-Es aquí -indicó Andrew.
-¡Menudo frío hace ahí fuera! -exclamó Mary entrando en la cantina.
No tardaron en quitarse los trajes.
-Esto está lleno de gente -se fijó ella.
-Es normal, primer día en Marte, hay que celebrarlo. Espero que la cocina esté abierta.
-Eso espero, me comería una vaca.
La extraña pareja buscó asiento. En realidad, esperaron a que dos borrachos abandonasen una mesa, dejando a su paso un reguero de vómitos como si de baba de caracol se tratase. Andrew se fijó en que Mary apenas tenía escrúpulos a la hora de sentarse en sus sillas malolientes.
-¿Aquí hay carta? ¿O ya sabes qué sirven?
-Si hubo carta sólo Dios sabe dónde estará ahora. Funciona mejor el clásico: ¡Camarera!
Andrew lanzó la llamada al aire y, tras un par de intentos más, fue recogido por una novata que no tardó en acercarse a ellos. En su camino apartó manos y labios de hombres que querían rozarse con su cuerpo.
-¡Atrás, alimañas, si no queréis que rompa la última botella de whisky y os corte el gaznate con ella! -amenazó la camarera.
-¿Gineth? -preguntó Mary más que boquiabierta.
-¿Mary? ¡Mary! -exclamó sorprendida al ver a su amiga. Ambas se fundieron en un efusivo abrazo.
-Apestas a sudor -dijo Gineth apartándola.
-El traje, ya sabes. Claro que tú no hueles a flores que digamos.
Gineth se olisqueó rápidamente y se encogió de hombros.
-Tienes compañía... -se fijó Gineth.
-Oh, sí, es Andrew, Andrew Stafford.
-¿Cómo? ¿De la familia...? Andrew levantó la mano.
-No entremos en detalles desagradables. Encantado. ¿Tenéis algo para matar el hambre?
Gineth apartó la mano de un hombre que se dirigía a su trasero.
-¡Manos quietas, Edwin! -le gritó-. ¡Por muchos años que tengas no tienes derecho a llamarme hijita!
El viejo se retiró. Pronto otros más probaron suerte pero sólo se encontraron con bofetadas certeras, insultos y más gritos por parte de Gineth.
-No te reconozco -le dijo Mary.
-Ni yo, ni yo... -explicó Gineth a baja voz-. Pero que no se enteren o estaré perdida. ¡Leroy, ni se te ocurra saltar la barra o te quedarás sin lengua!
Mary se reía por debajo ante el desparpajo de Gineth frente a todos esos hombres asilvestrados por el alcohol y la falta de relaciones íntimas.
-Bueno, a ver... -dijo Gineth haciendo memoria-, tenemos sopa de algo parecido al pescado, y filete raro de color naranja con guarnición de algo todavía más extraño con aspecto de tomate... ¿lila?
Mary miró dubitativa a Andrew.
-Está todo bueno -masculló Andrew-. Trae dos de cada.
-Vale, en una hora o así estará listo.
-¿Una hora? -preguntó Mary.
Gineth asintió y se largó sin dar más explicaciones. Al llegar a la barra lanzó su delantal al otro lado y cantó el pedido a la cocina.
-¡Chicos! -avisó a su público alcoholizado-. ¡Me voy a tomar diez minutos de descanso! ¡Eso significa que agradecería que durante ese tiempo nadie se acercase a mí pidiendo un beso! Todos se entristecieron.
-¡Venga! -dijo animándoles-. ¡Si os portáis bien, luego sorteo uno al que menos le huela el aliento!
Todos la vitorearon. Gineth caminó a la mesa de Mary y Andrew, y se sentó junto a ellos, arrojando fuera de la silla a un borracho dormido.
-Tranquila, Mary, no me mires de ese modo, no pienso besar a esos cerdos. En un rato se les habrá olvidado. Llevo así toda la tarde... Bueno, ¿y qué os trae por aquí?
-No tengo comida en casa -explicó Andrew-. Y con la llegada de los nuevos colonos sabía que esto volvería a rebosar de vida. Odio las cenas de familia.
-¿Te refieres a cenar en la mansión Stafford? -preguntó Gineth-. Yo no lo dudaría ni un instante.
-Es mucho más divertido e inspirador ver todo esto de nuevo en plena ebullición -indicó Andrew.
-Sinceramente, Andrew, no sé cómo controlarlos -dijo temerosa Gineth-. ¿Hay policía en Marte?
-Bueno, creo que de todos los que han llegado, una buena parte se dedicará a tareas de vigilancia, bomberos, servicios sanitarios... Es como crear una sociedad desde cero.
-Más bien es reconstruirla -matizó Mary.
-¿Por qué dices eso? -preguntó curiosa Gineth.
-Andrew se niega a darme los motivos pero te diré que el anterior grupo de colonos...
Mary se acercó al oído de su amiga y se lo soltó, mostrando Gineth un desconcierto absoluto:
-¿Cómo?
-Lo que oyes. De los motivos no tardaré en enterarme. Pero no vayamos a preocuparnos por cosas que, en principio, no nos afectan. Me interesa mucho más saber dónde se ha metido... Thomas.
Gineth se mostró algo compungida. Se dio cuenta de que Andrew no sabía de quién hablaba Mary.
-Thomas es mi novio..., o al menos eso creía. Se ha ido y no ha vuelto. Él sabía perfectamente que iba a trabajar aquí. Y, como el resto de mineros, se supone que debería acabar la noche en la cantina, para emborracharse como todos. Para uno al que iba a dejar que me pusiera las manos encima y no aparece.
Mary se rió.
-Quizás haya comenzado algún turno rotatorio -intentó explicar Andrew.
-¿Rotatorio? ¿Ya?
-Así es, no tienen mucho tiempo que perder. Hay mucho trabajo en las minas y prefieren aprovechar los huecos entre tormenta y tormenta para seguir adelante con las excavaciones. Así que es posible que hayan terminado el segundo de ellos y si fuera así, no tardarían en...
De repente, la puerta del local se abrió y un grupo de hombres agotados entraron arrastrando sus trajes, cubiertos hasta arriba de polvo. Gineth se ilusionó al verlos. Paciente esperó a que todos y cada uno de ellos se quitasen el casco. Todos los trajes iban cayendo uno encima del otro, sepultando a los de Mary y Andrew.
Pero allí no estaba Thomas.-¿Le habrá pasado algo? -preguntó Gineth nerviosa.
-No lo creo -respondió Mary-. Tranquila, Gineth.
La joven ya estaba en la entrada preguntando a los últimos mineros llegados.
-¿Conocen a algún Thomas? Todos negaron con la cabeza.
-¿No? Vaya...
Gineth se giró entristecida de vuelta al sitio de sus amigos. En ese instante entró otro hombre con el casco puesto. Nada más quitárselo la reconoció de espaldas a él:
-¿Gineth?
Gineth se quedó petrificada, y se giró con el rostro iluminado al reconocer su voz.
-¡Thomas! -exclamó corriendo hacia él.
Sin tiempo a quitarse el resto del traje, Gineth lo besó una y mil veces.
-Vaya -masculló un viejo, copa en mano-, creo que el sorteo del beso ha sido amañado...