Tres platos como mínimo.
El primero, era un puré de patatas servido elegantemente con especias en el centro.
El segundo, era ternera servida en su punto acompañada de una ensalada de frutos rojos.
El tercero era el postre, el pastel de ciruelos que todo el mundo sabía, era su favorito.
Max alzó una ceja interrogante y miró a ambos lados de la mesa. La gente del servicio detrás de él esperando la orden y en frente del lado derecho de la mesa estaba Mariola con ojos expectantes a que diera un bocado de su comida. Max dirigió la vista al plato y luego la miró a ella, suspiró profundamente ¿Qué más daba?
Y entonces bajo los pares de esos ojos extraños tomó su primer bocado.
—¿Te gusta?— Le dijo Mariola con una voz que guardaba curiosidad contenida, Max no quería ser descortés, pero tampoco podía ser amable. Le asintió con un gesto de cabeza, Mariola le sonrió como una niña.—Sabía que te iba a gustar, recuerdo haber oído a tu padre alguna vez sobre tu comida favorita...
—¿Mi padre hablaba de mí?
Mariola lo miró compasiva, en efecto Max era un niño roto. Le sonrió—Sí, siempre hablaba de ti.
Un silencio incómodo se instaló en el enorme comedor de esa casa un aire nostálgico se respiraba cuando nadie hacía ruido y Max sintió que aquel sitio rodeado de nieve y colinas... ya no era en nada su hogar.
—Gracias—Le dijo mientras se limpiaba los pocos rastros de pastel de la boca—Ha estado todo muy delicioso.
Y dicho esto se levantó y abandonó la mesa. Dejando atrás a una fría y melancólica Mariola.
—¿Oye y qué pusiste en la tres?
—¿Cuál era la tres?
—La de la casa de dos pisos, la que tenías que sacar los ángulos....
—Ah ya, ¿Era ciento veintidós,no?
—¿Sí? Según yo no, era menos. ¿Cuánto te salió a ti?
Sofía se frotó las sienes, definitivamente tenía que dormir mejor, aunque sospechaba que la presión de la prueba no era solamente la causa de tantas palpitaciones. De alguna manera la anoche anterior después de escuchar a sus padres se encontró acostada dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Y es que, algo en las palabras que había usado su padre ayer la tenía desconcertada.
¿Desde cuándo su padre le importaba tanto el viejo Alberto? ¿Desde cuándo su madre le interesaba la familia de los Ferrer?
Aquella mañana, mientras la clase de Sofía hacían honores a la bandera, la directora se tomó unos minutos para hablar sobre el fallecimiento de la familia que había fundado la escuela.
Todo el mundo sabía que Alberto Ferrer sostenía monetariamente parte del instituto, pero también sabían que nunca, en toda su vida "El señor importante " nunca había pisado la entrada, pero aún así, la señorita Ángeles se había tomado la molestia de dar las condolencias a la familia. Y ahí estaba el dilema...¿Cuál familia?
Sofía sabía, como el resto de sus compañeros, que los Ferrer se consistía en el señor Alberto y la joven de su esposa. Sinceramente no recordaba a nadie más, pero la pasada noche su madre había dicho lo contrario.
"Maximiliano Ferrer"
"¿Desde cuándo esa casa, este pueblo ha sido hogar de Maximiliano?"
¿Quién era Maximiliano? ¿Era hijo del viejo rico? ¿Era mayor o menor que ella? No podía ser menor. Sí la joven señora de los Ferrer hubiese estado embarazada todo el pueblo se hubiera llenado de chismes sobre ello.
ESTÁS LEYENDO
Más Allá del Cristal
Bí ẩn / Giật gânMás allá de las colinas cubiertas de nieve, existe un pueblo entre los montes de hielo. Ahí, el tiempo pasa lentamente marcado por el reloj de la enorme muralla que lo rodea. Pocas cosas se saben de aquel lugar y pocas cosas logran salir de sus al...