SHIFU

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{MARY}

- ¡NO! ¡SOLTADME! ¡NO PIENSO QUEDARME!
Grito como una loca y me debato como una jabata pero los guardias asiáticos me tienen bien inmovilizada.
Rachel intenta ir hacia mí, salvarme de estos guardias, pero Leo la sujeta para que no lo haga.
- ¡Volveremos a por ti!- me grita la peliazul.
- ¡Iros! ¡Y no volved jamás!- les grita a mis compañeros la presidenta de China y luego me señala-. ¡Ella forma parte de nuestro grupo ahora, es nuestra reclusa y si intentáis volver a por ella, lo pagaréis, tanto ustedes como todo Estados Unidos, toda América! ¡Ahora, largo!
Se terminan yendo, me dejan atrás, a merced de estas crueles personas.
Se me viene a la memoria imágenes de La Familia, esas personas que pudieron conmigo y me violaron. Temo que me pase lo mismo. No puedo luchar contra todos ellos. Me siento débil, inferior, y no hay nada más que odie que sentirme así.
Me trasladan a una celda de un edificio pequeño. No es una celda cualquiera, esta está bien protegida, con una puerta de seguridad que solo se abre con el escáner de mano. No puedo ver lo que hay fuera, no hay ventanillas por ninguna parte, solo un orinario y una cama en una habitación con paredes grises de cemento.
Tardo poco en perder la noción del tiempo. No me traen comida, no tengo ni idea de lo que me espera afuera.
Observo una cámara en una esquina superior del techo.
- ¡DEJADME SALIR! ¡NECESITO SALIR! ¡ME MUERO DE HAMBRE! ¡HIJOS DE PUTA!
Le grito de todo a la cámara hasta que empiezo a comprender que no sirve de nada.
De nuevo, me llegan recuerdos a la memoria, de cuando traté a Rachel de forma similar, en La Llama, para que se convirtiera en una de nosotros.
Me arrepiento de tantas cosas...
Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y cambiarlo todo...
Pero no puedo delirar, no puedo volverme loca...
Demasiado tarde.
Ya lo estoy, la sed, el hambre y el no tener nada que hacer me están matando.
Quizás sea el karma, que todo me lo está devolviendo por haber sido la perra que he sido toda mi vida...
Espero y espero en un rincón de la habitación perfectamente cuadrada.
Me miro los nudillos sangrientos de mis manos, resultado de la locura, por golpearle a la dura piedra de la pared.
Espero y espero.
En un momento enloquezo y al siguiente estoy calmada cuando comprendo que la rabia no me llevará a nada.
Cuento los segundos, los minutos, las horas, para contenerme.
Hasta que alguien abre la puerta.
Me levanto, ilusionada.
Un sargento asiático me pide con un gesto que salga.
Camino vacilante hasta salir de la celda.
Y entonces una puñalada por la espalda.
Y otra, y otra.
El oficial me está matando.
Puñalada tras puñalada.
Grito.
Me lo merezco.
Grito más.
El dolor se extiende en cada punto de mi cuerpo.
No puedo gritar.
Me muero.
Es el karma...
Es mi hora.

Ahogo un grito al despertarme.
Todo ha sido un sueño, una cruel pesadilla.
O por lo menos hasta el momento que me abren la puerta, lo demás ha sido un recuerdo. Lo sé porque tengo los nudillos sangrientos.
Me quedo mirando al techo, sobre la incómoda cama, llena de muelles.

Se abre la puerta.
Me incorporo, desconfiada.
Me relajo un poco al ver que me recibe una persona distinta a la de mi pesadilla. Es un señor mayor, acompañado de una mujer soldado, asiática.
Salgo, tensa, en posición de defensa. No les quito la vista por si planean apuñalarme por la espalda. Pero no es así.
Salgo del edificio y el anciano asiático se inclina levemente ante mí, con las palmas de la mano unidas, como si estuviese rezando.
- Soy Dalai Zhao, y de aquí en adelante seré tu shifu- me dice en un marcado acento chino.
- ¿Mi qué?- le digo sin comprender.
- Sígueme, te lo explicaré por el camino- me pide y lo sigo, un poco recelosa-. La palabra shifu se puede traducir en vuestro idioma en algo así como profesor maestro.
- ¿Y qué es lo que me vas a enseñar tú? ¿A pelear?- le digo con una risita, mirándole de arriba a abajo.
- Te podría sorprender a pesar de mi edad- me dice mirando al frente-. Pero no, no es eso. Te enseñaré a controlar tu ira, a mantener la calma, a pensar con claridad.
- Creo que eso es imposible. Créeme, lo he intentado miles de veces, incluso cuando estaba en esa celda, y siempre terminaba perdiendo la razón- le digo.
- ¿Has tenido alguna vez un maestro para ello?
- No.
- Pues no repliques. Si nunca nadie te ha enseñado, es normal que lo creas imposible.
- Vale, siguiente pregunta, ¿por qué me tuvieron encerrada en una celda para ahora darme total libertad?
- Solo estuviste una noche y medio día mientras se escogía a tu maestro.
- ¿Todo el mundo tiene un maestro aquí o qué?
- Sí, así funciona nuestro mundo y así lo ha hecho desde milenios atrás- me responde-. ¿Hay algo más que quieras saber?
- Sí, ¿por qué me retienen en vuestra tierra? ¿Por qué me eligieron a mí de entre los cientos de soldados americanos?
- Por una sencilla razón. Te vieron potencial, en aquella misión de Pekín. Unos soldados te vieron con los shurikens, un arma propia de nuestra tierra.
- Joder, nunca debí haber traído las malditas estrellas ninjas- murmuro por lo bajo-. Por cierto, ¿dónde están mis armas?
- Las tengo guardadas. Te enseñaré a utilizarlas mejor y también te entrenaré para que seas una maestra de las artes marciales.
- Perdona que se lo diga pero no creo que usted pueda conmigo.
- Bueno, eso ya lo veremos- me dice y abre los brazos-. Ya hemos llegado.

Apocalipsis Zeta - Parte 5: YannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora