Capítulo 20

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Hace dos días que había ayudado a Deidara, Obito parecía distante, ¿Qué pasaría por su cabeza? ¿Serían celos? No eso sería muy infantil, además ya habían dado por acabado ese tema. Como una extraña manía volvió a mirar su reloj, ya era hora, volvería a ver a Yami. Obito se había ido hace una hora, aun no salía el sol, lo que la dejaba perpleja, cada vez dormía menos y parecía preocupado. El silencio siempre le había parecido deprimente, muy rara vez lo disfrutó, pero fue lo único que Akari encontró la noche anterior, Obito solo se recostó, sus ojos estaban abiertos, pero no miraban nada en particular, parecía ignorar la existencia de Akari y la suya propia. Volvió a mirar su reloj, llegaría con un poco de atraso, se levantó, esa casa que tenía dos caras, tal vez siempre permanecía igual, quizá solo cuando se sentía bien la casa era acogedora. Ahora le parecía fría y oscura.

En la entrada del bosque estaba Itachi, sin ningún tipo de saludo se adentraron, Akari parecía perdida por lo que siguió a Itachi, este se detuvo, Akari pudo ver a Yami, dada había cambiado en ella, su pelo largo y negro parecía flotar, a causa del viento, Yami la contempló parecía no creerlo aún, sus ojos que a veces tenían un tenue brillo azul, ahora se veían negros y apagados.

-¡Akari-sensei!

-Yami...-¿Por qué su voz sonaba tan desanimada? Le hubiese gustado poder fingir que todo iba de maravilla, aunque... ¿En qué momento todo empezó a dejar de ser genial? Tal vez solo estaba así sin ningún motivo, ella no recordaba nada que Obito le hubiese hecho, pero la tristeza estaba impregnada en el aire, parecía saber que en cualquier momento todo se derrumbaría.

-¿Es que no piensa volver a la aldea?

-Yo...- Akari no sabía cómo decirlo- no volveré a la aldea-dijo con más seguridad.

-Pero Sensei, allí esta su hogar, no puede abandonarnos.

-Ya lo escuchaste Iwa- el tono de Itachi al pronunciar el apellido de Yami era duro.

-Tú no te metas- respondió Yami.

-Yami mantén la calma, debes aceptarlo, esta es la decisión que he tomado.

-No le creo, eso es mentira, se nota en su cara que no está feliz, le prometo que la liberaré de ellos- comentó mientras hacía un gesto a Itachi.

-No Yami, será mejor que te olvides de esto y vuelvas.

-Akari ya los olvidó, deja de insistir, ahora es una enemiga de la hoja y habiendo descubierto los ideales de akatsuki ha decidido seguirlos- Sabia que Itachi estaba mintiendo para ayudarla, pero le dolía la expresión de Yami.

-¡Te dije que no te metieras!-Gritó Yami mientras sacaba un kunai.

-¡Basta Yami! Itachi tiene razón, no voy a volver nunca a la aldea- esas palabras le dolieron más de lo que imaginó. Yami permaneció en silencio, cualquier gesto que Yami hiciera sería muy predecible para Akari, por su actitud sabía que no le creía, del mismo modo Yami reconocía las mentiras de Akari.

-Lo preguntaré por última vez...

-Ya basta déjala en paz- la interrumpió Itachi. Yami levantó una mano, los arbustos vibraron, dos ambu emergieron de ellos ¿En que estaba pensando Yami? Reconocía a esos dos ambu, no importaba que usaran máscaras sabía que eran muy amigos de Yami. Ahora si estaba en problemas, seguramente toda la aldea lo sabía, ya nunca jamás se atrevería a poner un pie en la hoja de lo contrario sería humillada y encarcelada ya que seguramente la habían catalogado como una criminal.

-No se preocupe, nosotros la salvaremos, no permitiremos que unos criminales como akatsuki la extorsionen- al menos no pensaban que era una criminal, eso era bueno ¿bueno? No por supuesto que no, eso era totalmente egoísta de su parte, si creían que era una víctima de akatsuki nunca dejarían de buscarla, por el bien de sus compañeros debía engañarlos, debía humillar a Yami, ella tenía que odiarla, así jamás volvería a correr peligro.

-¿Salvarme? Niña ingenua si no te apartas de mi camino te mataré.

-Nunca ha sido una buena actriz- Itachi activó su sharingan, y empezó a atacar a los ambu, estos cayeron en su genjutsu y se desmayaron.

-Será mejor que retrocedas- le advirtió Itachi.

-No me hagas reír, recuerda que tus genjutsus no funcionaran conmigo.

-No necesito ningún genjutsu para vencerte- Akari estaba parada observando, aun no podía reaccionar, por alguna extraña razón sabía que Itachi no lastimaría a Yami. Yami era bastante rápida, pero no podría tocarle ni un solo pelo, Itachi estaba a otro nivel. Itachi se quedó quieto delante de Yami, esta se asustó un poco, pero luego se sorprendió al ver que Itachi permanecía inmóvil, lo apuntó con kunai.

-Así que no piensas matarme- La voz no provenía del Itachi que se encontraba en frente de Yami, esta volteó rápidamente, Itachi la apuntaba con un kunai, el graznido de los cuervos llenó el lugar.

-Adelante, mátame- soltó Yami mientras cerraba sus ojos- Itachi golpeó un punto ciego dejándola desmayada.

-Nos vamos, dentro de algunos minutos despertaran- Akari aún no reaccionaba- ¡Akari!

-Sí, lo lamento- Akari siguió a Itachi, deseaba con todas sus fuerzas que Obito no estuviera en casa, no podía ser descubierta, pero a la vez lo que más necesitaba era verlo, aquel día fue un día gris para Akari, uno de esos días en los que se sentía como basura y no sabía los motivos. A veces solo necesitaba dormir, dormir... no estaría mal hacerlo por uno o dos días. El trayecto se le había hecho pesado, eso se debía a que habían demorado mucho y que lo único que podía hacer mientras corría era sentirse de bajón. Por momentos temía estar siendo muy dramática, pues nunca se había comportado de esa forma, ya no era una adolescente. Por fin, ya había llegado, la casa aún estaba silenciosa, lo primero que hizo fue subir las escaleras, abrió la puerta de su habitación, Obito aún no había llegado. El sol ya iluminaba la habitación, Akari seguía aburrida, solo quería matar el tiempo, por lo que tomó uno de los libros de Obito, no era de su gusto, solo describía técnicas ninjas, pero no podía soltarlo, se aferraba a la idea de que el libro tenía la esencia de Obito, con él en sus manos no se sentía tan sola.

Habían pasado algunos minutos, en los que Akari se había quedado dormida, pero algo faltaba, ese algo la había despertado, sin saber que hacer dejó que sus piernas la guiaran, no podían fallar, se recostó en la cama de Obito, aunque él no estuviera, igual se sentía un poco más tranquila. Su mente ya no estaba pendiente de ese sentimiento nocivo para Akari, no había pasado mucho tiempo y Akari se durmió.




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