Es extraño pensar que se puede sobrellevar tanta tristeza, sin embargo, el paso del tiempo va decantando hasta las heridas más profundas del corazón. No es que pueda olvidar a David y seguir adelante como si nada hubiese pasado, solo que me he percatado que se debe continuar con la vida por respeto a quienes han partido. ¿Acaso mi niño hubiera querido verme triste y acabado? Claro que no y por eso, debo esforzarme día a día por demostrarle que seré fuerte, que sonreiré como antes lo hacía y esperaré de pie el momento en que nos volvamos a encontrar.
La casa debería estar vacía, luego de la muerte de un ser querido, todo un hogar se ve como si las luces estuvieran apagadas. Recuerdo la casa de mis abuelos, luego que el padre de mi madre falleció. Todo era helado y sin gracia, tal como si hubiese estado abandonado por largas décadas. Así por lo menos fueron los primeros días en nuestra morada, solo que luego de la detención de Margarita, todo cambió.
-¿Pueden mis hijos vivir con nosotros? La casa que arrendaba su madre ya no puedo costearla y no tienen ningún otro pariente que pueda cuidarlos.- Me dijo Leandro hace dos semanas. Debo reconocer que pensé muy bien en las consecuencias de aquel favor. ¿Los hijos de mi enemiga viviendo bajo mi mismo techo? Aunque, esos tres chicos son solo unos niños, ¿cómo podría dejarlos en la calle tan fácilmente? Ellos no tienen la culpa de los errores cometidos por Margarita.
El mayor se llama como su padre, típico en los casos de padres orgullosos por tener un primogénito varón. ¿Por qué será que mi papito no llamó a Orlando como Carlos? En fin, para no confundir a ambos, al menor le dicen Lea. Y aunque no lo crean, es el vivo retrato de su progenitor. Es pequeño para ya tener trece años, aun cuando su cuerpo sea robusto, como un musculoso en potencia. ¿Será que el mal que aqueja a su familia son las piernas cortas?
El de al medio parece adoptado. Es rubio, más alto que su hermano mayor, siendo que tiene diez años, de ojos profundamente celestes. ¿Por qué es así si sus padres son morenos y bajos? ¿Será en realidad hijo de Leandro? Creo que últimamente he visto muchas telenovelas, como ya no trabajo. Se llama Álvaro y de él, no he escuchado más que el hola al entrar a casa por primera vez.
Por último, está Mariela, la pequeñita de apenas cuatros años. Una regordeta de cabellos rizados al igual que su madre. La pobre pasa más tiempo en el suelo que de pie, y es que es tan atarantada al caminar que termina irremediablemente en el piso. ¿Es mi imaginación o ninguno de los tres gusta de hablar? Han estado aquí medio mes y solo los veo compartir entre ellos, jugando o separándose de los adultos, divirtiéndose en el patio. Parecen como tres pequeños gatitos asustados, que buscan esconderse de todo aquel que aparente ser una amenaza.
¡Adivinen quién intenta ganarse su cariño a como dé lugar! Pues resulta ser que Noah se ha convertido en la madre más madre de todo el país. Antes, ni siquiera sabía freír un huevo y ahora, se la ha dado de cocinero profesional. ¿Saben lo que es comer lentejas con trozos de cebolla cruda, extrañas migajas de pan quemado y cuadrados de pepino? Ha sido el almuerzo más asqueroso que he probado, sin mencionar que no tenía ni una pizca de sal y demasiada agua. Pues ese día, a mi primo se le ocurrió la brillante idea de sacarme de la cocina y probarle a sus "hijastros", lo bien que podía alimentarlos. Entenderán que todo fue un desastre y los pequeños ni siquiera tocaron el plato.
-¿Por qué no me quieren? Si soy tan buena persona, lo único que quiero es que vean en mí una madre... no, no... disculpa, que vean en mí un segundo padre... eso....- Dijo luego de enterarse de lo mal que habían salido sus planes por conquistar a los tres gatitos asustados. Si hasta delantal se ha puesto y una gorra rosada para que no caigan cabellos en las comidas. Se ve de lo más cómico, aunque él está convencido que es de lo más sexy.
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Somos Hermosos
Romance"Solemos escondernos, refugiarnos de todos quienes puedan dañarnos. Es mejor no brillar porque el dolor del fracaso nos aterra. Afuera hay muchos demonios que quieren alimentarse de nuestras almas, de nuestra debilidad, esa que nos obliga a borrar l...