PRÓLOGO: UN MÉS DESPUÉS

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"Yanna. La isla nevada. Hace frío, mucho frío. Pero se ha convertido en mi hogar, mío y de miles de personas, supervivientes. ¿Estamos a salvo de los montruos? Eso parece, pero nunca hay que dar nada por sentado. ¿Les tengo miedo? No. Mi padre me enseñó bien a no temerlos, a luchar contra ellos. Mi padre, mi padre muerto. Lo echo de menos, mucho, a cada segundo que pasa. El único consuelo que tengo es mi madre, la que me recomendó escribir un diario. Me asomo a la ventana del apartamento y veo las gotas de la lluvia caer, lleva así un buen rato y como es normal, no hay nadie fuera. Aquí es muy raro que haga buen tiempo."

"Me he quedado mirando por la ventana un buen rato, casi media hora. Ya no llueve, ahora nieva. Nieva. Y me encantaría estar fuera con todos esos niños que juegan alegremente, tirándose bolas, haciendo muñecos de nieves o formando un ángel entre la blanca espesura, pero estoy solo en casa, encerrado, hasta que llegue mi madre. O mi otra madre. Cualquiera de las dos. Porque tengo dos. Aunque como mi mami del pelo rosa ninguna."

{ANDREW}

Estoy aburrido. Y quiero jugar. Ya no me hace tanta ilusión como antes... antes de conocer a mi padre... a Jeff... Pero sigo siendo pequeño, y quiero jugar.

Abro la ventana y el aire helado del exterior se cuela dentro. Corro a ponerme el abrigo calentito que me regaló mi madre de pelo rosa y vuelvo a la ventana.
Estoy en un quinto piso. Podría saltar, podría. Caería sobre la nieve y no me haría ningún daño, creo, a no ser que hubiera algo duro debajo.
¿Me arriesgo?

También podría bajar agarrándome de ventana a ventana pero por desgracia Jeff no vivió tanto tiempo como para enseñarme parkour. Ni siquiera sé si él sabía hacer parkour, pero parecía que lo supiera todo. De mayor quiero ser como él.
Y para empezar, tengo que ser valiente.

Coloco un pie sobre el alféizar de la ventana. Luego el otro. Intento mantener el equilibrio.
Algunos niños, debajo, se dan cuenta de mi presencia y de lo que estoy a punto de hacer.
Se asustan. Creen que voy a morir, que me voy a suicidar.
Me río, me río a carcajadas al ver las caras de todos esos niños cobardes, algunos incluso con más años que yo, que tengo diez. Aunque cuando llegué, hace dos meses, tenía nueve.

Cierro los ojos y respiro profundamente.
- Vale, voy a hacerlo- me digo a mí mismo, preparándome para el gran salto-. Allá voy.

- ¡ANDREW!- grita alguien detrás mía antes de que saltara y giro mi cabeza un poco para ver quien es.
Pero ya he perdido el equilibrio. Voy a caer. El viento me empuja.
Un traspiés y resbalo.
Grito.
Alargo las manos.
Y Rachel me salva justo a tiempo.
Me coge una mano, luego la otra, y empuja hacia arriba.
Me impulso con ayuda de mi segunda madre y cuando estoy de nuevo dentro del apartamento, la abrazo, asustado.
He estado a punto de caer, caer de mala manera, lo que hubiera supuesto mi muerte.
Su pelo huele a lavanda, su pelo violeta.

- ¡¿Qué intentabas hacer?!- me regaña esta segundos después.
- No podía salir y... quería jugar en la nieve...- le respondo cabizbajo.
- ¡No vuelvas a hacer eso nunca más! ¡Te esperas a que yo o Mary lleguemos!- me dice furiosa.
- ¿Pero por qué me dejáis encerrados?- me quejo.
- Porque eres capaz de salir y eres muy pequeño para estar ahí fuera solo, sin vigilancia- me dice Rachel duramente.
- ¡No soy pequeño!- me defiendo enfadado-. ¿Y qué me puede pasar fuera? ¡No voy a perderme, ni voy a pelear con nadie!
- El exterior no es seguro, créeme, hay miles de personas y no todas son buenas- me dice Rachel mirándome fijamente a los ojos.
Desvío su mirada, callado, y ella me alza la cabeza con una mano para que vuelva a mirarla.
- Espero que lo hayas entendido y no vuelvas a hacer eso nunca más. ¡Hubieras muerto! Ni tanta nieve puede salvar una caída desde tan alto.
Aprieto los puños y los dientes, temblando de rabia, pero logro contenerme y asentir con la cabeza.
- Buen chico- me sonríe Rachel y me revuelve el pelo-. Ahora ven conmigo, tengo que llevarle algo a Jack.
- ¿Jack era tu primo?- le pregunto y esta asiente con la cabeza-. ¿Y por qué no puedo quedarme fuera jugando?
- Porque no. Te vienes conmigo y no se replica más.
- ¿Cuándo va a venir Mary?- le pregunto y Rachel se encoje de hombros.
- No lo sé. No me dice donde va y de donde viene, no nos controlamos la una a la otra, así que ahora, ¿qué prefieres: quedarte aquí solo esperando a que llegue Mary o acompañarme?
- Voy contigo, me aburro mucho aquí dentro- le respondo.

Apocalipsis Zeta - Parte 5: YannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora