CAPITULO II: ¿En qué te puedo ayudar?

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El sol se ha escondido bastante, creo que debe tener depresión, porque el estar siempre detrás de las nubes no es buena señal. El otro día me sentí muy mal, porque me dijeron que Puchi era horrendo. ¿Quién puede juzgar a mi pequeño perrito por su apariencia? Para mí es el más hermoso de los cachorros. Un día, luego de bajarme del microbús, iba caminando hacia mi casa, cuando de pronto veo la escena más espantosa que me ha tocado ver. Un hermoso cachorro de pelaje castaño, quería cruzar inocentemente la calle, como era tan pequeño un camión no lo vio y bueno, entenderán que sus ruedas lo dañaron en demasía. Tan solo el recordar los aullidos de dolor de mi bebé, hace que mi piel se eriza. Quiero creer que aquel caballero no pudo divisarlo, el imaginar que sabiendo el dolor que provocaría y aun así no se detuvo, es peor que recordar los ojitos de dolor que mi Puchi tenía mientras corría con él entre mis brazos.

-Si no lo cuida debidamente, lo más probable es que muera esta noche...- Es lo que me dijo la veterinaria tras revisarlo. ¿Cómo un ser tan pequeñito podía marcharse de este mundo tan luego? ¡No! No lo iba a permitir. Por lo que saqué dinero de mis ahorros, le compré esos remedios tan caros y una chuleta de cerdo. Llegué a mi casa, evadí los retos de mis padres y me empeñé en hacer que el pobre comiera, a la vez que ingiriera los medicamentos. –Le da carne a ese montón de vendas, cuando debería dárnosla a nosotros...- Es lo que comentó mi papito al enterarse de mis cuidados hacia el can. –Ustedes me han tenido y tendrán siempre, este pequeño no puede decir lo mismo, nadie allá afuera siente algo por él... se debe sentir tan solito...- Le respondí intentando controlar las lágrimas. ¿Cómo no pueden darse cuenta del sufrimiento por el cual debió pasar Puchi?

Seré estúpido, sin embargo, si algo de lo cual puedo jactarme, es que soy perseverante. La noche siguiente a la del atropello y muchas otras después, las dediqué a rehabilitar a mi pequeño cachorro, quien poco a poco volvió a caminar y a mover la colita como solo él puede. Tuve que atarle una varilla de metal en el muñón de atrás, porque perdió una pata. Lamentablemente tampoco tiene una de sus orejas y su hocico, pues... lo tiene achatado, como cuando chocan a los automóviles en la carretera. ¿Lo divertido? Es que como no puede respirar normalmente, ronca en las noches y le hace competencia a mi padre por quien lo hace más fuerte. Le faltan unos cuantos pelos y un ojito se le ladea hacia la izquierda. ¿Pero qué importa que esté tan desaliñado? Está vivo y puede moverme la colita cuando me oye llegar. ¿No es eso lo importante? ¿Acaso si tuvieras un hijo discapacitado lo botarías a la calle?

Cuando saqué a pasear a todos mis perritos, una niña se acercó a Puchi solo para observarlo con asco. -¿Qué es eso? Es horrendo, debería sacrificarlo señor, me da dolor de estómago al verlo...- Me aconsejó como si fuese una eminencia al respecto. ¿Cómo rayos están criando a sus hijos ahora? ¿Acaso no les enseñan a ser compasivos y empáticos? Mi perrito es tan bello como cualquier otro, de hecho, es más fiel, tanto que aunque me vaya por años, sé que me estará esperando. Si la gente deja de ponerse en el lugar de otro, si se encierra en sus propios anhelos, nunca podremos vivir tranquilos, porque nada bueno puede venir del egoísmo. ¿Acaso no se han dado cuenta que haciendo feliz al resto es la única forma de serlo uno mismo? Todos esos economistas y eruditos, siendo tan inteligentes, ¿no se pueden dar cuenta de algo que hasta yo entiendo? -¿Te has visto al espejo? ¿Crees que es normal tener la nariz tan grande? Si eres recién una chiquilla... ¿Y ese bigote? ¿Acaso quieres parecerte a Hitler? Pues ¿te digo algo? Deberías decirle a tus padres que te sacrifiquen, porque eres muy horrenda para este mundo...- Le respondí ofuscado, nadie se mete con mi adorado Puchi. La pequeña simplemente comenzó a llorar. ¿Fui demasiado fuerte? Pues ella se lo buscó... no, en realidad no, es solo una niña. La culpa me invadió inmediatamente después.

Tal como hace conmigo al verme llorar escondido detrás del limosnero, mi cachorrito se acercó hasta la niña para lamerle la carita, como si quisiera quitarle la pena bebiendo sus lágrimas. –No ves que es más lindo de lo que puedes ver...- Le mencioné un poco más tranquilo, realmente me asustó al verla tan triste y es que nunca he soportado saber que alguien está sufriendo. Al rato la chica ya estaba sonriendo y jugando con todas mis mascotas, especialmente con aquella que la tranquilizó. –Si alguien siempre ha debido disfrazarse para complacer al resto, ¿cómo podría ayudarle para que se sienta mejor?- Le comenté de pronto a la pequeña de vellos en el labio. Ay por favor, si todos en la pubertad nos llenamos de pelos, no se asqueen ahora. Me acordé de María justo mientras caminábamos por una avenida concurrida, así es que le pedí consejo a mi nueva amiguita. Ella se llevó un dedito a la boca, señal inequívoca que estaba pensando. –Quizás debería tratar de quitarle el disfraz, ¿no lo cree así?- Me respondió brillantemente. No pude más que acariciarle su cabello, porque tenía razón y me había dado la respuesta con la cual salvar a mi escondido angelito.

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