26. Un nuevo amanecer

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Canción: Anomie Belle - How Can I Be Sure


I

Angie lo sabía, no debió haber comido de la salsa que les dieron. Contenía ajo. Y en grandes cantidades. Ser intolerante al ajo era una eterna maldición, esta vez ella había sido terca y lo había consumido a pesar de todo. Su estómago gruñó y luego sintió una arcada provenir desde donde dolía. Intentó todo lo que pudo por soportarlo y no levantarse para ir al baño, si lo hacía despertaría a Brad quien dormía plácidamente abrazándola por la espalda. Otra arcada, esta vez sintió el escozor llegar hasta la garganta. Bien, no podría detener eso.

Se levantó apresurada para llegar al baño y ni bien levantó la tapadera logró inclinarse para vomitar todo lo que había en el estómago.

Obviamente Brad se despertó. Estaba a su lado, desnudo y asustado, cuando Angie se levantó para bajar la palanca.

—¿Qué sucedió? ¿Te hizo daño la comida? —inquirió Brad. Llevaba la preocupación en la cara.

Ella asintió tallándose los ojos. Con la voz ronca por el esfuerzo de vomitar le preguntó:

—¿Dónde está tu enjuague bucal?

A veces eso ayudaba para no volver a sentir más arcadas.

—Ah, abajo, en la gaveta del lavabo.

Encendió la luz y se miró al espejo, tenía los ojos hinchados y enrojecidos. Moqueaba y lagrimaba como si hubiera estado llorando por mucho tiempo. No estaba nada bien. Seguro su estómago estaría peor que hinchado para ese momento. Brad tenía un ropero pequeño con cajonera y luna grande, se dirigió a esta para mirarse. Sí, su estómago ahora estaba inflamado. Maldición.

—¿Quieres que vayamos al médico?

Ya había pasado por todo eso, en algunos minutos un sudor frío le recorrería la frente y la espalda, volvería a sentir arcadas y se sentiría tan mal al punto de casi desmayarse. Prefirió sentarse en la cama esperando que pasara la sensación de mareo. No podía responderle a Brad porque por segundos todo se volvió negro.

Escuchó que Brad marcaba un número en su teléfono. Debía decirle que se tranquilizara, eso pasaría en cualquier momento.

—No te preocupes, Brad —logró decir—. Sólo me he intoxicado.

—Angie, no estás bien...

—Brad, estoy bien.

—Voy a la farmacia por un...

—No, no me dejes. Abrázame, ya me ha pasado antes, varias veces. En unas horas me sentiré mejor.

Brad la miró con mucha preocupación.

—Ven —pidió ella—, sólo necesito dormir.

Él titubeó.

—¿Estás segura de que solamente es intoxicación por comida?

—Intoxicación por específicamente un condimento, el ajo. Soy alérgica.

—¡Dios! Angie, no lo sabía...

—Descuida, estaré bien. Prometo que en un par de horas te permitiré que me lleves al médico.

—Muy bien. Faltan unas horas para las nueve de la mañana, te levantaré a esa hora para que nos de tiempo de ir a desayunar también antes de presentarnos en el estudio.

—Está bien.

Luego Angie se dejó caer en la cama. El cuerpo de Brad la envolvió dándole así sensación de seguridad y calidez. Incluso acostada su cabeza daba vueltas y las arcadas no cedían, debió levantarse otras dos veces más para ir al baño y devolver lo poco que quedara en el estómago. Brad insistió en ir a comprar mínimo un Pepto-Bismol, así que eso fue lo que le ayudó, un poco, a que no regresaran las arcadas y su estómago dejó de gruñir.

Rojo Amanecer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora