Capítulo 5

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Mary encendió la luz del salón principal y se sentó en el sofá con la carta en las manos. Había quedado en conmoción después de haber terminado de leerla pero, sobretodo, había quedado así gracias a la firma final.

Había dado vueltas por su casa, visto televisión, pero siempre estaba en su mente todo aquello. ¿Por qué no podía simplemente olvidar el tema?

El timbre sonó, sobresaltándola. Caminó hacia la puerta, dejando la carta en la mesa de al lado.

Cuando abrió la puerta, un policía joven se presentó ante a sus ojos y la saludó amablemente.

—Nos hemos enterado de la situación de su gato—soltó luego de estrechar sus manos.

Mary resopló. Estaba cansada de tener que escuchar sobre el tema todo el día.

— ¿Qué pasa con ello?

El hombre tosió un poco, y sacó una hoja de su bolsillo. Se la tendió a Mary, quien la agarró sin apuro.

La letra era poco clara y la luz era tenue, por lo que Mary tuvo que hacer un gran esfuerzo para entender lo que decía.

—¿Qué es esto?—preguntó confundida.

El policía le retiró la carta de las manos y la guardó de nuevo en su bolsillo.

—Una persona cercana a nosotros nos ayudó a interrogar a Ángel, la persona que la acusó esta mañana de matar a su gato.

Mary abrió los ojos sorprendida. Había escuchado el auto de Ángel alejarse, pero nunca pensó que se fuera a reunir con la policía.

— ¿Que les dijo?

—Bueno—comenzó —, solo nos hemos enterado de que el declaró que usted enterró el gato en su patio.

Mary tragó saliva. No quería ser arrestada en ese instante, pero recordó con rapidez que era casi imposible que el policía supiera de su culpabilidad.

—Sin embargo—continuó el policía luego de unos segundos—, dudamos de la veracidad de los hechos.

Mary corrió uno de sus pies hacia atrás con disimulo. Estaba nerviosa por la presencia del policía.

Movió el pie hacia adelante y hacia atrás, mientras escuchaba las palabras del policía.

—Nosotros no creemos que usted haya matado a su propio gato.

Mary sintió la culpabilidad expandirse por todo su cuerpo. Dejó el pie quieto en el aire, y observó al policía, titubeante.

— ¿Qué me quiere decir con todo esto?

El policía suspiró. Mary sospecho que lo que estaba a punto de decir no sería nada bueno.

—Queremos que vaya a declarar para la policía—declaró al fin, acomodándose las mangas de su camisa.

Mary asintió con la cabeza y cerró la puerta, indicando que necesitaba tiempo para cambiarse. Pero eso no era lo único que iba a hacer.

Dejo la luz de la sala encendida y subió las escaleras con rapidez, lanzando maldiciones en su mente. ¿Por qué le sucedía todo aquello? Tropezó en el último escalón, derribando una mesa con su mano. El sonido del florero rompiéndose llamó la atención del policía.

— ¿Está todo bien?—gritó desde afuera. Mary gruño un poco por el dolor.

—Perfecto—respondió—. Me he tropezado, es todo.

Se levantó lo más rápido que pudo y caminó hacia su habitación, cojeando y encendió la luz . Su mirada se dirigió directamente a su cama. Ahí, encima del edredón, se encontraba una carta, la ventana estaba abierta y la manija estaba rota, lo cual le indicaba que alguien había irrumpido en su habitación. Su corazón se aceleró.

Dejo las preguntas que se formaron en su mente en ese momento a un lado y siguió su camino hacia la ventana. Se asomó y observó al policía parado al frente de la puerta. La ventana quedaba demasiado cerca de la puerta así que, si escapaba, se daría cuenta fácilmente y la atraparía.  No podría escapar por ahí.

Regresó a su cama, agarró la carta y salió de la habitación, caminando con dificultad.

Se decidió por salir, de nuevo, por la ventana de su vecino. Rezó en su mente porque esta vez no se diera cuenta, y se sentó en el marco con la carta en la mano. La abrió con total tranquilidad, pero aun así con el corazón acelerado. La carta tenía poco escrito, pero aun con su poco contenido, le quitó el aliento.

"Recuerda que yo no seré la única víctima de todo esto"

Y apenas leyó eso, salto de la ventana, lista para correr, para escapar.


Cuando los gatos van al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora