14. Del significado en las miradas.

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Max nunca había visto el proceso de convertir un árbol a una silla de comedor, en toda su vida jamás se había dado el tiempo de ir al aserradero a observar a los trabajadores de su padre, fue solamente una ocasión, cuando tenía seis u ocho años, que había ido, de eso apenas lo recordaba pálidamente.

Había acompañado a su madre a visitar al patrón de la casa a quién también llamaban padre de vez en cuando. No recordaba exactamente a que habían ido, a veces, cuando aquella ocasión transitaba en su mente, recordaba el rostro de su madre enojado, a veces corregía esa palabra cuando recordaba sus ojos verdes, ella estaba llorando ¿Era rabia? No, aquella ocasión su madre lucía más bien decepcionada. Regresando al recuerdo, Max la había acompañado hasta la oficina pero su madre no lo había dejado entrar con ella, Max se había quedado afuera, en la sala de estar mientras observaba de reojo tras la ventanas a los leñeros gritarse entre ellos, aquella ocasión había suspirado aliviado de tener al cristal de promedio a esos hombre, no es que fuera cobarde pero aquel acto tan grotesco parecía agotador y burdo y para alguien como Max que leía sobre aventuras aquello le pareció horrible.

Ahora mientras no había cristal que lo defendiera se daba cuenta de algo que antes no, era el trabajo duro y el empeño con lo que esos hombre cargaban los troncos gruesos en sus espaldas y lo llevaban a la aserradora que cortaba aquellos troncos como una bestia que lo devoraba todo con sus cuchillas que lanzaban astillas fuera del gran contenedor de metal, pudo verlos a todos ellos con el sudor de su frente ganándose la vida, era algo que Max no había podido entender cuando niño, el trabajo duro. ¿Cómo podía saberlo antes? Si hasta que cumplió quince años había tenido empleados haciendo todo por él ¿Cómo iba a entender el hecho de trabajar con sus propias manos para tener algo que llevarse de comer? No, fue hasta que cumplió dieciocho años y había huido de las murallas enormes de un internado en lo alto de las colinas cuando supo que trabajar era necesario para vivir.

- Señor Ferrer- lo saludó Juan Carlos Bosques, el abogado de la familia, Max le sonrió y estrechó fuertemente su mano. - Qué bueno que llegó, la ausencia de la cabeza de la empresa aquí es preocupante, los trabajadores se pregunta si van a cerrar las maderería, me parece que las malas noticias siempre vuelan mucho antes que las buenas. Verte aquí muchacho, va a calmar las ansias de estos hombres, tienen razón, muchos de ellos dependen de este trabajo.

Max considero que aquello era verdad y por un momento pensó que estaba bien lo que estaba haciendo y recordó entonces sus palabras cuando este hombre le había dicho que todo aquello que le habían heredado se podía ir a la mierda y por primera vez después de la muerte de su padre, sintió vergüenza.

Quizá su padre era un asno y la peor escoria de la vida y era obvio que Max odiara todo lo que lo tuviera que ver con él, pero ahora estaba claro algo. La familia Ferrer no era solamente su madre, la nueva mujer, su padre y él, no, las libertades que tenían la familia traían consecuencias a todo aquel que recibiera monedas y un salario por debajo de su apellido.

El señor Bosques llevó a Max hasta la entrada de las oficinas y tras unos pocos apretones de manos le tendieron un megáfono que encendió ruidosamente atrayendo la mirada de los trabajadores, estos se aglomeraron hasta quedar reunidos alrededor de ellos y miraban al heredero de la fortuna con rostros incrédulos y curiosos.

- Señores - habló Bosques con voz grutal y Max supo entonces que el abogado era el que llevaba los pantalones cuando su padre no estaba ahí, lo cual parecía por los rostros enfadaos de aquellos hombres, que eran días largos en los que el señor del lugar ni estaban.- Sé que la noticia del fallecimiento del bien estimado señor Ferrer ha sido desconcertante en las plantas que no son comerciales, sino más bien productoras y sé que los rumores del recorte de personal los tiene angustiados pero créanme que eso no va a pasar y por ello, el Joven Ferrer ha venido hoy- dijo dándole una palmada en la espalda los miles de múltiples de ojos lo miraron con detenimiento y si no fiera por el carraspeó del abogado Max no se hubiera dado cuenta de que Bosque le tendía la bocina para que hablara.

Más Allá del CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora