Capítulo 21

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Eran las 4:00 AM, Akari aun parecía dormir, su rostro se veía tan apacible ¿sería la última vez que la viera? No sabía la respuesta y tampoco quería descifrarla, las palabras de la sacerdotisa resonaban en su cabeza, tal vez tenía la razón. No podía concentrarse no mientras la tuviera la tentación de observarla, ella, que siempre se colaba en su mente. No podría pensar claramente, no mientras estuvieran tan cerca. Obito decidió que iría al bosque, pero no quería pararse. Solo unos segundos, pensó Obito, no muy decidido salió de la habitación. Ya estaba en el umbral de la casa, el gélido aire se colaba por su capa, el cielo estaba oscuro, y la bruma se había adueñado de la madrugada. Sus dilemas lo volvían a atormentar, Akari, si Obito la amaba, pero... ¿Hasta dónde?

-¡¿Hasta dónde?!- exclamó Obito. Todas sus ideas se habían distorsionado, ¿Realmente quería el Tsukuyomi Infinito?, ella había entrado como un rayo de luz cálida, así como el sol despeja la bruma, le había permitido ver con claridad su situación, lo había amado con un cariño puro e incondicional, no tenía las palabras suficientes para describirlo, había llenado su vacío. No... no podría hacerlo, no podría destruir este mundo que tanto le gustaba a Akari. Ninguna ilusión podría reemplazarla, ella era ella porque era impredecible e inigualable.

Akatsuki, esa organización solo tenía una función, el Tsukuyomi Infinito ¿Qué pasaría si el abandonaba ese ideal?, esa misma noche Pain había empezado a prepararse para la captura del nueve colas, tal vez aunque el cambiara todo permanecería igual, era parte de la lógica no había victoria para los perdedores, pero tampoco quería un triunfo sin ella. Él era un criminal, aunque lograra deshacer la organización, debía pagar sus crímenes, ¿Cómo?, ¿Cómo enmendaría todo, las muertes que había provocado? Nada de lo que hiciera traería a la vida a todas sus víctimas ¿Por qué su conciencia le dolía tanto?

El sol empezaba a salir, probablemente los mismos interrogantes lo habían atormentado por horas, debía volver. Como por inercia subió las escaleras, se dirigió a su cuarto, allí estaba ella, estaba en su cama, la almohada estaba húmeda y su cara algo roja ¿Habría llorado? ¿Se sentiría tan mal como él? Siempre les hacía esto a las personas que lo rodeaban, era inevitable, él era destructivo. Obito Salió, la culpa formaba nudos en su pecho, se sentía sucio, el verdadero Obito Uchiha se sentiría decepcionado de lo que era ahora.

Obito encendió la televisión, pasaba los canales como un loco, no estaba buscando nada solo intentaba engañarse a sí mismo. Alguien bajo estrepitosamente por las escaleras. Debía volver a la farsa, otra vez sería Tobi, sin muchas ganas volteó a ver quién era.

-Deidara-sempai- gritó con falsa efusividad.

-Tobi... yo me voy hum

-Volverá ¿Cierto?

-No, esto es una despedida, hum- sin más palabras, el rubio se había ido. Todo empezaba a caerse a pedazos tal vez no era tan malo, era el curso del destino, seguramente sería más sencillo lograr el cambio que tanto lo atormentaba. Sasori... Sasori se había ido, descubriendo que no estaba de acuerdo con sus ideales y ahora Deidara. Alguien tosió, esa misma persona empezó a bajar las escaleras, Obito salió nuevamente, era un cobarde, sabía quién era, no quería afrontarla.

-Madara- Obito se encontró con una horrible imagen, un hombre con rasgos de víbora, parecía estar loco.

-¿Quién eres y qué quieres?

-Mi nombre es Kabuto Yakushi, y vengo a ofrecerte un trato... -Obito no se dignaba a preguntar- Si unimos fuerzas, lograremos la cuarta guerra ninja- Obito dejó de mirarlo y siguió caminando, tal vez algunos meses antes lo habría aceptado, pero no ahora.

-Desaparece-dijo fríamente.

-¿Seguro?- Un ataúd se alzó delante de Obito, este parecía horrorizado.

-¿Qué pretendes?- Kabuto ignoró por completo esta pregunta, sabía que tenía las piezas correctas para extorsionarlo.

-¿Aceptas?

-No

-¿Sabes lo que pasará?

-Desaparece- repitió perdiendo la paciencia, claro que sabía lo que pasaría después, que insolente, como se había atrevido a amenazarlo, estúpido fenómeno, pero... ¿Cómo es que tenía el cuerpo de Madara, que pensaba hacer con él? Todo lo que vendría sería difícil, Akari no merecía eso... tampoco a él siempre mereció mucho más.

Madara, Madara volvería y cuando lo hiciera todo sería un desastre, todo a su paso sería destrucción, ni siquiera estaba seguro de poder derrotarlo, pero haría lo que fuera por hacerlo, nada le importaba en el mundo, solo ella, Akari era su único motivo para luchar. Kabuto ya se había ido. De nuevo ella, ¿era su conciencia? No, era Akari que todos los días se inmiscuía a dictarle lo que era correcto, ahora se sentía culpable, todo lo que hacía estaba mal ¿Aunque cuando había hecho las cosas bien? No era una cosa extraña, era parte de su rutina.

-¡Sal de mi cabeza!

¿A quién engañaba? Akari no tenía poderes mentales ni nada por el estilo, eso solo era su imaginación. El único problema real ahora era Madara, con su nombre también le venían algunas reminiscencias de su persona.

"Se realista, este mundo está lleno de cosas que no funcionan como deseas, cuanto más vives... más te das cuenta de que esta realidad está hecha de dolor, sufrimiento y vacío... escucha en este mundo... donde hay luz también hay sombras... mientras exista el concepto de ganadores, también existirán los perdedores. El propio deseo de mantener la paz creo las guerras... y el odio nació para proteger el amor. Es una relación que no se puede evitar normalmente..."

Esas palabras se habían grabado a fuego en su mente, la voluntad de Madara había quedado en sus manos y el la había transmitido a Pain.

Madara estaba dentro de los vencedores.

-Yo siempre he pertenecido al grupo de los perdedores- Pero eso siempre lo había sabido, solo que esta vez lo cambiaria, porque ahora tenía algo que proteger.

Obito se cansó {o de pensar y decidió regresar a la guarida. Todos estaban en la mesa, apunto de comer ¿Tanto tiempo había pasado afuera? Akari parecía buscar algo, le sonrió apenas entró, pero aun parecía preocupada, seguramente era porque Deidara aún no había llegado, lo mejor sería avisarle que jamás lo haría, pero ni él podía creerlo.

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