Capítulo 7

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-Bueno, en realidad es solo una cosa.

Asentí mientras metía el tenedor con patatas en mi boca y masticaba silenciosamente.

-No puedes traerte a chicos para follártelos aquí.

Me atragante y tosí, después bebí de mi baso y lo miré atentamente. No entendí muy bien a que venía eso.

-¿A qué te refieres con eso?

-Que si tienes alguna cita y traes a algún chico aquí, que no sea para follar.

-¿Tú eres idiota?

Sé quedo parado ante mi pregunta, pero es que realmente tenía que hacerla.

-Tiene una simple explicación y es que no quiero que ningún chico aparte de mi mismo folle en esta casa.

-Espera… ¿Qué? Escucha Harry, me cabrea que puedas pensar que yo soy de esas chicas que folla con un chico cada noche, porque no es así. No creo que en estos tres meses te traiga a ningún chico para follármelo y si lo hago, será porque es mi pareja y tú no tendrás nada que decir con ello, porque que yo sepa viviré aquí también y te dije que no importaba si había una chica diferente cada día, como si hay tres, ¿por qué tú no puedes hacer lo mismo y no meterte en lo que haga yo?

Y en primer lugar, era virgen. Pero eso a él no se lo iba a contar porque no le importaba nada.

-Es mi casa y son mis normas.

-Pues follaré en frente de tu casa, para que lo veas  y puedas disfrutarlo.

Dejé el plato en el fregadero, cuando me giré él tenía una ceja levantada.

-Si me dejas mirar puede que deje que lo hagas en el sofá.

Me reí sonoramente, cogí las maletas y me metí en la habitación que había abajo, porque ese iba a ser mi cuarto como habíamos acordado el día anterior.

Me cambié y me puse una camiseta básica de color blanco bajo la sudadera y me cambié los leggins por unos pantalones negros. Supuse que allí me darían algún uniforme.

-Me voy. –dije saliendo del cuarto y encaminándome hacia la puerta.

-¿Te has llevado las llaves?

-Sí.

-Lo digo por si no estoy o por si pasa lo mismo que lo de este mediodía.

-Que vale.

Saqué del bolso las llaves de mi coche y me metí en él. Sabía que aún no eran las cinco, pero si me quedaba en casa de Harry iba  a volverme loca con él cerca, seguro que íbamos a acabar peleándonos por cualquier gilipollez suya.

Al entrar a la cafetería, todo estaba exactamente como la última vez que había entrado. Las mesas cerca de las ventanas, la gran barra con los taburetes, y una sala aparte con más mesas y sillas pero más formal para que las familias fuesen a comer allí. La cafetería era de color madera, aunque las paredes eran de un color blanco, y en muchas de estas había fotografías de gente que había trabajado ahí, fiestas que se habían celebrado, familias que habían pasado por ahí y otras cosas.

-¡Nora! –sentí al viejo Mike- ¿No has llegado un poco antes de lo que le dije a tu padre?

-Sí, pero he terminado antes y…

Mike sonrió y dejó ver el hueco que le faltaba en su boca, me fijé en que estaba igual que siempre, esa barriga de comer demasiado y beber mucha cerveza, su cabello corto con y negro tenía reflejos color ceniza a causa de algunas canas. Yo le llamaba el viejo Mike aunque realmente solo tenía dos o tres años más que mi padre, es decir, pasaba de los cincuenta pero no sabía exactamente su edad.

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