Capítulo 3

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-Así de cerca eres más guapa aún.

Mis ojos se agrandaron y me separé de ese individuo extraño. Quería darle con toda la mano abierta por parecer un acosador.

Me giré ignorando su presencia y le di un sorbo a mi café con leche.

Savannah me estaba mirando de forma divertida, parecía que eso le hacía gracia, levanté las cejas y le hice una mueca.

El chico, el cual había visto mirarme otras veces, se sentó a mi lado. Vi como se sentaba con toda la gracia del mundo y se respaldaba en la silla, muy seguro de sí mismo.

-Verás…¿Nora, verdad?

-¿Cómo sabes mi nombre? –alcé las cejas.

-Lo sé todo.

Rodé los ojos y miré a mi amiga, la cual seguía mirando a uno y después a otro sonriendo.

-Bueno, el caso es que necesito hablar contigo.

Esta vez me sorprendió y lo miré con los ojos abiertos. Quería preguntarle sobre qué quería hablar, pero mis labios parecían no querer moverse.

-A solas. –finalizó mirando a Savannah.

-Yo no me voy. –vaciló Savannah.

La mirada de él perforó a Savannah, y penetró en ella. Pero ella no evitó seguir mirándole a los ojos. Aguantó su mirada a la de él, de hecho admiraba como mi amiga lo estaba haciendo, a mi si él me mirase así yo no lo aguantaría y bajaría la mirada.

-Pues tendrás que salir. –afirmó mirándome a mí.

-No. –negué rotundamente.

Suspiró sonoramente y noté como se estaba poniendo nervioso.

-Te lo pido por favor. Y yo no pido las cosas por favor. –concretó.

Miré sus ojos verdes claros los cuales me estaban mirando con súplica. Después posé mi mirada sobre Savannah, la cual me indicaba que saliese a fuera con la cabeza y fuese a averiguar qué era lo que quería ese chico.

-Está bien. –dije finalmente y me levanté de la silla.

Salí de la cafetería con ese chico pegado a mis talones, pasó frente a mí y me paró en seco barrándome el paso.

-Voy a ser franco. –apuntó- Necesito que me ayudes.

-¿Yo?

Me extrañé ya que, ¿cómo un chico como él necesitaba mi ayuda? Era prácticamente imposible ya que mis notas no eran de dieces y en otras muchas cosas era pésima.

-Sí, verás…-suspiró y se lamió los labios- Mis amigos y yo hacemos apuestas entre nosotros, y nos jugamos cosas como coches o entradas. –hizo una pausa breve- Esta vez todos han apostado contra mí y tu eres parte de esa apuesta.

Me miró estudiándome el rostro, el cual debía de estar desencajado.

-¿Qué? –parpadeé- ¿Cómo?

-Verás es gracioso…tienes que venir a vivir conmigo, durante tres meses o lo que quede hasta navidad.

Me quedé callada unos instantes procesando sus palabras.

-Yo no le veo la gracia. –apunté.

Sus ojos verdes se fundieron en los míos.

-Necesito que aceptes.

-¿Estás loco?¿¡Cómo voy a aceptar semejante locura!?

-Es vivir juntos. Tu amiga antes ha dicho que buscabas piso, pues no hace falta que lo busques, ya lo has encontrado.

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