CAPITULO XII -Despertar-

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Mi mente regresaba de las tinieblas, sentía mi cuerpo frio, apenas si podía respirar.

-Vamos amiga, tú puedes con esto.

Esa voz, reconocía muy bien esa voz.

-Dale espacio Ruth, debe descansar.

Otra voz familiar llegaba a mis oídos.

-Lo sé maestra, pero debe entender que ya son tres días de desconcierto.

-Le daremos los días que sean necesarios para su recuperación, ni yo, ni tú, ni nadie conoce lo que se debe sentir el estallido de una estrella en el interior de su cuerpo. Kelly sí, hace tan solo tres días sufrió una supernova y ahora depende de ella enfrentarse a su recuperación. De nosotras no queda más nada por hacer, solo esperar.

¿Tres días dormida?, ¿Supernova?, ¿Que podría ser todo aquello que oía?

Sonidos se escuchaban a mi alrededor, personas moviéndose, botellas chocando, susurros de palabras q no podía entender.

De pronto el sonido de una puerta opacó al resto, pasos y una mano cálida toco mi rostro de una forma muy dulce.

-¿Alguna información del chico Rick?

-Nada Madeleine, está completamente inconsciente. He intentado todas las técnicas que se me fueron enseñadas en mi preparación de guerrero protector, pero ninguna ha surgido efecto.

-¿No hay nada que podamos hacer? –Preguntó Ruth desesperadamente- De ocurrirle algo, Kel quedaría completamente destruida, Oliver es muy importante para ella. Es algo que nunca me lo perdonaría.

-Por los momentos solo esperar.

Oliver, hablaban de Oliver. Por una milésima de segundo mi cerebro decidió reaccionar, era momento de poner la maquina nuevamente en circulación. Pero no había sido consciente del daño que había sufrido hasta ese momento.

Absolutamente todo mi cuerpo se encontraba inmóvil, ninguna extremidad obedeció mi orden de movimiento. Me sentía prisionera en mi misma, llegué a creer que estaba muerta por un instante, la desesperación empezaba a recorrer mis entrañas, manifestándose en un estruendoso grito en mi interior, que en la realidad no llegó a ser más que un simple quejido, quejido que Ruth, la que aun sostenía mi mano fuertemente, pudo escuchar.

-¿La escucharon? Esta viva –Gritaba mi amiga con gran felicidad.

-Guarda silencio niña –Le reprendió la anciana Sra. Madeleine-, corre y avísale a sus padres que ya ha dado señales de mejoramiento.

Ruth soltó mi mano, no sin antes darme un cariñoso abraso, mi débil tacto sintió algo húmedo en mi mejilla. ¿Serian lágrimas?

-Iré inmediatamente maestra.

Y así fue.

Yo creí haber gritado, aunque realmente fue un simple quejido, un dolor inmenso no se podía separar de mi cabeza.

Me forcé para abrir los ojos, la claridad era impresionante. En un inicio todo fue simplemente una nubla, algo borroso a lo que le costó -poco a poco- tomar forma y terminar convirtiéndose en lo q era mi habitación con Rick y la Sra. Madeleine parados mirándome.

-Valla susto que nos diste Kel –Dijo Rick, al mismo tiempo que intentaba acomodarme en una posición más cómoda en la cama.

No pude responder, no podía articular palabra del dolor.

-Déjala terminar de descansar, seguramente está agotada –Agradecí tremendamente esas palabras de mi mentora.

De pronto la puerta se abrió y mis padres llegaron, se posaron cada uno a mi lado. No los había visto tan tristes y al mismo tiempo tan felices, desde el nacimiento del pequeño Jobs.

Dijeron unas cuantas cosas, yo apenas si podía asentir o negar con la cabeza. No quería saber mucho más, solo del estado de Oli.

Me forcé por decir al menos una palabra, mi pecho ardía y mi garganta quemaba, pero por fin salió de mí.

-Oli.

Todos se sorprendieron de lo bien que estaba evolucionando, todos menos Ruth, su mirada se tornó turbia y triste. Bajo su rostro, con la vista fija en el suelo y luego la dirigió a la pequeña habitación de Jobs.

Junto a ella yo hice lo mismo, con la puerta abierta de mi habitación, pude identificar al cuerpo de Oliver postrado sobre la cama de mi hermano. Se encontraba inmóvil aunque de momentos se movía producto de espasmos.

-Tranquila hija –Dijo mi madre-, hemos cuidado muy bien de él –Miró a la Sra. Madeleine con complicidad-, se pondrá mejor.

Mentía, conocía muy bien esa cara y ese tono de voz.

-Déjenla descansar –Ordenó mi padre, dándome un ligero beso en mi frente.

Todos le hicieron caso, caras de felicidad se alejaban de mi habitación.

La Sra. Madeleine fue la última en salir, pero a su paso intentó cerrar la puerta; la misma puerta que permitía que pudiera observar a mi gran amor a tan solo pasos de mí.

-¡No! –Grite exaltada.

Fue señal suficiente para que entendiera que si cerraban esa puerta, caería en coma nuevamente.

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