-¡¿Qué haces?!
-No te entrometas Oliver –estaba furiosa-, es hora de acabar con todo esto.
Mi deseo se había cumplido y ahora me encontraba en una oscura calle llena de casas por donde mirase.
-¿Dónde nos has traído? –cada instante se notaba más sorprendido.
Pero no le di importancia a sus incesantes pedidas de explicaciones, mi objetivo era uno y había llegado hasta allí para cumplirlo. Así que después de cruzar el inmenso jardín, entré en la casa que se encontraba justo frente a mí. El lugar estaba en silencio, un silencio cómplice de todo lo que allí ocurría, miré a través de las escaleras la parte superior de la vivienda, aun no encontraba a mi presa.
Me moví alrededor de la sala de estar, el sótano, el pórtico, la cocina, y nada. Luces apagadas y ningún movimiento.
-No me digas que estamos donde creo que estamos –dijo Oli cuando en su cabeza ató los cabos sueltos.
No era necesario responderle, una mujer se había abalanzado contra mí y una lucha empezó a formarse en aquel lugar. La mujer se movía a través de las paredes y el techo con la lengua como su arma, lanzando latigazos una y otra vez contra nosotros.
Oliver tomó una lámpara de pie que se encontraba en una esquina junto al televisor e intentó defenderse de todas las maneras que pudo, aun cuando la lengua estaba entrelazada al cuerpo de la lámpara.
De repente, Pum, una silla volaba contra mí. Otra criatura empezaba a acercarse desde las escaleras.
Si estaba allí era para acabar con el centro de tanta maldad, así que era hora de que yo atacase. Oli haló la lengua de la primera atacante y en un fuerte forcejeo logró dejarla inconsciente mientras apretaba lo poco que quedaba de la lámpara contra su cuello. Por otro lado, yo tomé las piezas de la silla que yacían en el suelo y lancé una a una a las extremidades del otro ser, fue complicado acertar con tanto movimiento en la batalla, pero finalmente el cuerpo quedó clavado a la pared sin vida.
-¡Detente! –Oliver gritó- No podemos continuar con esto.
-¿Es que no entiendes que es la única solución?
-Entonces lo lamento Kel, pero no puedo permitir que continúes con esta idea tan descabellada.
Sabía que Oliver me traicionaría, realmente no quise que me acompañara desde un inicio a esta misión que me había planteado, pero para mí desgracias él se había colado al portal antes que le cerrase.
Cuando vi que se disponía a detenerme, moví las maderas del suelo y atrás le dejé mientras intentaba poder soltar sus piernas del agarre que le había hecho.
-¡No lo hagas! –fue lo último que le escuche decir.
Subí las escaleras una a una, sigilosa de todo lo que allí pudiese pasar. Siempre con la guardia alta y expectante a que ninguna otra criatura me atacase por sorpresa. Pero allí nadie más había, los pasillos estaban oscuros, vacíos y silenciosos. Sabía muy bien que mi próxima víctima se encontraba entre aquellas habitaciones, los protectores de más atrás me lo habían afianzado.
Finalmente encontré la habitación que estaba buscando, algunos juguetes por el suelo y aviones colgados del techo me lo confirmaban. La pequeña cama estaba deshecha, me acerqué y vi que estaba caliente, así que el niño estaría cerca.
Busqué bajo la cama, entre los cubos de juguetes, destruí su habitación y justo cuando terminaba con mi paciencia, de las puertas del closet un gimoteo ahogado empezó a sonar.
Convertida en una fiera salvaje me dirigí rápido hacia él y, abriendo las puertas con toda mi fuerza, Odysseas estaba allí sollozando mientras sostenía un pedazo de papel entre mus manos. Le tomé y le arrastre por el suelo, sabía que si acababa con él terminaría con todo el linaje de Hades.
Matar a un niño estaba mal, pero era la única esperanza para la humanidad y el resto de los demás descendientes. Mi respiración cada vez se hizo más rápida, la cabeza me dolía y mis mejillas ardían. Levanté al niño del suelo y lo coloqué justo frente a mí.
"Es lo correcto" me repetía una y otra vez, "acaba con él de una vez".
El llanto del niño me molestaba cada vez más, era odio puro lo que sentía en mi interior y cuando estaba por acabar con su vida, Oliver apareció en el marco de la puerta.
-¡Kel, detente! –Gritó- ¡Esta no eres tú!
El niño empezaba a temblar entre mis manos.
-Es solo un niño, Odysseas no ha tenido nada que ver en todo esto.
El papel se desprendió de sus pequeñas manos, observé la imagen que sobre él estaba impreso y solté al niño para poder tapar mi rostro de vergüenza y lágrimas de desesperación.
Odysseas corrió rápidamente hacia los brazos de Oliver e intentó protegerse entre su afable calor.
Me había convertido en una bestia, no entendía que me había ocurrido, el odio se había apoderado de mí y casi acababa con la vida de un inocente.
Escuché como Oliver susurraba algo al oído del pequeño y este poco a poco se iba tranquilizando, al parecer los niños si era algo que a él se le daban muy bien. Ahogué mi vergüenza y con el mayor embarazo del mundo recogí la fotografía del suelo y se la entregue al chico.
La felicidad volvió de nuevo a su rostro al tener entre sus manos esa fotografía que tanto le gustaba sobre el pasado verano, cuando su cariñosa madre le llevó a la feria de la ciudad, en donde jugaron y se divirtieron por horas. A fin de cuentas, Lydia Roden había sido una buena madre.
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Descendientes
Ficțiune adolescențiPor muy extraño que me parezca, todo comenzó por algo tan absurdo como haberme enamorado de la persona menos indicada. Ya habrán pasado unas semanas desde aquel culpable incidente que dio un vuelco a mi existencia, un incidente que destruyo todo lo...