11. De nuevas amistades y sucesos extraños

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Invierno de 1981

Julián Daza observaba con la mirada perdida los leños que se quemaban en las brasas de la chimenea de la casa. Los ojos le ardían un poco pero por alguna extraña razón ver las llamas danzando frente a sus ojos lo tenía hipnotizado, a fuera detrás del cristal de la ventana la nieve caía con inexplicable lentitud. Las llamas volvieron a alzarse más de lo que normalmente hacían y así como se elevaban se prendieron en las figuras de tres mujeres flotando en el agua congelada.

- Julián, por última vez aléjate del fuego- lo regañó su madre que acababa de poner los cubiertos en cada uno de los lugares en la mesa. Julián parpadeó pero hizo caso omiso de alejarse. Ahí estaban, delante de él mirándolo con esos ojos ardientes. Era como si lo llamaran a unírseles a ellas. -¡Julián!- le gritó su madre, El Niño desvío la mirada y obedeció a su mamá en ir y sentarse por fin a cenar. - ¡mira nada más como tienes el rostro lleno de ceniza!

Julián arrugó la nariz cuando su madre pasó su tosca mano por el rostro del niño. Luego estornudo para comenzar a comer.

- Tú padre dice que va a venir más tarde de lo que había pensado, me habló desde la cabina del teleférico. - Julián asintió cuando su madre dejó de gritarle a sus hermanos. - mañana me ayudarás con algunos encargos ¿crees poder hacerlo?

El chico asintió con fuerza, desde su accidente en el lago su madre le había prohibido volver a participar en la cacería. Su padre le había prometido que lo haría la próxima temporada y aunque en realidad Julián no se había sentido mal por no hacer labores en casa por su débil estado si que le molesto no volver a la cacería. En un lugar como los páramos congelados no participar en ese tipo de eventos era mal visto, sobre todo para los varones e hijos mayores. Pero sus padres habían sido muy estrictos en no volver hasta recuperar su salud.

- Bien, comete las verduras.

Lo que su madre le había encargado hacer era sencillo

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Lo que su madre le había encargado hacer era sencillo. Tenía que bajar al pueblo y traer la carne para los próximos dos días, tenía que ir por algunos hilos y recoger la ropa de la señora Gonzales, últimamente su madre le había estado lavando la ropa a algunas señoras para ganar más dinero a Julián no le gustaba mucho la idea de que su madre trabajará. Desde que tenía memoria su padre era el único que había mantenido la familia, la carpintería que mantenían desde generaciones atrás les había dado de comer incontables veces, pero era 1981 y no los años veinte y por eso la globalización y la nueva estación de autobuses que conectaba a la ciudad traía precios elevados y aunque no le gustará la familia Daza tenía que conseguir dinero. Si Julián tuviera más edad podría conseguir un empleo pero nadie contrataba a niños de doce años.

El niño bajó por el puente de madera colgadizo hasta llegar a la esquina que conectaba dos caminos, el del bosque que llevaba la estación de policías y la del pueblo. Se detuvo sólo un minuto a pensarlo, la idea casi sucedió como un pestañeo la imagen fue sólo eso, un parpadeo que creció hasta que le fue imposible ignorarla.

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