silencio.






Cuando los gatos van al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora