CAPITULO XIV -No todo es fácil-

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La luz del recibidor me encandilaba, extrañaba intensamente esta sensación mañanera. La vida de Oliver pendía de un hilo y debía ser yo quien la conservara.

Las cosas estaban preparadas, saldría ese día a la cabaña que teníamos en el lago, mis acompañantes serian la Sra. Madeleine y mi fiel amiga Ruth. Tuve deseos de despedirme de Oliver, pero su puerta estaba cerrada con seguro. Mis protectores sabían bien que el verlo no serviría como apoyo en mi proeza.

Me despedí cálidamente de mis padres y de mi pequeño hermano, sabía muy bien que no les volvería a ver durante un par de días.

Caminaba con dirección al antiguo convertible de -la que ahora se había convertido en mi mentora- la anciana Sra. Madeleine, cuando de repente escuche gritos de una voz cansada.

-¡Kelly! ¡Kelly! ¡Espérame!

Esa voz era innegable, era de un ser único e inigualable, era la voz de mi mejor amigo Milo.

-¡Hola! –Salude al mismo tiempo que le abrazaba.

-¿Qué ha sido de ti? He venido un par de días y no logro dar contigo, ¿Se encuentra todo bien?

-Perfectamente –dijo Ruth mientras sacaba su cabeza del auto.

-Hola Ruth, pero no te lo preguntaba a ti. Ya tú me has contado demasiado, quiero escucharlo esta vez de Kel.

No había entendido el dolor tan fuerte que había causado en él, de verdad se había preocupado tremendamente por mí.

-No pasa nada Milo –Mentí y me sentía culpable por ello-, ya me siento mucho mejor.

-¿Y esas maletas?

-Nosotras, vamos a un pequeño viaje a la cabaña. Algo que me recomendó el doctor.

-¿Y no me invitaras?

-No creo que se pueda niño –La mentora interrumpía, Milo veía entre espanto y respeto a la anciana-. Es un viaje de chicas –Intentó calmar las aguas la Sra. Madeleine.

-Vale... Lástima por escuchar eso, sé muy bien que por allá la señal es muy mala –Tomó mis manos antes de darme un fuerte abrazo-, prométeme que me avisaras cuando estés de regreso y me contaras lo que sucede –agregó suavemente en mi oído.

-Lo prometo Milo –Dije entre risas al mismo tiempo que lo apartaba de mí.

Ya todos instalados en el convertible dimos un último movimiento de muñeca en señal de despedida y partimos a la pequeña cabaña del lago.

***

El viaje fue cómodo, las chicas hablábamos de temas sin importancia. Era de impresionar como no demostrábamos ningún interés en que el mundo estuviera por terminar. Por unos cuantos minutos olvidamos el exterior y lo que ocurriera en él, para solo pensar en temas sin importancia como colores de uñas y peinados favorables para nuestros conocidos.

La conversación era entretenida, era la mejor manera de distraernos del dolor que cada una sentía en su interior, pues si en algo somos especialistas las mujeres, es en mantener la compostura en los peores momentos. De no ser por nosotras, algunos imperios nunca se hubieran levantado.

-Recuerden chicas, este entrenamiento tiene que ser veloz, la vida del chico depende de nosotras –puntualizó la Sra. Madeleine.

La diversión había terminado en ese momento.

No entendía muy bien el motivo de que nos acompañara Ruth en el viaje, pero por lo visto ella también debía aprender un par de cosas más sobre lo que ella era.

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