Capítulo final

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La sangre en su cara y el cadáver en sus manos hacían que Mary se sintiera cada vez más aterrada. El ruido de las sirenas llegó de nuevo a sus oídos. Su respiración empezó ralentizarse y las gotas de lluvia caían en sus mejillas más abundantes que antes.

Apoyó las manos en el piso y se levantó, sin separar la mirada del cadáver del oficial. Sintió que un escalofrío subía por su espalda y retiró la mirada con disgusto. No pudo evitar recordar aquella noche en la que mato a su gato, cuando no soportó mantener la mirada por más de cinco segundos en el cuerpo inerte de Lemir.

Giró su cuerpo para poder observar la calle, y vio a Ángel tirado en el andén, quien miraba hacía su lateral izquierdo mientras tosía con fuerza.

Mary observó el lugar y aguantó un grito al ver la escena que se presentaba. Se alejó un poco para ver mejor y contuvo la respiración. Un auto color negro se había estrellado contra uno de los postes de luz y despedía humo principalmente de la parte del motor. Pero la parte que más efecto causó en Mary no era el auto en si, sino la expresión del que lo conducía: una sonrisa llenaba su rostro cubierto de sangre, aun cuando su cara había quedado entre uno de los vidrios rotos del parabrisas.

Eran demasiadas cosas en un día, demasiado que soportar. Sus pies se durmieron en aquel instante y no quisieron responder cuando quiso voltearse, como si se negaran a dirirgirse a otra parte. Como si aquel fuera el lugar perfecto.

Lo único que pudo hacer fue girar la cabeza. Ángel se levantaba del suelo desde el otro andén, tenía algunos rasguños sangrantes en la cara y su expresión seria denotaba que había podido observar el accidente. Apenas estuvo en pie, cruzó la calle hasta quedar en frente de Mary y la observó fijamente por unos instantes.

—¿Por qué?—Mary fue la primera en hablar. Su expresión era seria y sus ojos brillaban, como si las lágrimas estuvieran a punto de salir—. ¿Por qué haces todo esto, Ángel? No te veo muy interesado en otras muertes animales de la ciudad ¿Por qué yo?

El silencio reinó por unos segundos y lo único que se escuchaba era el ruido de las sirenas de fondo, cada vez más cerca. Ángel dudó antes de responder, pero al final se decantó por confesarlo todo.

—Fue hace un tiempo. —Ángel se apoyó en el poste del accidente con los brazos cruzados—. Aun vivía con mis padres, pero ellos no estaban mucho en casa.

Mary imaginó una historia larga, de esas de las que si se recortaba una sola parte dejaban de tener sentido. Pero por la expresión de Ángel, por los brazos cruzados y el ceño fruncido, dedujo que la parte donde ella aparecía en la historia no demoraría en llegar.

—Tenía un gato—prosiguió, aunque ahora su expresión era más bien de dolor-. Siempre me acompañaba cuando mis padres se iban y me dejaban solo en casa, era lo único que tenía.

El rumbo de la historia empezaba a darle un mal presentimiento. Mary recordó la pesadilla de la noche anterior, pero no pudo hacer demasiada memoria pues solo veía algunos retazos en su mente.

—Una noche decidí dejarlo en la terraza para que durmiera tranquilo, no pensé que pudiera pasar algo malo. Pero paso, y fue lo peor que me pudo haber sucedido. Cuando llegué, después de escuchar ruidos arriba desde mi habitación estaba... muerto.

Mary abrió los ojos y rememoró una escena específica del sueño. El chico asomado en la terraza con el gato en mano...

—Y te vi a ti. —Sus ojos ahora eran brillantes y una lágrima fugaz resbaló por su mejilla—. Tenías el cuchillo en mano y eras la única ahí. Sabìa que habías sido tú.

Entonces todo quedó claro para ella. El recuerdo de esa noche llegó a su mente como un rayo de luz y empezó a negar con la cabeza al ver que todo era un malentendido.

Cuando los gatos van al cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora