CAPITULO XIX: Más gente en casa.

106 11 2
                                    


Nunca pensé que me vería tan bien con el cabello rubio, y es que como tengo la piel morena, aquella tonalidad no encaja en mí. Me veo al espejo un tanto escéptico, sé que se trata de una peluca, de un juego que estoy siguiendo con los muchachos, solo que es otra cosa la que me obliga a no despejar la mirada de mi propio reflejo. –Desde hace una semana que te veo extraño, ¿acaso es por la pelea que tuvimos aquí afuera?- Escucho a mi espalda, resulta ser mi papito que se ha percatado de mi presencia en el baño. En ese momento recuerdo los golpes que Leandro le daba a Alberto y cómo este se defendía posteriormente, recuerdo la sangre que escurría de sus labios, las ropas sucias, aunque me es inevitable recordar dos frases que quedarán marcadas para siempre en mi mente. No voy a dejar que me lo quites, aunque me costó reconocerlo, me he enamorado de él... Te amo y esa es una verdad que nunca cambiará. Si tú me correspondieras, me harías la persona más feliz de este mundo...- La primera fue dicha por el petizo, quien sin importarle que Noah estuviera presente, confesó que verdaderamente se ha enamorado de mí; mientras que lo segundo fue susurrado por el australiano, a la vez que me abrazaba por la espalda y abría sinceramente su corazón. ¿De cuándo me he convertido en una persona tan popular?

Recuerdo mis cortos días de escuela, esos en los cuales me gustaba un muchacho de mi salón. Le veía a lo lejos, siempre perfecto, compartiendo con sus compañeros, riendo y jugando en los patios. Era un verdadero ángel, solo que al año siguiente llegó un joven aún más apuesto, alto como un adulto y dueño de una personalidad envidiable. Me gustaba su inteligencia, esa que le llevaba a tener siempre las mejores calificaciones. En ese momento mi corazón se dividió en dos, estaba indeciso, no podía elegir a ninguno de los dos chicos. Soñaba al llegar a mi casa, que ambos se me declaraban, que peleaban por mi amor y le gritaban al mundo entero que lucharían hasta la muerte por tenerme. Todo se acabó cuando llegó un pelirrojo al siguiente año y ahí decidí era demasiado vicio, que no podría contener a tantos hombre en mi pequeño pecho. De todos modos, a los meses me retiré de los estudios y es que debía trabajar para aportar a mi hogar. Ahora que me lo pregunto ¿en qué estarán esos muchachos? ¿Estarán casados y tendrán hijos? Creo que a la tarde le pediré prestado su computador a Andrés, quizás en esa cosa de Libro de Caras pueda encontrar su perfil.

En mi infancia era todo un sueño, imaginación de quien ni siquiera poseía amigos, solo que ahora se ha convertido en realidad, a mis treinta años dos hombres se han peleado por mi amor. ¿Qué debería hacer? ¿Acaso hay uno de los dos que me gusta más? –Creo que sí.... Me siento especial, no a muchos le sucede lo que a mí, solo que a la vez, me encuentro perdido... No sé qué hacer ni decir, he estado toda esta semana evitándolos, pero no podré huir por siempre.- Termino respondiéndole a mi padre. Veo cómo su rostro cambia, de aquel siempre serio a uno amoroso, contemplativo, como si se alegrara con el vendaval que se ha gestado en mi interior. –No me había dado cuenta lo hermoso que eres... El amor te sienta bien, de eso no hay duda. Tu corazón sabe de quién estás realmente enamorado y solo es cosa que dejes que hable por sí mismo. Decidas lo que decidas, quiero que sepas que estaré eternamente agradecido de aquel hombre que te ha hermoseado de esta manera. Nunca antes te había visto tan feliz...- Aquella sonrisa, sus palabras cálidas, aquella sensación de tranquilidad, como si don Carlos me hubiese abrazado sin siquiera tocarme, jamás podré olvidar esta sensación. Nunca antes me había dicho frases tan amorosas, mucho menos con esa mirada tan brillante, tan alegre.

El resto del día me lo paso recordando lo que me ha dicho mi papito y es que no puedo dejar de sonreír tan solo al pensarle. Él ha sido el hombre más importante de vida y el hecho que acepte mi amor, sea con quien sea, me repleta de dicha. Cuando estaba seducido por las mentiras de Leandro, él se opuso tajantemente, hasta tal punto que todo terminó en tragedia. Ahora las cosas han cambiado y me da pena el pensar que todo fue después de aquel accidente, que ahora mi padre esté postrado en silla de ruedas y mi madre internada en un centro de rehabilitación.

Somos HermososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora