La hora lentamente se acercaba, las cosas en mi habitación volaban de un lado al otro y siempre sentía una inevitable inconformidad frente a todo aquello que agregaba al conjunto. Mi madre, como la fiel escudera que era, estuvo a mi lado arreglando apresuradamente cada detalle que vio conveniente, ella afirmaba muy felizmente lo bien que le habían venido para momentos como este todo el tiempo invertido en lecturas de revistas de última moda. Sus consejos no estuvieron del todo mal, de ser por mí nunca hubiera logrado el cometido a la hora indicada, pero gracias a ella me encontraba lista a la hora establecida.
Entonces, el tan esperado sonido llegó y el timbre retumbo por toda la casa, el chico esperaba por mí.
Yo no era de las que creen en cuentos de hadas, pero al dar los últimos retoque y verme frente al espejo, sentí que lo único que faltaba era una diadema para ser una princesa. El vestido con el que Oliver me había sorprendido era simplemente una majestuosidad, no comprendía como si yo busqué de forma desquiciada algo que ponerme durante días, él en tan solo un instante dejó un paquete en mi casa con el vestido perfecto.
Su largo era el ideal, no era muy corto pero tampoco pasaba por una túnica, el que estuviera cortado a unos centímetros por encima de mis rodillas realzaba mis piernas en buena manera. Utilicé unos tacones oscuros con una ligera correa para contenerlos, un cinturón dorado que permitía ajustar el vestido aún más a mi cintura, escogí un bolso de púas pequeño que pertenecía a mi mama, y sobre todo el detalle final era el collar que Oliver me había regalado por mi cumpleaños hace algún tiempo atrás.
Al cruzar mi melena en bucles por encima de mi hombro derecho, vi como desde ese día el color de mis ojos se habían convertido en un verde tan intenso como el del vestido que utilizaba.
Antes de salir al pasillo tomé un último respiro, tendría que sentirme completamente segura del paso que estaba por dar. Caminé lentamente hasta el borde de la escalera y allí me encontré con todos.
Reí un poco al ver como Oliver se había quedado un tanto boquiabierto a mi entrada; luego sentí algo de vergüenza por una improvisada foto que mi padre tomo para inmortalizar el momento; finalmente sentí tristeza, mi madre tenía los ojos húmedos y se notaba la resistencia que hacía para no desmoronarse frente a los allí presentes.
-Más te vale que tomes una foto mejor.
Todos rieron, los ánimos se habían calmado.
-Colócate junto a Oliver, les tomaremos una foto juntos –Dijo mi madre.
Miré a Oliver, su vista estaba cegada y una risa de tonto no se apartaba de él. Estaba realmente hermoso esa noche. Camine a su lado y bajo el marco de la puerta nos abrazamos para saludarnos, hasta ese momento no nos habíamos dirigido palabra alguna.
-Me has dejado sin palabras –Susurro a mi oído-, estás simplemente perfecta.
Sus palabras zumbaron por mis oídos como canticos de ángeles, no bastó mucho para sonrojarme y querer hundir mi cabeza en lo profundo de la tierra.
-1... 2... 3... Listo, ha quedado hermosa –Mi madre se apresuró a agregar-. Ambos se ven hermosos.
-Entonces nosotros ya nos vamos –Anunció Oli.
-Cuida de ella –Dijo mi padre-, lleguen a la hora ya acordada.
-Así será, señor Allen.
Oliver se veía encantador siempre que se veía amenazado por mi padre, emanaba una dulzura que era difícil de explicar. Antes de marcharnos me despedí de todos con un beso, incluso del pequeño de la casa que al parecer no me dio importancia y siguió viendo sus caricaturas en el televisor.
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Descendientes
Novela JuvenilPor muy extraño que me parezca, todo comenzó por algo tan absurdo como haberme enamorado de la persona menos indicada. Ya habrán pasado unas semanas desde aquel culpable incidente que dio un vuelco a mi existencia, un incidente que destruyo todo lo...