El sol apenas rozaba el horizonte a medianoche. La penumbra cubría las rocas, pintaba los sueños y aparcaba los problemas.
Pero James y Mary no dormían como el resto del planeta. Sin confesiones mutuas suspiraban nerviosos por su encuentro. James practicó sin darse cuenta su gesto rudo una y mil veces, esperando tras una esquina. Llevaba un buen rato allí, pero no quería parecer impaciente. Mary, de igual manera, rozaba la puerta de su cuarto con el oído, lanzando rápidas miradas al espejo y a un pequeño reloj que tenía en su mesilla recién estrenada.
La hora había llegado. Unos pasos breves condujeron a James al timbre, que silbó su llegada. Mary tomó aire, los nervios recorrían todo su cuerpo. Su mano giró el pomo dorado y abrió la puerta. Silencio. La tenue luz encontró a Mary y la bautizó de atardecer perpetuo.
James, con su sombrero tejano cubriendo de sombra su frente y sus ojos, alzó la mirada y quedó prendado de uno de los rizos castaños de Mary. Y de uno saltó a otro, y de ése a sus labios para trepar con ansiosa necesidad hasta alcanzar sus ojos y bañarse en aquel lago multicolor hasta que sus palabras despertasen de sus bocas.
-Buenas noches -dijo él sin despegar la mirada.
-Buenas noches -respondió Mary flotando en una nube.
-Le sienta bien la noche, señorita Ackerson.
Mary tragó saliva, si es que le quedaba saliva por tragar.
-Gracias -dijo ella con una tímida sonrisa-. ¿Quiere pasar?
James negó con la cabeza.
-No creo que sea buena idea.
-Oh -pronunció a baja voz, con sorpresa.
-Me gustaría que conociese un sitio.
-Como quiera. Pero tiene que esperar, tengo que ponerme esa maldita escafandra.
-No es necesario -dijo él-. Al menos no esta noche. No iremos a caballo.
-Perdóneme, no le he preguntado por Loja.
-Está bien, gracias. Lo están curando, algunos arreglos en las patas y listo.
-Me alegro... Entonces, ¿cómo iremos?
-He traído coche, el camino es largo. Y tranquila, que éste no tiene fugas. Tenemos oxígeno para ir y volver sin problemas.
-Pero no me ha dicho dónde vamos -dijo ella con algo de inquietud.
-Es una pequeña sorpresa. La espero en la parte trasera, en el aparcamiento cubierto. Ahora la veo.
Mary asintió, cerrando la puerta lentamente. Nada más hacerlo se giró con la ilusión naciendo en la planta de sus pies. Quiso gritar de emoción pero se contuvo por miedo a que James la escuchase. Correteó por la sala, frenándose en el espejo.
-¿Tú le has visto? -le preguntó al espejo-. Está guapísimo con ese sombrero, le hace tan...
Mary resopló envolviéndose en su imaginación, saliendo de ella para llegar a la parte trasera del edificio flotando de amor. Ahí estaba él, de pie junto al coche, sujetando la puerta abierta para que ella entrase. Mary se acercó muy despacio, quería saborear todos los matices de aquello que le estaba sucediendo. Un susurrante «gracias» acompañó su paso al interior del vehículo. James cerró la puerta con suavidad pero firmeza.
-Será un viaje largo -dijo él sentándose junto a ella y poniendo sus manos al volante.
-No me importa -dijo ella-. No tengo sueño.