Capítulo XXX -Luvia y truenos-

906 9 2
                                    

Su respuesta fue rotunda.

-No.

El chico era hermoso, eso era algo que no se podía negar. Pero sus rubios y lagos cabellos, el brillar de sus terribles ojos azules y la conformidad casi perfecta de su increíble cuerpo, se veía rápidamente eclipsado por la personalidad tan desagradable y un carácter de miles de demonios.

Habíamos llegado a Tristán con una simple pregunta, creímos que de su parte encontraríamos una respuesta casi sensata, pues como él mismo se hacía llamar "guardián de guardianes" nuestra viva molestia no dudo esperar.

-Como se lo dije a la otra –Su voz retumbó por el amplio salón-, no iré con ustedes.

Con "la otra" se refería a Lydia, según Tristán nos informaba, hace tan solo dos días ella se estuvo paseando por el mismo sitio en el que nos encontrábamos.

Firme aun en su respuesta, no escuchó a nuestras suplicas. Vociferé mis molestias de la manera más petulante que pude y salí de allí inmediatamente, quise pagarle con la misma moneda.

La puerta cerró a mis espaldas, pero al dar unos cuantos pasos más, lejos de todo aquello, la puerta sonó nuevamente. Me giré impaciente, sabía que no era la primera vez que armaba un berrinche de tal magnitud, dude por un instante que sería Madeleine o Rick que vendría en mi dirección exigiendo mis disculpas. Pero no fue así del todo, Oliver tenía un paso apresurado, en su rostro se marcaba la satisfacción pura del orgullo.

-Increíble espectáculo el que montaste allá adentro –Su endiablada sonrisa curva era el imán perfecto para mí.

-Lo lamento sí, ¿eso es lo que quieres oír?

-Para nada –Aun seguía con su sonrisa, pero nunca me dejó de observar-, hiciste algo que muchos allí adentro querían hacer, solamente tu tuviste el valor para llevarlo a cabo.

Agache mi mirada, en mi corazón siempre existió una terrorífica duda que me impedía estar por completo con Oliver. ¿Por qué hiciera lo que hiciera, él me seguía viendo con esos ojos?

Suavemente me tomo del hombro y sin mediar ninguna palabra me indicó que lo siguiera, y eso hice. Caminamos juntos, uno al lado del otro, durante algún tiempo. En ese instante era muy feliz.

-Es impresionante la majestuosidad de estos lugares –Dijo rompiendo el silencio-, y más impresionante es si te tengo a ti a mi lado Kel.

Quise responderle, pero balbuceos sin sentido, estaba completamente apenada.

-Gracias por brindarme esta experiencia.

-No agradezcas nada –Mi mirada regresó al suelo-, aunque es increíble lo que hemos hecho, desearía que no fuera por los motivos que tenemos.

Él se detuvo en seco, la respiración en sus fosas nasales era fuerte y entrecortada –Era algo que se le podía atribuir al insufrible frio irlandés-, tomó mi mano y me dirigió a un húmedo banco que se encontraba a las afueras de la fortaleza de trueno, hogar del nada encantador Tristán.

-No me digas lo que sé que dirás –Le dije.

-No pensaba hacerlo Kel.

-Pues bien.

Durante un largo tiempo los dos nos mantuvimos en silencio, solo podía observar las cosas a mi alrededor. Oliver solo podía observarme a mí.

-Aunque no lo quieras oír, lo diré –Había tardado demasiado.

Intenté callarlo, pero fue inútil.

-Sabía desde un inicio que venir para acá sería una tarea inútil, ese chico apenas si conoce de la vida exterior y de la normalidad. Entiendo muy bien que hay cosas que desconoces Kel, pero no permitas ser arrastrada por las decisiones que toman los demás, solamente por creer que te hacen un bien.

DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora