CAPITULO X: El feo tiene novio

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Abrí los ojos y me encontré con el rostro ruborizado de Leandro, mirándome sorprendido, como si nunca se hubiera imaginado que hiciese tal hazaña. ¡Qué me deje de mirar! ¡Qué me deja de mirar! Estoy muy avergonzado, jamás me he atrevido a besar a nadie, si apenas he dado uno antes de esta ocasión y ahora realmente me siento estúpido, como un niño que tras hacer una pataleta, se percata que todos a su alrededor le vigilan. No, no puedo seguir en este lugar, así es que decido correr lo más rápido posible con tal de dejar a atrás al petizo, necesitaré mucho tiempo para que él olvide lo ocurrido.

La luz del sol invade ya todo el pueblo al lado del mar, mientras camino por las calles avejentadas del villorrio. Todavía no ha abierto ningún negocio, por lo que no he podido comprar algo para comer y mi estómago de gordo me reclama enfadado. Desganado y con la sola intención de evadir para siempre a Leandro, sigo mi rumbo sin saber adónde terminaré y es que ahora que lo pienso, no sé dónde estoy. ¿Dónde se encuentra el hostal? ¿La playa? Ya ni siquiera puedo ver el mar de lo lejos que estoy. Claro, ahora me doy cuenta lo beneficioso que es tener un celular, podría llamar a Andrés para que me diga cómo regresar, solo que no tengo uno de esos aparatos y ahora me desespero, ¿y si me quedo por siempre en este lugar? Nunca más veré a mis papitos, ni a Carlota, ni a Puchi con su hocico chueco. –Disculpe, ¿me podría decir cómo llegar al hostal de la señora Clemencia?- Consulto a una anciana que justamente salía de su hogar. -¿Clemencia? La única residencia que conozco con ese nombre está en el pueblo vecino... ¿Se vino caminando desde allá? Si ya casi está llegando a los cerros...- Primero pensé que era una broma de la mujer, solo que al ver la seriedad en su rostro, me percaté que tenía razón, que había caminado largos kilómetros sin siquiera saberlo. Para que luego digan que los gordos no hacemos ejercicios.

Como me lo indicó la viejecita, caminé directamente por la carretera, en menos de dos horas estaría de regreso donde me alojaba. Fue un verdadero suplicio hacerlo, ahora que estaba consciente del esfuerzo que debía hacer, parecía que todo me costaba el doble. Ok, no puedo esconderme de Leandro para siempre, más que mal vivimos bajo el mismo techo, así es que debo ser sincero y decirle que... que... ¿Qué tendría que decirle? ¿Por qué lo besé? ¿En realidad me enamoré de él? Cuando Alberto se confesó, yo sentí un júbilo enorme y le besé por lo feliz que estaba, luego nos fuimos a dar un paseo en unicornio por Paris, fue tan hermoso cuando decidimos comer las patas de la torre Eiffel, porque por si no lo sabían son de queso... Claro, en mis sueños, porque todo eso lo inventé, digo... es estúpido pensar que los franceses domestican unicornios. Eso es más bien inglés.

Bien, aunque me cueste, debo recordar que mi primer amor fue simplemente invento de mi mente desolada y que la única persona que me ha hecho sentir realmente enamorado, ha sido Leandro. Él ya se ha confesado, ¿por qué debo estar tan nervioso? Quizás este sea el primer paso para una relación, esa que siempre he soñado, el hombre con quien envejeceré como ha sido la historia de mis papitos. Sí, ese es el deseo que debo guardar. Aunque no sé por qué me siento como si le fuera infiel a Alberto, no puedo sacármelo de la cabeza, aun cuando sé que es todo una farsa. Son muchos años de engaño propio, supongo que me costará eliminar aquella costumbre tan arraigada.

¿Dos horas? Claro que no, terminaron siendo tres y cuando llego por mi fin al hostal, me encuentro con un desorden inmenso. -¿Dónde te habías metido? Nos tenemos que ir ya...- Me dice Andrés al encontrarme frente a aquella residencia de madera. Están las maletas afuera, al igual que el rubio y el petizo, solamente esperándome para que nos retiremos. -¿Y Ángela? ¿Dónde está?- Pregunto al percatarme de su ausencia. Aquí ha sucedido algo, eso lo huelo a lo lejos, me están ocultando un suceso importante. –Te agradezco todo lo que has hecho por mí, lo mucho que te esforzaste por convencerla a darme una nueva oportunidad, solo que a veces el corazón se manda solo y yo... me he enamorado finalmente de Patricia, es con ella con quien quiero estar...- Andrés se acerca para depositar su brazo en mi hombre, bajando la intensidad de su voz me revela el secreto de su corazón. Tal parece que eso se lo ha confesado a la castaña y por eso se ha retirado. Bueno, si él es feliz, yo también. Finalmente nos vamos, y durante todo el viaje siento cómo Leandro me observa, descaradamente y sin inmutarse, como si se burlara de mi huida furtiva. Intento en todo momento ocultarme en conversaciones con el rubio, para no tener que tocar ese tema tan delicado con quien besé. ¿Entonces estoy enamorado o no? Y si Alberto... no, no. Estoy loco.

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