Hacía una semana que Nora y yo habíamos ido a pasar la tarde en el Spa. Había empezado siendo divertido y acabó siendo una mierda. Ella se había puesto a la defensiva y apenas me habló. Me sorprendió ver lo orgullosa que era ya que a simple vista parece de esas chicas que por no tener problemas le da la razón a todo el mundo.
Intenté por todos los medios hacerle creer que no había visto nada. Pero no me creyó, y a decir verdad no se me ocurrieron escusas muy buenas. Intenté hacer que se olvidará del tema pero seguía esquivándome.
No entendía por qué se escondía de su cuerpo. Por qué se escondía, vamos a llamarlo, de las cicatrices que lo único que hacían era hacerla recordad que estaba viva y que el cuerpo se puede deteriorar en cualquier momento.
No las logré ver bien. Ella no me dejó y tampoco quise incomodarla. Pude divisar que eran más blancas de lo normal. Quizás producidas por una operación o algo parecido.
Llegó el lunes por la tarde y estuve preocupado, temía si ella iba a estar tajante o incluso iba a ignorarme por algo que no era, desde mi punto de vista, tan grave. Pero, para mi sorpresa actuó como si nada hubiera ocurrido. Quizás, al pensarlo con la almohada se dio cuenta de qué era absurdo enfadarse conmigo por algo que no tenía causa. O quizás, se había auto-convencido de que yo no había visto nada.
Fuera cual fuera el caso, volvía a ser Nora y eso era lo único que me importaba.
La semana fue igual de monótona que siempre. Universidad, follar con alguna chica, esperar a que Nora regresase del trabajo y estar con ella. No es que tuviéramos grandes conversaciones, pero cada vez disfrutaba más de su compañía y podía notar como ella también de la mía.
No era difícil hacerla sonrojar, pero adoraba cuando eso pasaba. Y podían ser comentarios totalmente obscenos como totalmente normales. Desde decirle el bonito culo que tenía con los leggins a decirle que se veía adorable con su pijama grueso de Bob Esponja.
También me había percatado que era divertida. No exageradamente, pero sí lo suficiente para sacarme alguna que otra carcajada. Ella ni se daba cuenta de los comentarios que decía y cuando me veía reírme se sobresaltaba y me decía que no era para tanto.
Habíamos estado hablando un poco sobre su familia, exactamente su hermana. Parecía notablemente molesta cuando hablaba sobre ella, hasta me hizo pensar si era por celos o porque realmente no la soportaba.
Cada día averiguaba cosas sobre ella, cosas que nunca me había parado a pensar que importase saber en una mujer. Era lista, muy lista. Tanto que me cohibía cuando empezaba a explicar algo de lo que yo no podía llegar a la altura.
Y, lo mejor de todo de poder pasar tiempo con ella era que la podía mirar tanto como quisiera. No era una puñetera belleza sobrehumana, ni tampoco de las más hermosas que había visto pero algo en ella me llamaba tanto la atención que no conseguía tener suficiente de ella.
Dicen que la belleza se encuentra en los ojos del que mira y posiblemente quién dijera eso era el puto amo o algo por el estilo porque tenía mucha razón.
Había noches que se ponía las gafas, depende de si hacía deberes o leía. Para mirar la televisión no las llevaba nunca. Nunca me habían gustado las chicas con gafas, hasta que en ella lo encontré increíblemente sexy. La forma en la que arrugaba la nariz para ponérselas bien, la forma en la que sus pestañas tocaban el cristal, la forma en la que mordía la montura cuando estaba pensativa; absolutamente todo.
Estaba notando como había empezado a cambiarse de ropa, ahora llevaba tejanos apretados más a menudo y dejaba de lado a los leggins. Algo de lo que agradecía pero que no me gustaba porque ahora todos podían notar sus hermosas piernas. También, las sudaderas estaban desapareciendo. Empezaba a llevar camisetas o blusas poco escotadas. Pero aún así podía verse que tenía unos pechos resultones.

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Faced.
FanfictionTodo comienza a raíz de una apuesta, Harry cree que conseguirá ganarla sin mover un dedo. Lo que él no sabe es que aunque juegues y ganes, puedes perder cosas más importantes.