Epílogo

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 Canción: Anathema - Untouchable, Part 2


Angie miraba bastante feliz la carita de su tercera hija a través de la pantalla del monitor que mostraba el ultrasonido en tercera dimensión. Por suerte era un solo bebé. En su embarazo anterior habían sido dos, una niña de nombre Jessica y un niño llamado Thomas. Se parecían a la familia Canavan: tenían los mismos ojos verdes y el mismo cabello rizado del color del atardecer, pero habían recibido el tono bronceado de la piel que heredaron de Angie. Ambos tenían cuatro años y desde siempre había sido muy cansado cuidar de ellos. Ella no quería tener dos de nuevo y estaba feliz de que fuera sólo uno esta vez.

Brad la tomó de la mano, fuertemente, mientras el médico le quitaba el gel de la pronunciada barriga de cuatro meses. Había estado grabando con su teléfono el monitor así que hasta ese momento pudo darle apoyo moral.

—Es preciosa —Le dijo en español y sonriendo con mucha felicidad.

Angie sonrió. Brad había aprendido hablar el español gracias a ella, ahora hablaba casi de manera fluida y con buena pronunciación.

El médico le dio el permiso para levantarse y acomodar su ropa.

Ambos salieron del consultorio con la imagen de la niña en sus manos y se encaminaron a la casa de los papás de Angie.

Bloody Sunrise estaba de visita en México debido a tres conciertos que dieron primero en Monterrey, luego en Guadalajara y por último en el Distrito Federal. Ahora los demás estaban visitando, por primera vez, la zona arqueológica de Teotihuacan. Brad ya había ido varias veces así que prefirió acompañar a su esposa a su cita con el ginecólogo y pasar un rato a solas con ella. El hermano más pequeño de Angie no había asistido al viaje pues ese día tenía que ir a la escuela, estudiaba el último año de su carrera en una Universidad cercana. Como él había llegado temprano a casa, antes de que Angie saliera a su cita, pudo quedarse con los gemelos y así permitir que su mamá se apresurara a hacer la comida para todos. Natalia, la esposa del hermano mediano de Angie, también le ayudaba a preparar la comida. De modo que cuando Angie y Brad llegaron a casa ya no hubo mucho en qué más ayudar.

—¿Trajeron otra foto de la nena? —preguntó Sergio, su hermano, mientras cargaba a Jess.

—Si, aquí está —asintió Angie dándole la imagen del bebé a su hermano.

Sergio se había puesto bastante guapo en esos años, era alto, casi del tamaño de Brad y su cabello quebrado ahora estaba a la altura del hombro. Su mamá lo había regañado muchas veces para que se cortara el cabello; no obstante, el chico continuaba su rebeldía de adolescente a pesar de tener ahora casi veintitrés años y no se dejaba amedrentar por los comentarios hirientes de su mamá. A Angie le gustaba cómo se veía su hermano con ese corte de cabello, quizá porque Brad también tenía el cabello largo.

—¿Cómo te fue en los exámenes? —inquirió Brad, usando el español.

—Bastante bien, te agradezco la ayuda.

—Me alegro, ya sabes que puedes contar conmigo, muchacho.

Brad había estado apoyando a Sergio con los exámenes de inglés, era la materia que el chico odiaba más, ninguna otra le resultaba más difícil. Aparte los exámenes orales tenían más valor que los escritos y no eran fáciles.

Jess estiró los brazos hacia su papá y le pidió que la cargara. Brad no pudo resistirse.

—Papá ¿vas a cantar? ¿Si? Por fa, por fa.

Los niños también hablaban español, y gracias a los cursos particulares a los que asistían en Londres ambos tenían muy buena pronunciación y comprensión de ambos idiomas.

Rojo Amanecer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora