Capítulo 1

675 75 15
                                    

Corría, escapaba de aquel momento que le atormentaba desde la noche anterior. Esquivaba a las personas con facilidad y agudeza. En su mente, intentaba no volver a reproducir la imagen de su gato muerto, pero por más que lo intentaba seguía apareciendo el recuerdo.

Se había limpiado la sangre la noche anterior con guantes, ya que no quería tocar la sangre de su pobre gato. Quemó la bolsa para no dejar huella alguna y escribió una carta a su madre diciéndole que no la iba a visitar ese fin de semana.

Cuando se recostó a dormir, los recuerdos de la noche volvieron a ella, y cerró los ojos con fuerza para poder olvidar. Y era lo mismo que hacía en ese momento. Cerraba los ojos con fuerza, mientras intentaba guiarse con las voces para poder evitar un choque.

Pero aun así chocó. Cayó en el suelo y abrió los ojos, mientras intentaba levantarse con rapidez para pedirle disculpas a la persona.

—Ni te molestes—dijo Ángel antes de que Mary abriera la boca—. Igual, yo también iba distraído.

Mary asintió con la cabeza y lo esquivó para poder seguir su camino. Esta vez mantuvo los ojos abiertos para evitar otro choque. Pasó al frente del parque y observó que la mayoría de personas estaban reunidas en círculo. Se acercó con disimulo y observó a la persona que estaba en el centro de este.

—Supongo que se preguntaran que hacen aquí—exclamó Ángel para que todos lo escucharan.

Mary pasó por en medio de la gente y logró llegar a un lugar donde podía ver con claridad. Ángel llevaba una bolsa en la mano. ¿La llevaba cuando se chocó con ella? ¿No iba él para el otro lado?

—Pues bien, quiero decirles algo importante.

Observaron a Ángel, a excepción de algunos que aun hablaban en voz baja. Ángel metió la mano en la bolsa y sacó un gato muerto de ella: se podía ver un agujero en la mitad, y bastante sangre esparcida en su pelaje. Todos soltaron una exclamación. Mary casi gritó, pero como siempre, decidió ser prudente y guardar silencio.

—Este es Lemir—explicó—. El gato de Mary.

Segundos antes, Mary era ignorada por la mayoría de personas alrededor. Pero después de que el nombre fue mencionado por Ángel, todos voltearon a mirarla. Algunos con miradas interrogativas, otros con sorpresa, pero todos tenían la mirada fija en ella.

—Lo encontré esta mañana enterrado en mi patio—continuó caminando, mostrando el gato a las personas.

Algunos habían apartado la mirada de Mary y miraban el gato con asco, mientras otros se tapaban los ojos con las manos para no observarlo.

—¿Quién lo mató?—preguntó alguien del público, y Ángel respondió con una sonrisa.

—Morgan, por supuesto.

Mary abrió los ojos, sorprendida por que él lo supiera y todos volvieron a mirarla sorprendidos, buscando alguna explicación por su parte.

Sin saber qué más hacer, lloró. O por lo menos fingió hacerlo. Había actuado la mayoría de su vida, por lo cual no le fue demasiado difícil fingir el llanto y las lágrimas que salieron de sus ojos. Todos la miraron con sorpresa, incluso con voz entrecortada. Todos la miraron con un poco de lástima, pero Ángel aún seguía con las cejas unidas

—L... llegué a c... casa—tartamudeó entre sollozos—,y lo encontré m... muerto.

Todos lanzaron aspavientos de sorpresa. Entretanto, Ángel fruncía aún más el ceño.

—Y...y no sabía que hacer—susurró con voz entrecortada. Todos la miraron con un poco de lástima, pero Ángel aún seguía con las cejas fruncidas—. A... Así que lo enterré en casa de Ángel, ya que él tenía jardín.

Mentía. Ella también tenía jardín, solo que su jardín estaba en la parte de atrás y nadie lo notaba. Pero debía librarse de todo aquello. De ser la sospechosa de un asesinato que, aun cuando lo había cometido, el acto no había sido completamente voluntario.

—¿Y por qué no le contaste a nadie?-preguntó Ángel, buscando otra oportunidad para inculparla.

Mary se secó las lágrimas con su camisa y dirigió su mirada al público.

—No quería dar lástima—respondió.

Ángel metió el gato a la bolsa con furia y salió del lugar con paso firme. La gente se dispersó, dejando al parque en un estado normal; la mayoría de gente susurraba sobre lo ocurrido.

Mary corrió de nuevo por la misma calle, buscando la salida de aquel lugar. Esquivó a varias personas y las preguntas que estas le hacían. Llegó a su casa, se paró en frente del portón y metió la llave en la cerradura. Entro con rapidez, cerró la puerta con fuerza y se sentó en el piso, agitada.

Mary suspiró. Se había salvado por esa vez.

Pero no sabía cuántas veces estaría en peligro. Y no precisamente de ser culpada de asesinato, sino también de ser la victima de uno.

Cuando los gatos van al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora