Les entregaron cinco velas eléctricas. Tan sólo cinco. Una para cada mes. En la bolsa había además un par de uniformes oscuros, unos zapatos auto-ajustables y un pequeño neceser con utensilios de higiene. Pronto fueron llevados a sus dependencias espaciales; minúsculos habitáculos donde dormir mirando las estrellas a través de un pequeño ojo de buey.
Mary lanzó la bolsa al interior de su celda y permaneció atenta en los pasillos. Buscó con la mirada a Gineth pero no la encontró. Caminó por esa garganta metálica observando con atención a cada una de las personas. Los cuartos eran individuales, sí, pero la sensación de comunidad prófuga era evidente.
Por fin encontró a su amiga:
-¡Eh, Gineth! ¿Te ha tocado la suite?
-Sí, con vistas al exterior y cesta de frutas de bienvenida.
Una de las mujeres creyó sus palabras y echó una mirada furtiva al interior del camarote, tan insulso y pequeño como el resto. Al momento se dio cuenta y, con un gesto entre la decepción y el enfado, se largó al suyo.
Mary se apartó a un lado para no ser arrollada por la mujer.
-No hay marcha atrás, ¿verdad? -dudó Gineth.
-Creo que no, guapa. Esto ya está en marcha. Por cierto, ¿a qué hora se come aquí?
En ese instante sonó por megafonía un mensaje: «Stafford Research les da la bienvenida a la Taurus One. En breve atenderán a unos mensajes de bienvenida por cortesía de la familia Stafford. Este acto tendrá lugar dentro de treinta minutos. Por favor, diríjanse con la mayor brevedad posible a la sala de congresos situada en la planta 2, pasillo 5.»
Mary miró a su amiga:
-Ya has oído, antes de comer, toca rezar.
-Ya veo, ya.
El mensaje continuó: «Por favor, acudan con su nuevo vestuario. Pueden dejar su ropa en la bolsa que encontrarán en el cajón de su mesilla. Será recogida por nuestros asistentes.»
Gineth se mostró algo nerviosa:
-Mary, ¿no te da la sensación de que estamos en una especie de... cárcel?
-Somos muchos, es normal. No esperaba que esto fuera un viaje de placer.
-No, supongo que no. Pero esta luz blanca es odiosa, los uniformes son fríos y serios, y eso hará que...
-...el señorito Thomas sea incapaz de ver en ti a la dulce mujer que espera.
-Mary Ackerson, no empieces con tus líos. No es eso.
-Sí lo es..., anda vamos.
-¿Así? Hay que cambiarse.
A los pocos minutos la sala de congresos se fue manchando de grises puntos que ocupaban incómodos asientos de plástico blanco. En el escenario, una mujer con una vara con puntero láser caminaba de un lado a otro. Se distinguía del resto porque llevaba falda hasta la rodilla, el pelo recogido y la cara maquillada. Su expresión era sobria. Tras ella una enorme pantalla permanecía apagada.
-Eh, mira, allí va Thomas -le indicó Mary.
Thomas tenía la mirada perdida en el público, buscando.
-Busca asiento -dijo Gineth.
-O a ti.
Mary recibió un codazo de su amiga. La luz se apagó y un foco iluminó a la mujer del escenario.
-Bienvenidos a la Taurus One. Me llamo Leila Campbell. Mi función en la nave nodriza será la de dirigir las funciones y los estudios de todo el grupo humano, es decir, ustedes. Espero que estén ya recuperados del viaje en los transbordadores. Si no es así, dense tiempo, y si no mejoran, diríjanse a la enfermería más cercana a su cuarto.
La pantalla se iluminó mostrando un mapa estelar, el camino que recorrerían, la duración del mismo y las fases del proyecto que se llevarían a cabo en el interior de la nave.
-Saben bien que esto no son vacaciones pagadas, como también es cierto que nadie les ha obligado a estar aquí. Por eso, desde Stafford Research esperamos su colaboración al cien por cien. Como bien conocen, las leyes están todavía por ser escritas en el planeta que vamos a habitar, aunque existen ya borradores preliminares sobre una legislación que otorgue derechos y deberes a todos los habitantes del planeta rojo. Por eso deben conocer de antemano que hasta que esas leyes adquieran una forma definitiva, las máximas autoridades del lugar serán las que designe la familia Stafford. Lo mismo sucede en esta nave. Aquí, la máxima autoridad soy yo. Espero que lo tengan en cuenta. Aprenderán y demostrarán sus valores, sus virtudes y defectos. Dispondrán de cinco meses para que les otorguemos funciones particulares en Marte. Funciones que desempeñarán en las instalaciones de Stafford Research, por supuesto.
-¿Aprender, demostrar? Dios, esto es peor que una cárcel -masculló Mary-. Es un colegio.
La señorita Campbell siguió impartiendo su charla de bienvenida. Entre los asistentes algunos se quedaron dormidos, otros se mostraban llenos de tics nerviosos, e incluso se pudieron escuchar algunos gimoteos de arrepentimiento por estar allí.
-Y ahora, para finalizar, la familia Stafford quisiera dirigir unas palabras de ánimo a los asistentes.
En ese momento una música emotiva sonó. Planos de las llanuras de Marte se visionaban en panorámicas imágenes que emulaban a las más lujosas producciones cinematográficas. En ellas, cientos de reses biónicas atravesaban la polvorienta superficie marciana. A lo lejos, en el horizonte, se vislumbraba una enorme mansión que bailaba entre la ostentosidad, la alta tecnología y la arquitectura tejana de finales del siglo XX. La cámara acompañó las miradas del público hacia la puerta de la mansión, que se abrió como por arte de magia. Atravesó un largo pasillo hasta llegar a un amplio salón, coronado por una gran chimenea, que a su vez estaba rodeada por amplios sofás con la familia Stafford casi al completo.
La señora Stafford habló:
-Sean bienvenidos a nuestro hogar. Desde el salón principal de nuestra mansión les deseamos, tanto yo como mi marido el señor Stafford, y mis hijos Claudia y Andrew, feliz viaje a bordo de la Taurus One. Espero que sepan aprovechar el tiempo invertido en el transcurso del mismo para reflexionar sobre su pasado, y luchar por su futuro. Porque su pasado ha quedado atrás, apagado, fundido en negro en ese planeta que acaba de escupirles a este nuevo mundo, al futuro inmediato. Su futuro, una palabra que significa tantas cosas, y tan personales todas ellas..., a la que espero que todos ustedes puedan encontrar el significado anhelado en este planeta. Un lugar para empezar desde cero una vida nueva.
En ese momento se escuchó el relinchar mecánico de un caballo. El gesto de sorpresa del señor Stafford fue obvio, y Claudia sonrió al ver que alguien más entraba en el salón, llamando también la atención de Andrew. Con paso rápido, James entró en el plano de la cámara y se sentó, pidiendo disculpas a su madre.
-Como decía, es un lugar maravilloso todavía por descubrir. No teman a lo desconocido... Por cierto, este es mi otro hijo, James, siempre ocupado con el ganado. Sigamos...
Las palabras aburridas, edulcoradas y falsas se perdían entre los asistentes. Mary dejó en segundo plano la voz quebrada de la señora Stafford y sus ojos se clavaron en James. Aquel hombre tenía un aspecto salvaje, algo descuidado en comparación al resto de la familia. Rezumaba fuerza en lo anguloso de su cara, con una incipiente barba cargada de polvo rojo y sudor reciente. Su mirada se veía reforzada por unas cejas negras que dibujaban una ruda expresión en su gesto. La sonrisa que nacía en sus labios era la sonrisa de un hombre que se sabía poderoso, capaz de someter a cualquiera bajo sus deseos. La seguridad en su pose al sentarse, sus brazos trabajados y sus manos magulladas por el trabajo con las reses definían a James Stafford como un atractivo y duro hombre de campo.
-Mary..., Mary... -le chistaba Gineth-, ¿qué te pasa? No parpadeas.
-¿Qué? -dijo volviendo en sí-. Pensaba, pensaba en mis... ¡ocas! Si ese tonto de Samuel no les da su pienso a su hora se ponen muy irascibles.
-Ah..., mira que eres rara...