Capitulo 1

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-Chicas, tengo algo que contaros.

Todas permanecieron en silencio, tan solo la brisa del valle murmuraba al riachuelo cercano que algo inesperado iba a acontecer. Mary tomó aire y lo soltó sin más rodeos:

-Dejo la granja. Me voy a... Marte.

De repente las ocas graznaron y las vacas mugieron.Se alborotaron sobre sí mismas, sin comprender el porqué de su decisión.

-Tranquilas, tranquilas, no tenéis que temer. No os dejaré solas. Estaréis bien atendidas. Es algo que llevaba pensando desde hacía ya mucho tiempo, y ahora que veo la posibilidad, no puedo dejar que se me escape.
Mary se acercó con paso lento a la vaca más anciana.

-Lucille, sé que entiendes perfectamente lo que digo, y lo que siento. Éste no es lugar para mí. Tú lo sabes bien. Lucille batió su rabo espantando algunas moscas, y en un simple gesto animal pareció comprender a la joven.

-Charlize -dijo Mary agachándose a la altura de una de las ocas-, cuida de tus hermanas, y de que éstas -señalando a las vacas-, no las pisen por error, ¿vale?

Charlize bailó torpe frente a ella, y se largó con gesto airado. Mary se rió a la vez que se ponía en pie.

Entonces caminó hacia una pequeña caballeriza, de la que una cabeza de caballo emergía con serenidad.

-Cooper, tenemos un largo viaje por delante. Espero que hayas descansado.

Mary abrió la puerta y el caballo trotó ya vestido para la ocasión, quedándose a escasos metros de ella.

-¿Nervioso? -preguntó mientras cargaba una bolsa en su lomo.

El caballo de pelaje rojo agitó su cabeza a modo de negación.

-¿Triste?

Entonces relinchó. Mary subió al caballo y se acercó hacia el resto de animales de la granja.

-Portaos bien, y mucho cuidado con el río, sobre todo en época de lluvias. Ya sabéis que el barro es traicionero y os podéis quedar atrapadas. Y tranquilas, que no estoy tan loca como para dejaros solas durante mucho tiempo. Tendréis visita pronto.

Todos los animales enmudecieron, y Mary entendió que era el momento de cabalgar. Samuel, desde el porche de su granja, vio una nube de humo acercándose por el camino.

-¿Mary? La joven se desmontó del caballo, que trotó hacia el campo, sumergiéndose en un mar de hierbas altas, verdes y brillantes.

-Buenos días, Samuel. ¿Eso que bebes es café? Mary le cogió la taza humeante y le dio un sorbo. Después se la devolvió y caminó al interior de la casa.

Samuel entornó su mirada y la siguió. -¿Se puede saber qué haces aquí? Imagino que no has venido desde tu granja sólo para desayunar. La joven ya se había untado unos panes con mermelada, mientras terminaba de servirse un zumo.

-No, Samuel, aunque debería haberlo hecho más a menudo. Voy a echar de menos tu pan de centeno.

Samuel se sentó frente a ella.

-¿Echar de menos? No comprendo.

-Samuel, he venido para pedirte un favor. Un grandísimo favor. El joven tragó saliva, con serias dudas de querer escucharlo. Mary, sin embargo, no parecía preocupada en absoluto y masticaba y bebía zumo y leche sin parar.

-Bueno, ¿me lo vas a contar? -preguntó Samuel.

Mary tragó como pudo. -Te regalo mi granja -dijo ella con la mirada iluminada.

-¿Qué?

-¿Es genial, verdad? No me des las gracias...

-¿Las gracias? No, no, no, no, no. A ver, ¡no me vas a regalar tu granja!

-Sí, lo voy a hacer -dijo Mary segura de sí misma, pringando de mermelada otra tostada.

-Pero, ¿por qué?

-Porque ya no voy a volver... ¿te parece una razón suficiente? Los animales necesitan cuidados y no me los puedo llevar conmigo, no me lo permiten. Ah, por cierto, también te quedas con el caballo.

-No, eso sí que no, el caballo no. Espera, espera..., sigo sin entender bien todo esto. ¿Me estás diciendo, o al menos eso intuyo..., que ya no vas a volver? Mary afirmó y negó con la cabeza en dos tiempos.

-Así es. Por cierto, necesito que me prestes tu furgoneta.

Samuel resopló, clavando los codos en la mesa. Después inspiró profundamente y la miró fijamente.

-¿Y adónde vas si puede saberse?

-A Marte -respondió sin dar demasiada importancia a hacer un viaje interplanetario.

-A Marte..., muy bien. Mary Ackerson, creo que la gente del pueblo tenía sus razones para llamarte Loca Ackerson.

Mary se encogió de hombros.

-¿Se puede saber qué se te ha perdido a ti en Marte?

-Nada, pero me he cansado de este pueblo. Entiéndeme, no es nada personal. Yo te adoro, como adoro mi granja, el río, las puestas de sol, la limonada en el porche a media tarde, si es que alguna vez llegué a hacer limonada... Es posible que eche de menos todo eso. Incluso a los molestos grillos que me desvelan en las noches de luna llena.

-¿Entonces qué motivo real tienes?

-Tengo la sensación de que me falta algo.

-Te falta estar casada, con hijos y ocupada en las labores de la granja.

-¡Mira, tres razones más para largarme!

-No seas tonta, tienes muchos pretendientes en el pueblo. Mary casi se atraganta de la risa que le entró al recordar a sus pretendientes.

-No sé si quieren casarse conmigo o con la bodega que mi padre me dejó en herencia en el sótano de casa. En serio, Samuel, los hombres del pueblo no son lo más adecuado para una señorita como yo. Mary eructó.

-Además, ¿sabes qué, Samuel? -le susurró-. El otro día, George, el hijo del alcalde, intentó tocarme.

-¿Tocarte?

-Sí, sí, tocarme, ¡qué se habrá pensado, si sólo me había preguntado la hora! Cuando le veas, que sepas que su ojo amoratado lleva mi nombre, y alguna otra parte de su cuerpo no visible a simple vista..., mi apellido.

Mary se levantó y miró a través de la ventana.

-No seas tonto, Samuel. Quédate con todo lo que tengo. Yo ya no lo voy a necesitar, y a ti te vendría genial para conquistar a Lillie. Un hombre con dos granjas hermosas es irresistible para una chica como ella.

-No me gusta cuando pones ese tonito al hablar de Lillie...

-Ya sabes que nos llevamos a matar desde el colegio. Pero sé que tú estás locamente enamorado de ella, y yo, como buena celestina, te regalo mi granja con sus vacas y sus ocas, un caballo y un abrazo fuerte, fuerte. Y tú, a cambio, me dejas tu coche para llegar al Johnson Space Center, ¿trato hecho?

-Diga lo que diga vas a hacer lo que quieras... -dijo Samuel asfixiado entre los brazos de Mary.

-Tonto, te voy a echar mucho de menos.

-Bueno, y... ¿qué harás en Marte?

-Buscarme un novio marciano...

-Ten cuidado, Mary, no lo vayas a encontrar y tengas que tragarte tus sarcasmos...

Mary arrancó a duras penas el viejo Jeep híbrido y lo condujo a trompicones hasta alcanzar la Interestatal 45, donde el asfalto firme suavizó el viaje. Atrás dejaba una vida que, pese a ser feliz, no era del todo plena.

A❤Marte-Iván HernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora