CAPITULO VI: La esposa del doctor

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Mis papitos se conocieron en el campo, mientras trabajaban bajo el sol poderoso de verano. Por lo que me han dicho, laboraban en una plantación de duraznos, sacando los frutos de la mata junto a muchos otros jóvenes del sector. Creo que mi mamita cayó de pronto de la escalera y quien primero fue en su socorro, fue mi padre, que ni siquiera la conocía en ese entonces. No, no fue una escena en que la doncella cae en los brazos del príncipe azul, más bien don Carlos llegó bastante tarde y tuvo que recoger a doña Carmen del suelo. Lo que si fue romántico, es que él la acompañó durante toda la tarde, viendo que no tuviera ninguna lesión.

Primero se convirtieron en amigos, ambos caminaban los arduos kilómetros hacia sus casas en compañía del otro, escuchando sus historias y anécdotas. –En realidad él era muy feo, pensé que nunca sería más que mi amigo... Supongo que fue su inteligencia la que me enamoró, esa astucia que siempre ha demostrado...- Es lo que mi madre me contó una vez, cuando le pregunté sobre su época como novios. Para ser sincero, mi papito es muy inteligente, y eso no tiene nada que ver con que no haya podido terminar sus estudios. Tiene un ingenio innato, una capacidad que le ayuda a sobrellevar los distintos problemas que se le ponen en frente. Es él quien ha hecho durar por quince años nuestro calefón, el que hizo las instalaciones eléctricas en la casa, quien siempre arreglas los objetos estropeados, incluso ha fabricado las sillas del comedor que se han terminado por romper con el tiempo. Esa es la misma característica que heredó Orlando, y es que desde pequeño siempre pudo sortear las incapacidades de la pobreza muy bien, tanto que terminó en la universidad.

Al tiempo de casarse, mi mamita quedó embarazada de mi hermano mayor, el orgullo de la familia, el vivo retrato de don Carlos. Al tiempo, decidieron venirse a la ciudad para darle un mejor futuro a la familia. Lo único que pudieron conseguir es arrendar un pedazo de tierra a las afueras, donde construyeron una pequeña casa de madera. Con el transcurso de los años, ahorraron el dinero suficiente para comprar el pedazo de tierra y es aquí donde todavía vivimos. Tras su mudanza, doña Carmen supo que estaba embarazada y así nació la hija que tanto deseaba, Pilar, esa a la cual podría vestir como a una princesa. El clan estaba conformado, ambos padres estaban dichosos de lo que habían logrado y ya nada más pedían. Solo que pasó el tiempo, mis hermanos crecieron y de pronto, sin planificarlo ni quererlo, mi madre quedó preñada de mí. Otra boca más que alimentar, era todo lo que podían pensar y es que la vida ya era difícil teniendo solo dos hijos.

Supongo que siempre me culparon por llegar a arruinar todo, a complicar un plan que tanto habían añorado. Como soy el menor, nunca me compraron nada, heredaba todo de mis hermanos mayores y es que no alcanzaban los recursos para el tonto hijo que todo le costaba. El colegio era un suplicio porque yo no heredé la astucia de mi padre, mi cerebro no funciona bien, al más mínimo problema que tengo, todo parece nublarse, complicarse debido a la incapacidad de mis neuronas para orientarse. Mi familia era de patos y yo nací ganso.

El tiempo pasó, yo dejé el colegio, mientras Orlando entraba a la universidad, gracias al trabajo duro de nuestros padres, los que trabajan día y noche pensando en el porvenir de su primogénito. Mientras eso sucedía, todos caían rendidos ante la hermosura de Pilar, la reina de todo este barrio. Si la astucia venía de los genes de mi padre, la belleza era parte de mi madre. La piel clara, el cabello ondulado, la nariz respingada y lo grandes ojos marrones, eso es lo que recibió mi hermana como herencia, y lo que tanto supo ocupar para su beneficio. Los chicos más guapos, siempre estaban interesados en ella, los mismos que usualmente solían ser amigos de Orlando. ¿Quién desentonaba? Pues el que se quedaba encerrado en la pieza durante las fiestas, al que dejaban atrás en la feria para que nadie se diera cuenta que era también su hermano y es que para todo el mundo, aquellos dos ángeles no eran parientes míos.

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