26. La nieve que se derrite

249 49 5
                                    

Max no habló mucho de regreso a casa.

Tampoco habló sobre el porqué de sus lágrimas, se dedicó a tomarla de la mano mientras caminaban sobre la nieve, en silencio. Sus ojos estaban perdidos y el agarre de su mano, tan fuerte- casi desesperado- le dijeron a Sofi que se sentía de esa manera.

Se detuvieron cuando estuvieron delante de la puerta, expectantes, sabían que no podían entrar con las manos unidas, de seguro los padres de Sofi ya estaban en la mesa, dispuestos para cenar... Detrás de ellos, la nieve seguían cayendo, unos cuántos copos se quedaban suspendidos entre las pestañas castañas de Max y otros tantos, en la solapa de su abrigo.

La luz del atardecer naranja se fue difuminando a su vez con los colores grises y azules de la noche. Cuando por fin las farolas de las calles se encendieron, ambos se dieron cuenta de que habían pasado un tiempo ahí, de pie, esperando... Sofi no quería soltarlo, presentía que si lo hacía el Maximiliano que estaba a su lado, desaparecería.

Así que no dijo nada, tampoco apresuro el tiempo entre ambos. No soltaría su mano hasta que él lo hiciera... pero Max no lo hizo, su mente estaba a kilómetros de distancia, como si de repente sólo le quedará el cuerpo, un robot sin corazón; o al menos hasta que notó que la nariz de Sofi se había puesto morada del frío y notó que los dientes le castañeaban, entonces soltó su mano de repente ganándose una mirada asustada de Sofi. Max tragó saliva y entró a la casa.

Cómo ambos lo sospechaban la familia Daza ya se encontraba colocando platos y vasos sobre la mesa, a penas los ojos de Max se encontraron con el padre de Sofi, este bajo la vista. Sofi se dio cuenta como la sonrisa cálida que siempre tenía su padre al mirar a Max, se desvaneció al mirarlo a los ojos, su rostro se apagó de tal manera que lo entendió. Su padre sabía lo que sucedía, sin embargo al igual que el escritor, no dijo nada, se limito a observar de lejos mientras tomaba su sitio en la mesa y en más silencio de lo normal, cenaban.

De vez en cuando, sus ojos viajaban al frente, donde Max comía sin ánimo y luego volvía la vista a su lado derecho donde su padre miraba con cautela al muchacho... El rostro de su padre tenía una expresión que jamás le había visto antes.

Arrepentimiento y... tristeza.

En sus ojos había una culpa que no comprendía, como si mirando al muchacho que no le devolvía la mirada, le estuviera pidiendo perdón. Sofi frunció las cejas toda la cena y se mordía los labios ansiosa por todo ese enigmatismo, quería que todo este teatro terminará y entendiera de una vez por todas, que estaba sucediendo.

Cuando terminaron y la madre de Sofi se ofreció a lavar los platos, Max se levantó sin intentar ayudarla como siempre hacía, más bien agradeció y subió rápidamente a su dormitorio. La mesa volvió a quedar en silencio y de la misma forma observó como sus padres se hablaban entre miradas que solo ellos entendía, el corazón de Sofi se aceleró por que entonces comprendió con recelo que por esos instantes, ellos sabía más que ella sobre Max.

Quería ir directo a su habitación del chico y preguntarle de que se trataba todo esto, que era lo que lo tenía tan mal pero su padre llegó primero que ella y subió los escalones que llevaban al ático donde Max se encontraba, cerrando la puerta a su lado.

Por un momento la curiosidad de Sofi latió palpable en sus cienes y las venas de su rostro. Pensó sobre la posibilidad de subir a hurtadillas y encogerse sobre la madera de la puerta para poder escuchar lo que ambos decían pero entonces su madre también subió y la miro interrogante por verla a mitad del
pasillo.

- ¿Qué haces?- Le preguntó, la sangre se le bajó hasta los pies cuando la vio ahí mismo, a punto de subir al ático. Sofi tragó saliva gruesamente.

Más Allá del CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora