Capitulo 2

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En aquel inmenso lugar al aire libre se agolpaban cientos de personas a la espera de ser atendidas por los organizadores del viaje. Agentes de seguridad intentaban poner orden, obligando a formar filas.

Mary, que dejó tirado el Jeep en un descampado cercano, se puso al final de una de ellas. Le llamó poderosamente la atención que no hubiese despedidas tristes o emocionadas como en las películas.

Esperó más de una hora su turno. Durante todo ese tiempo no había intercambiado ni una sola palabra con ninguna otra persona. El que iba delante parecía demasiado serio, y la que llevaba detrás parecía demasiado simpática. Cualquier opción de comunicación hubiera sido un infierno, así que prefirió mirar al infinito y permanecer callada...

-Buenos días -dijo un hombre desde una mesa numerada, dirigiéndose a Mary.

-¿Me toca ya? Aquella especie de funcionario avejentado hizo un gesto de obviedad y la joven se acercó presurosa hacia él.

-¿Señorita...?

-Ackerson, Mary Ackerson.

El hombre tecleó en un dispositivo portátil.

-Mary Ackerson, aquí está. Señorita Ackerson, ¿trae equipaje?

-Sí, señor, esta bolsa.

-Les dijimos que no era necesario.

-Pero...

-¿Tiene algo de alto valor sentimental en su interior?

-Sí -respondió de inmediato.

-Sáquelo por favor, y deje la maleta sobre esa marca del suelo.

La joven tomó del interior un pequeño álbum de fotos y dejó la vieja maleta sobre una cruz blanca. Al instante apareció un joven con un carrito y se la llevó.

-¿Dónde la llevan?

El hombre de la mesa parecía tan ensimismado rellenando su ficha que no respondió. Segundos después le empezó a lanzar preguntas para verificar que los datos que tenía sobre ella eran correctos. Mary afirmaba con golpes secos de cabeza, sin hacer ningún tipo de matización.

-Para finalizar, necesitamos una triple aceptación de las condiciones del contrato con nuestra compañía, Stafford Research. Dos serán por escrito y una digital.

El viejo puso sobre la mesa dos papeles y un lector de huellas. Mary firmó ambos documentos sin leer nada de ellos y metió el dedo índice en la máquina. Una luz verde acompañada de un leve pitido surgió.

-Gracias. Y ésta será su identificación, acerque su mano.

Mary así lo hizo. El hombre, mediante una pistola quirúrgica, introdujo un chip bajo la piel de la joven, que sintió un pinchazo leve.

-Ahora camine hacia el fondo. Atraviese la puerta y muestre su mano a sus nuevas autoridades. Buena suerte y buen viaje.

La joven se tragó su «gracias» porque vio que el funcionario la ignoraba ya por completo, llamando con aspavientos a otro futuro pasajero. Tomó aire y caminó con el álbum entre sus manos hacia la entrada.
Justo antes de llegar, la puerta se abrió de manera automática. Al otro lado, un soldado le indicó que caminase a través de un escáner corporal.

-¡Charlie, una de talla grande para la señorita Ackerson, por favor! -indicó el soldado a uno de sus compañeros-.

Señorita Ackerson, puede salir.

-No creo que fuera necesario pasar por un escáner para llamarme gorda a gritos...

El militar no atendió a su broma. Charlie, por su parte, le lanzó una ligera sonrisa y le entregó una pequeña maleta negra con el logotipo de Stafford Research en uno de los laterales.

-¿Qué hay dentro? -preguntó curiosa.

-Todo lo necesario para su viaje.

Una vez estén en el interior de la nave nodriza, les darán más instrucciones. Ahora, por favor, diríjase a la zona de embarque subiendo a cualquiera de esos autobuses negros. Buena suerte y buen viaje.

-Gracias. Tanta insistencia con la buena suerte me da mala espina... -masculló.

Mary entró en un autobús que no llevaba conductor. Arrancó de manera automática una vez que estuvo repleto de viajeros. Justo frente a ella una chica de su edad intentaba a duras penas agarrarse a la barra para no caerse. Mary la ayudó con su maleta.

-Espera, pon la maleta entre las piernas, te será más fácil y tendrás las dos manos libres.

-Gracias, no se me había ocurrido. Siempre he sido un poco torpe con las manos.

Mary sonrió. Aunque intentó mantenerse distante, al final sus miradas se volvieron a encontrar:

-¿Vienes de lejos? -le preguntó Mary.

-De Zachary, Lousiana. ¿Y tú?

-De aquí al lado, de una granjita cercana a la 45.

-¿Has dejado una granja para venir aquí?

-Así es -dijo Mary sin dar importancia a ese hecho.

-Pensaba que aquí sólo venían locos y solitarios.

-A mí me puedes encasillar si quieres en el primer grupo. Al menos eso dicen en el pueblo.

-No, yo no quería encasillarte..., no era mi intención.

-Tranquila, no me molesta que me digan loca. Dejó de molestarme cuando empecé a hablar con animales..., con plantas..., con rubias...

La joven miró a Mary sorprendida, después su propio pelo, y ambas rieron.

-Me llamo Mary, Mary Ackerson.

-Yo soy Gineth, Gineth Allen.

-Oye, ¿sabes si podremos elegir habitación en la nave nodriza?

-No tengo ni idea de cómo va esto. Sólo espero que si las habitaciones son compartidas, no sean... mixtas.

-¿No? Estaría genial, tonta. Imagina que te toca ése de allí.

Mary señaló con un gesto a un hombre espigado, con los ojos serios y hundidos sobre sus propias cuencas, de mirada perversa, con las manos huesudas y venosas, y los labios alicaídos por los que se escapaban hilillos de saliva.

-No, por el amor de Dios, qué miedo... -dijo Gineth con cara de susto-. Espero que no.

-Te ha mirado...

-¡No!

-Le gustas... -canturreó Mary.

-¡Calla! -le chistó a baja voz-. ¡Nos va a oír!

El autobús se detuvo de golpe. Gineth estuvo a punto de caerse, pero la detuvo el cuerpo de un chico, al que desplazó ligeramente.

-Per... perdón -dijo la joven disculpándose.

El chico se giró. Gineth enmudeció al ver su atractiva sonrisa, que sin palabras restaba importancia al empujón. Entonces él siguió su camino como el resto de pasajeros, pero Gineth se quedó clavada en el sitio. Mary, que había estado atenta a la breve escena, se acercó y le dijo:

-¿Ahora no te importaría que los cuartos fuesen mixtos, eh?

Gineth la miró con gesto pícaro y las dos salieron al exterior. Ante ellas se encontraba una hilera de transbordadores espaciales que las conducirían lejos, muy lejos de allí, hasta la nave nodriza que flotaba desde hacía tiempo en el espacio exterior, esperando la llegada de los que serían... los próximos colonos de Marte.

A❤Marte-Iván HernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora