Diciembre, 1987
En el infinito paisaje blanco de aquellas montañas, hay un pueblo enterrado entre las murallas de lo que alguna vez fue un feudo medieval y entre esas paredes gigantescas se alza vigilante una torre de un reloj que ha visto crecer la ciudad del eterno invierno. Más allá de ese constante tic tac, las manecillas apuntan a la cúspide de los páramos congelados, donde azotada por la ventisca se oculta una mansión que guarda un terrible secreto. Las paredes negras se contrastan con el blanco de su alrededor y, mirando tras una de sus ventanas escarchadas, un niño pálido como la misma nieve mira con nostalgia al pueblo que nunca ha visitado.
Los ojos grises de Alberto Ferrer miran con añoración mientras su rostro se mantiene duro, una expresión elegante e indiferente con la que le han enseñado a vivir durante sus trece años de vida. Lo observa todo en silencio, mientras los criados de su padre merodean por la biblioteca en la que se encuentra, puede ver sus reflejos danzando tras el cristal y se da cuenta de lo solo que en realidad se encuentra. Alberto nunca ha tenido contacto con niños de su edad, sin familia que los visite y sin la compañía de sus primos de su generación, Alberto ha encontrado refugio con sus libros de las altas estanterías, nunca se ha quejado de ello en realidad, pues no puede comprender cómo sería tener un amigo de su edad, se preguntaba si era lo suficientemente interesante oírlo hablar sobre literatura o si los chicos normales preferían hablar de otras cosas menos aburridas.
La ventisca invernal hizo azotar las ventanas y un poco del viento gélido atravesó el cristal congelándole las mejillas. A lo lejos, en medio de sus ensoñaciones de otra vida menos claustra, Alberto Ferrer observó como una camioneta negra subía el camino serpentuoso que conducía hasta la mansión. Frunció el ceño confundido, pues rara vez alguien los visitaba, la mayoría de las ocasiones los hombres del negocio familiar bajaban al pueblo para hablar con su padre, allí, en lo más alto de los páramos no solía concurrir más que los criados que trabajaban para él.
Alberto pestañeó y enfocó más su vista para tratar de reconocer aquella camioneta que se detenía en las rejas negras que permitían la entrada a su hogar. El portero salió de su escondite y pareció estar hablando con el conductor misterioso del automóvil, después de unos minutos, los dejó pasar. No fue bien hasta que el automóvil estuvo justo frente de la enorme puerta de la mansión que Alberto reconoció a sus invitados.
Volvió a pestañar cuando bajaron dos personas y entonces, lo reconoció de inmediato. Cómo no hacerlo si Julián Daza era el único niño de su edad con el que alguna vez había cruzado más de dos palabras en la vida. Julián, el niño que había incurrido la última vez a su jardín, ayudaba a un hombre a bajar una maleta gris del automóvil. Alberto entendió que ese debía de ser su padre. El hombre miró con los ojos bien abiertos el lugar, parecía maravillado y Alberto no lo culpaba pues la verdad era que en efecto, la mansión de su familia era impresionante, columnas gigantes y gárgolas desde las cornisas la hacían lucir una verdadera joya del estilo gótico que había remplazado al medieval en sus tiempos.
Duraron admirando su hogar durante un breve periodo de tiempo y luego encogiéndose del viento que azotaba en lo alto de las montañas se acercaron al portón y tocaron la madera fría del exterior. Alberto despegó sus ojos del cristal y se dedicó, con paso elegante escaleras abajo, dónde una de las criadas recibía a aquellos hombres.
-Hola buenas tardes- saludó el padre de Julián- Soy Fidel Daza, soy carpintero... El señor Ferrer me mandó una solicitud para un trabajo que se le ofrecía ¿No sé si usted...
La mujer observó de pieza a cabeza aquel hombre, dudando de la historia pues ninguno de ellos estaba consiente de tal indicación por parte de su patrón.
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Más Allá del Cristal
Mystery / ThrillerMás allá de las colinas cubiertas de nieve, existe un pueblo entre los montes de hielo. Ahí, el tiempo pasa lentamente marcado por el reloj de la enorme muralla que lo rodea. Pocas cosas se saben de aquel lugar y pocas cosas logran salir de sus al...