La llanura marciana apaciguó su rabia minutos después. «Esto parece Arizona», pensó.
Efectivamente, allí poco había además de un desértico y frío paisaje que se perdía en el horizonte. Tan sólo algunas edificaciones salpicaban el camino, con sus brillos metálicos y sus enormes paneles solares.
A lo lejos vio un grupo de vacas. Aminoró la marcha y se acercó a ellas. Parecían mansas, así que decidió bajarse del coche para observarlas más de cerca.
-Sois raras de verdad, ¿cómo os gusta comer eso? -les preguntó mientras las vacas lamían con ahínco las rocas-. Y nosotros en la Tierra llorando porque no llovía. Con vacas como vosotras nos hubiésemos hecho de oro.
Entonces las examinó de arriba abajo. Se dio cuenta de que incluso tenían ubres.
-¿Puedo? -consultó Mary a una de las reses que parecía tranquila. Mary echó la mano a una de las ubres y presionó.
Salió un chorro de leche, y seguidamente Mary rió.
-¡Leche, seguro que está enriquecida en hierro! -se carcajeó sorprendida.
La vaca se alejó asustada, y toda la manada la siguió.
-¡Ey, no os vayáis! Mary se acercó nuevamente.
-Perdona -se disculpó-, no quise molestarte.
Por cierto, ¿tenéis nombre? La joven buscó alguna chapa con su nombre o algún código identificativo.
-Veo que no. Claro, que no sé qué hago hablando con unas vacas que sólo sueltan chispas por la boca. Una cosa, ¿conocéis al señor Stafford? Sí, a James, James Stafford. Una vaca chisporroteó por el hocico.
-¿Sí? ¿Y qué tal es? ¿Bueno? Todo el ganado compartió mugidos.
-¿Eso es un sí, o un no?Entonces volvieron a callarse y siguieron cada una a lo suyo.
-No me aclaráis nada. Que sepáis que ahora seré yo vuestra jefa, así que ya podéis seguir chupando piedras y haciendo lo que... hagáis normalmente. Ale, portaos bien.
Mary volvió al coche y se alejó. A lo lejos observó un pequeño monte alzándose en el terreno. «Desde allí lo veré todo mejor», pensó acelerando. Como allí no existían carreteras visibles -sólo a través del mapa holográfico del vehículo-, decidió acortar camino y subió al monte por el lado más escarpado de todos.
En un momento dado, las ruedas se encallaron entre las rocas en plena cuesta, y por más que pisaba el acelerador, daba marcha atrás o giraba el volante, no podía avanzar. Así que, al final, detuvo el coche y salió de él para ver qué sucedía. Problemas. Los neumáticos estaban hundidos bajo la arenisca formada al partir las rocas con el peso del coche y el giro de las ruedas. Nerviosa, comenzó a escarbar para intentar abrir camino y salir de allí. Parecía haberlo conseguido, cuando de repente alguien habló a sus espaldas:
-¿Puedo ayudarle? En ese instante, Mary dio un bote, girándose asustada.
-¡Tranquilo! -exclamó el hombre que había aparecido inesperadamente.
-¡Oh, me ha asustado! Pensé que estaba sola...
-Perdone, no sabía que tras ese casco había una mujer -dijo él reconociendo su voz-.
Es una recién llegada, ¿verdad? Mary se tranquilizó y se acercó a él. Apenas podía ver su mirada tras el casco.
-Sí, soy Mary Ackerson...
Nada más dar el primer paso para alargar su mano y saludarle, el coche comenzó a resbalarse ladera abajo. Mary se giró, intentando correr para detenerlo, pero nada pudo hacer. El coche volcó una, dos, tres, y hasta cuatro veces.
-¡Dios, en qué lío me voy a meter...!
-Era el coche favorito de James... -dijo él.
-¿En serio? -preguntó ella hecha un manojo de nervios.
-No. James es más de caballos.
Mary suspiró con cierto grado de alivio.
-Pero, ¿cómo voy a volver? Me dijo que si escuchaba una alarma me refugiase. Usted, ¿tiene coche?
-No me gustan -dijo él-. Prefiero caminar.
-¿Caminar? Pero, ¿adónde? Esto es enorme, se puede pasar horas caminando hasta encontrar un techo.
-Bueno, así tengo más tiempo para pensar. Es bonito Marte, ¿no le parece?
Mary no pudo mentir.
-No precisamente.
-Lleva poco tiempo aquí, pronto se enamorará de su silencio y de sus impetuosas tormentas, de su frío polar y de su verano suave. Acompáñeme.
Ambos caminaron a lo alto del monte. Allí les esperaba un pequeño caballete con un lienzo lleno de trazos; simples bosquejos de un futuro cuadro.
-¿Es usted pintor?
-Así es. Parece sorprendida.
-No me esperaba encontrar a... alguien así en el camino.
-Lo mismo digo.
-¿Qué es? -preguntó Mary fijándose en la tela tensada.
-Todavía no lo sé.
-No le entiendo. Usted es el autor.
-Sí, pero hasta que no lo finalice no sé qué será.
-Sigo perdida... Parecen personas...
-Es posible que lo sean. Verá, le seré sincero. Yo dibujo cosas... que sucederán.
-¿Cómo? ¿Es usted un visionario o algo así?
-¿Visionario? -rió él-. Mi hermano James no hubiese sido tan sutil como usted.
-¿Su hermano? -Sí, James es mi hermano, aunque a veces incluso yo lo dude. Perdone, antes no me he presentado. Mi nombre es Andrew y soy... el raro de la familia.
-¿El raro?
-Bueno, para ellos cualquier hombre de mi edad que no clave las espuelas en un caballo o no busque bajo las faldas de las doncellas es un bicho raro. Es decir, cualquiera que no se parezca a James.
-Ya veo.
-Imagino que ya habrá intentado seducirla... Mary se quedó cortada sin saber qué responder.
-Su silencio es elocuente..., pero tranquila, no insistiré en los detalles. Esté alerta con él, le he visto romper muchos corazones desde que llegamos aquí.
Andrew se acercó a ella, que permanecía en silencio.
-¿Le gustaría ver una de mis obras más recientes?
Entonces él apoyó el brazo sobre el hombro de Mary invitándola a girar, entonces ella vió algo totalmente inesperado...
-¿Es un... cementerio?
Miles de estacas blancas con forma de cruz poblaban un terreno cercano, abajo en la llanura. Entonces, Andrew volvió a su carpeta y saco el bosquejo similar a lo que Mary estaba contemplando.
-¿Usted lo dibujo antes de que sucediera?
- Así es. Unos meses antes.
-¿Quienes son?
-Aquellos a quienes ustedes han venido a sustituir.
-¿Como? -pregunto asustada-. Pero, ¿Que les paso?
-Pregunteselo a James. ellos y sus malditas explotaciones de petroleo rojo y minerales marcianos lo saben bien.
Entonces Andrew empezó a recoger.
-Tenemos mucho por caminar todavía. Venga conmigo, conozco el camino y estará segura a mi lado.
Mientras descendían y emprendían el camino a no sabia bien donde, Mary se preguntaba que había pasado para que sucediese una desgracia de tal magnitud. En cuanto se dirigió a Andrew para buscar más respuestas este la detuvo:
-Le aconsejo que no hable mucho durante el camino, el oxigeno, ya sabe, esta limitado.
Y así, en silencio, perenigraron hacia un destino que Andrew no se había designado a desvelar.